Tres serios avisos en menos de dos semanas deberían ser suficientes para dejar de repetir que el sistema bancario es estable y que no hay razón para inquietarse. Sobre todo, porque el miedo a una nueva crisis está ganando terreno y los antecedentes de declaraciones contundentes no son precisamente positivos. Cuando primero fue el Silicon Valley Bank de California se trató inmediatamente de encapsular el problema a una entidad financiera que estaba sufriendo más de la cuenta por los bonos bancarios al ser unos activos corrientes de alta liquidez. El resultado fue que en unas pocas horas precisó la intervención del FDIC, el fondo que garantiza los depósitos en EE. UU., y un rescate posterior.

No habrá réplicas, se dijo, y, además, Europa se ha preparado mejor para un escenario de crisis. A los pocos días, estallaba la crisis del Credit Suisse, la segunda entidad del país helvético, y aunque su estado de salud hacía tiempo que era de respiración asistida, la crisis pasó a ser global. La intervención durante el fin de semana pasado de la Banca Nacional Suiza facilitó una absorción por parte de UBS, el primer banco suizo, poniendo encima de la mesa una oferta de compra por 3.250 millones de dólares e inyectando 100.000 millones de liquidez al banco adquirido.

Cinco días han pasado para que el problema estallara en el corazón de la zona euro con la caída, muy importante, de las acciones del Deutsche Bank algo inferior al 10% después de que hubieran superado durante la jornada un retroceso superior al 14%. El salto cualitativamente hablando no es menor: es un banco de la zona euro, tres veces más grande en activos que el Credit Suisse, el banco más grande de Alemania y uno de los mayores de Europa. Es un banco demasiado grande para seguir sosteniendo que la banca europea no afrontará problemas, ya que lejos de reducir el pánico de la ciudadanía se extiende la impresión que no se conoce toda la verdad y eso es lo peor que puede llegar a suceder.

Como en las dos ocasiones anteriores, los bancos han sufrido en los mercados de toda Europa y en tan solo dos semanas han perdido unos 120.000 millones de euros en bolsa, una cifra que es un auténtico disparate y que supone que entidades como el Santander o el BBVA valgan un 15% menos que hace dos semanas. En el caso del Deutsche Bank aún es más exagerado y en estas dos semanas ha perdido el 25% de su valor, una situación no muy diferente a la de otra entidad financiera alemana, el Commerzbank, que acumula caídas del 23% o la francesa Société Génerale, que ha caído un 24,9%.

Estamos, por tanto, ante una situación inquietante que no van a disipar los discursos, sino las medidas que se adopten y el papel de los bancos centrales para contener la situación de mucha preocupación que se ha generado. Una vez más observamos que no todo era tan de color de rosa como se nos había dicho y así el clima de desconfianza es muy difícil que baje.