Hay dos maneras de abordar una solución aparentemente imposible en política: como lo hizo Xavier Trias en las municipales de 2015 o Inés Arrimadas en las catalanas de 2017, no planteando batalla alguna y dando desde el primer minuto la batalla por perdida, o bien como lo hicieron Pasqual Maragall (2003), José Montilla (2006) o Salvador Illa (2023) tras los comicios al Parlament para ser president de la Generalitat. Los dos primeros lograron su objetivo y alcanzaron la más alta magistratura de Catalunya y el tercero no lo logró, ya que los diputados de Esquerra, Junts y la CUP investirían a Pere Aragonès. Como sucede siempre con el vaso medio vacío o medio lleno, solo los que plantean una batalla aparentemente imposible tienen alguna opción de llegar a la cima. El último ejemplo fue el de Jaume Collboni, que, contra pronóstico y en el último minuto, desplazó a Trias de la alcaldía de Barcelona en un pacto difícil de explicar, ya que necesitó el acuerdo de los comunes y el Partido Popular y que dio al socialista la vara de mando de la capital catalana y que, si nada se le cruza por el camino, ostentará, al menos, hasta la reelección en 2027.
Nadie daba posibilidades a Collboni, pero una combinación de persistencia y de suerte, convenientemente condimentada con miedos y fantasmas del pasado, arrebató la alcaldía a Trias. Se explica en entornos cercanos a Alberto Núñez Feijóo que el presidente del Partido Popular y candidato a la presidencia del gobierno estuvo a punto de dimitir el domingo cuando vio como la mayoría absoluta con Vox se le había esfumado y que nada era como se esperaba. Pedro Sánchez perdía las elecciones por unos pocos diputados, pero salía vivo de la contienda electoral. De hecho, estaba por encima en algo más de una docena de diputados, una cifra importante, pero insuficiente, ya que la suma de todos sus posibles aliados —además del PP, Vox, Coalición Canaria y UPN— es de 171 frente a los 172 del resto de formaciones, excluyendo aquí los 7 de Junts, que aún han de empezar a jugar la partida.
Feijóo, como hizo Maragall en 2003, que también estuvo a punto de tirar la toalla, cosa que evitó, sobre todo, Miquel Iceta, no dimitió y aceptó jugar la partida tras una agria velada en la que además tuvo que escuchar desde los concentrados en la calle Génova gritos de "Ayuso presidenta", como si la presidenta de la Comunidad de Madrid estuviera lejos del drama de Feijóo. El gallego no tiene aparentemente partida, pero veremos si en las próximas semanas se le abren opciones que hoy no están ni encima de la mesa. El primero que le ha dado calabazas ha sido el PNV, que, por otro lado, tiene su propio conflicto en el País Vasco, donde Bildu refuerza su posición, elección tras elección. El PNV, el rey del pragmatismo y un jugador de política de primera división, no está para tonterías y su primer objetivo es no poner en riesgo la lehendakaritza. A partir de esta premisa, todo lo demás es secundario. No va a hacer nada para disgustar al PSE, cuyos votos le van a ser imprescindibles para conservar el gobierno, y no piensa ofrecerle a Bildu un puente de plata para que los socialistas vascos cambien de aliado.
Aquí Feijóo no tiene nada a hacer. La gran coalición con el PSOE es el segundo movimiento de los populares, pero los socialistas, más allá de algunos románticos del pasado que ya no pintan nada, empezando por Felipe González, tienen pocos alicientes para abrazarse con el PP cuando ya se ven conservando cuatro años más todo el poder. La aritmética, es cierto, es enormemente complicada para Sánchez y Feijóo, pero el socialista tiene mejores cartas en una batalla difícil en que las sumas van y vienen y hay que asegurarse cuatro años, no solo la investidura. Sigue siendo más probable que ninguna otra opción la repetición de elecciones con un Feijóo cuestionado dentro del PP y unos apoyos mediáticos hoy muy críticos con el gallego por su errática campaña y su abandono del centro.
Pero en política nunca se juega la última baza hasta que no quedan cartas por repartir y veremos en estas largas semanas y meses todo tipo de combinaciones, incluso las imposibles. Veremos cómo se separa el grano de la paja y qué están dispuestos a hacer Sánchez para mantenerse en la Moncloa y Feijóo para llegar, y si hay órdagos por desvelar para evitar unas nuevas elecciones. Las partidas interesantes siempre son las mejores.