Siguiendo la máxima de Confucio, uno de los filósofos más influyentes de la historia, el Govern de la Generalitat se ha despertado a tiempo y ha decidido corregir el disparate que hubiera supuesto que las pruebas de selectividad fueran más permisivas y las faltas de ortografía solo restaran nota en las pruebas de lenguas, es decir, las de catalán, castellano, las literaturas catalana y castellana y las lenguas extranjeras —inglés, francés, italiano y alemán—, en concreto, 0,1 puntos menos cada una y hasta un tope de -2 puntos del examen. Decía Confucio que cometer un error y no corregirlo es otro error. Es posible que eso haya pensado Salvador Illa al levantarse este miércoles y ver la reacción generalizada en contra que había tenido la iniciativa de la Departament de Recerca i Universitats. Como siempre sucede, ahora se trata de hacer aterrizar la responsabilidad en un cargo intermedio que, supuestamente, se expresó mal. La ventaja de un gobierno monocolor y tan presidencialista como el actual en la Generalitat tiene esta virtud: entre el error y la corrección puede pasar tan solo un día.

Ello no es óbice para pasar por alto la posición expresada el miércoles por la responsable de la Oficina d'Accés a la Universitat, Mònica Garizuain, que no había dejado margen de interpretación posible al afirmar que en las pruebas que no fueran de lengua “este año se ha considerado mejor no aplicar el descuento por faltas de ortografía”. En concreto, esta permisividad afectaba a las asignaturas de historia, latín, griego, historia del arte, filosofía, geografía, y literatura dramática. No sé muy bien en qué cabeza se podía pensar que escribir correctamente y sin faltas de ortografía solo es importante cuando lo haces sobre lengua o literatura. Pero, en cambio, se puede escribir de cualquier manera si los textos que se entregan son de asignaturas como literatura o filosofía. Luego nos quejamos de los resultados de las pruebas Pisa o Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes, esas evaluaciones estandarizadas que se realizan cada tres años en más de 80 países por la OCDE y que evalúan el rendimiento de los estudiantes de 15 años en tres áreas principales: matemáticas, lectura y ciencias.

La ventaja de un gobierno monocolor y tan presidencialista como el actual en la Generalitat tiene esta virtud: entre el error y la corrección puede pasar tan solo un día

Pretender nivelar por abajo, sin exigencia alguna y dando a entender que poco importa la calidad de los trabajos, es apuntalar los errores de los últimos años, huir de la excelencia y obsesionarse con el aprobado, aunque sea inmerecido. Y a la ortografía que le den. Pese a todo, en las pruebas PAU, en otras 21 materias el descuento por faltas de ortografía no se aplica, con el argumento de que no incluyen ningún apartado de texto largo y, en consecuencia, los criterios a aplicar son diferentes. Ya sé que no gusta abordar el tema de la exigencia en las aulas y la búsqueda de la excelencia en la educación. Pero no hay otra para reconducir la pobreza educativa actual. Lo dicen los profesores de todos los niveles de la educación y no se pone remedio. Al final, cuando llegan a la universidad, hay muy poco a hacer y se tiene que pasar por alto la exigencia de una escritura razonable y sin faltas de ortografía, ya que si se mantuvieran unos criterios mínimamente rígidos, los aprobados serían un porcentaje muy pequeño.

Una última reflexión: la consellera de Recerca i Universitats, Núria Montserrat, tiene un currículum académico impecable. Excelente. En dos ocasiones ha sido reconocida por el prestigioso Consejo Europeo de Investigación. Fruto de su actividad en la generación de miniórganos para entender la formación de tejidos humanos y diferentes enfermedades de origen genético y sistémico, ha publicado un centenar de publicaciones científicas y ha sido invitada a más de 400 congresos y fórums científicos y socioeconómicos. La hace una excelente consellera de Recerca, pero juntarla con Universitats igual ya es otra cosa. La política de la realidad de los alumnos y la selectividad requiere un contacto permanente con el mundo anterior a la universidad y conocer a fondo las deficiencias escolares y la preocupación por situaciones como la de las Pisa. No es por hacer comparaciones, pero aunque nadie discute la formación y preparación del exconseller de Economia Andreu Mas-Colell, su intransigencia con los recortes, en una actuación más propia de un profesor de Harvard que de un político, acabó dejando el sello del Govern de les retallades al ejecutivo de Artur Mas y muy pocos se acuerdan de que allí estaba su conseller.