El poco enigma que existía respecto a la candidatura de Carles Puigdemont en las elecciones catalanas del próximo 12 de mayo quedó este jueves del todo despejado en su conferencia pronunciada en el simbólico municipio de Elna, en la Catalunya Nord, donde se guardaron las urnas del referéndum del 1 de octubre de 2017. En una austera puesta en escena, sin logos partidistas y con un fondo azul que solo tenía en blanco su nombre y su cargo de president, Puigdemont reivindicó el legado de la Catalunya ilusionante y con liderazgo de 2017 frente al letargo, el desánimo y la apatía de 2024. También la persistencia para resistir las embestidas del Estado y preservar la presidencia de la Generalitat en el exilio, para no ser rehén de nadie ni moneda de cambio. Planteó las elecciones del 12 de mayo como una batalla a dos entre el PSC, al que englobó entre aquellas formaciones que quieren acabar el trabajo de hundir la nación y diluir a Catalunya en el concierto de las regiones españolas, y su candidatura, que intentará ir más allá de Junts per Catalunya, y que pretende acabar el trabajo que inició para que Catalunya sea reconocida en el concierto de las naciones independientes del mundo.

Como toda intervención que busca mantener la base y a ser posible ampliarla, el discurso ofrece titulares hacia uno y otro lado. Hubo frases más independentistas y frases más moderadas. Minutos para la autocrítica y para defender con orgullo el no haber sido derrotados. Y frases para asumir la incapacidad del pasado con un exceso de derrotismo. Hizo una especie de abrazo del oso a Esquerra Republicana con la candidatura unitaria como mejor fórmula para ganar las elecciones catalanas, pero no dejó margen a la especulación, ya que aceptó que no era posible. Sí que buscó los márgenes de esta negativa para invitar a todas las formaciones que completaron Junts pel Sí en las candidaturas de 2015, aunque el partido de Oriol Junqueras no quiera jugar. Aunque esta referencia a candidaturas unitarias nunca gustan en Esquerra, su intervención distó mucho de ser ácida con el partido que hoy gobierna Catalunya. De hecho, las críticas se quedaron, en todo caso, en Waterloo, en la Casa de la República, y optó por un discurso más sensato, con evidentes ganas de ganar espacio moderado.

Puigdemont reivindicó el legado de la Catalunya ilusionante y con liderazgo de 2017 frente al letargo, el desánimo y la apatía de 2024

Que fue un discurso poliédrico también da idea alguno de los guiños que hizo. Por ejemplo, al recuperar el lenguaje de Jordi Pujol y su lema electoral en 1980 de levantar Catalunya ("Aixecar Catalunya") ante la oportunidad de un nuevo reinicio en una Catalunya falta de un cierto rumbo. No deja de ser curioso ir a los pósteres y banderolas de aquellas primeras elecciones catalanas en que Pujol proponía que para levantar Catalunya había que votar a los que más conocían Catalunya. También hubo guiños para Artur Mas con la insistencia del pacto fiscal para acabar con la asfixia calculada y premeditada de los sucesivos gobiernos del PP y el PSOE desde el inicio de la democracia. Puigdemont sabe que situar la batalla por un pacto fiscal es transversal y ganador en Catalunya y que la mejor manera de que Pere Aragonès no lleve esta bandera es dejarle el testimonio a Mas, que fue el primero que lo planteó desde la presidencia de la Generalitat.

Los moderados le criticarán, sin duda, su afirmación de un retorno a Catalunya para acabar el trabajo y, en el otro extremo, que vuelva a proponer al Estado la celebración de un referéndum de autodeterminación en la próxima legislatura. También se revolverán más de uno y de dos por alguna inconcreción y por recordar que él siempre estuvo dispuesto a negociar en aquel octubre de 2017 y que, en todo caso, fueron otros los que no quisieron. Ahora, con un gobierno socialista que depende de sus votos para continuar en la Moncloa, y con la experiencia acumulada de los errores que entonces se cometieron, considera que el camino será más fácil. Un último y sutil detalle en el lenguaje puigdemontista: al lado de la apuesta por un discurso de construcción de país, la ausencia de agravios con la monarquía, a cuyo rey ni citó.

En consecuencia, el calendario de su retorno está en marcha. No hay plan B electoralmente hablando, ya que se autoexcluye de las elecciones europeas para ir solo a las catalanas. Traslada una idea de que va a por todas, asume sus responsabilidades saliendo de la zona de confort y sitúa el calendario de los próximos meses: "Hoy comienzo la cuenta atrás de mi regreso, que solo tiene sentido si es al servicio del país. He trabajado duramente para preservar la institución de la presidencia de la Generalitat destituida por el 155 y para mantenerla al margen de los intereses personales. Siempre he pensado que el retorno del exilio de la institución de la presidencia no se puede hacer a escondidas, ni tiene que ser una gamberrada provocativa, ni, por descontado, fruto de una rendición o de una manía personal. No puede ser oportunista. Tampoco tiene que ser un acto al servicio de un partido o de una organización en concreto para obtener réditos electorales. No la podemos malbaratar. Si soy candidato a la investidura, dejaré el exilio definitivamente para asistir al pleno del Parlament y pedir la confianza de la cámara. Si los jueces no acatan la amnistía y adoptan una actitud de rebeldía, asistiré igualmente si tengo la mayoría para ser investido", finalizó. El reloj se ha puesto en marcha, veremos cuál es la respuesta de la sociedad catalana.