El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ha aceptado (parcialmente) el encargo del rey Felipe: intentará formar gobierno en un plazo que no concretó y, seguramente, si fracasa en su intento de sumar los apoyos parlamentarios de los que hoy carece renunciará a intentar la investidura. La política española no gana para sorpresas y tampoco para inventos, por estrafalarios que sean. Hasta la fecha, un candidato aceptaba la investidura propuesta por el  jefe del Estado, lograba la mayoría parlamentaria y era presidente del Gobierno, como sucedió con (Suárez (1977-81), Calvo-Sotelo (1981-82), Felipe González (1982-96), Aznar (1996-2004), Zapatero (2004-11) y Mariano Rajoy (2011-15). Tras las elecciones del pasado diciembre, la situación cambió y el candidato ganador de las elecciones renunció a intentar la investidura porque no tenía los votos suficientes para lograrla y a la vez la cogió el candidato del segundo partido, el socialista Pedro Sánchez, que tampoco los tenía pero durante dos meses se dio un festín de medios de comunicación.

Ahora Rajoy ha ido a la Zarzuela en una situación similar a la de las últimas elecciones: sin apoyos para ser presidente, como él reconoció en la Moncloa después de entrevistarse con Felipe VI. La diferencia con el pasado mes de febrero es que ha aceptado intentar una investidura en diferido, un concepto político que puede sonar difícil de entender pero que acaba metiendo presión al resto de partidos y fundamentalmente al PSOE (que está en el no) y a Ciudadanos (que está en la abstención). De hecho, sobre todo al PSOE, ya que sin que Pedro Sánchez pase del no a la abstención la preinvestidura no pasará nunca a investidura.

Ahora lo razonable es que se abran unas semanas de negociación en la política española y que Rajoy intente meter presión al PSOE en tres frentes: la situación en Catalunya, los compromisos europeos y los presupuestos españoles. En el primero, no hará falta que le meta presión, ya que Sánchez ha demostrado hasta la fecha que está a lo que le digan y sin una propuesta específica para Catalunya. En los otros dos, aunque no lo diga así no se siente concernido: apoyar unos presupuestos y asumir nuevos compromisos con la CE en los que Europa pide nuevos sacrificios a España no es algo que el PSOE esté deseando, sobre todo si está en la oposición. Las terceras elecciones siguen estando en el horizonte aunque, por lo visto, nada es seguro.