No recuerdo un momento informativo igual en que una única noticia copara toda, absolutamente toda, la información —a excepción de los atentados del 11-S en Nueva York o los del 11-M en Madrid, de los cuales se cumplían este miércoles 16 años, o los del 17-A en Barcelona y Cambrils— y dejara prácticamente sin espacio alguno a cualquiera de las cosas que suceden en el mundo en un día normal. El coronavirus se ha convertido en el monotema que acaba dominando en exclusiva todas las áreas de la información: la sanidad, la política doméstica, la economía, la cultura, el deporte, la educación, el ocio, la política internacional, el consumo, la destrucción de empleo, la pequeña y mediana empresa, los autónomos y así muchas otras cosas. Gente que viene de Madrid explica que la ciudad está paralizada y que el mazazo está siendo enorme, con afectaciones sin precedentes en el sector turístico y la restauración; las informaciones que llegan de Italia aún son más dramáticas, con un par de centenares de muertos en las últimas 24 horas.

En Catalunya la situación es, hoy por hoy, más preocupante que grave, aunque nadie duda que el salto se acabará produciendo y el escenario de los próximos días irá a peor. La OMS ya ha declarado pandemia el coronavirus después de que el número de casos fuera de China —paradójicamente, el país asiático ya está en fase de contención— se haya multiplicado por 13 en dos semanas y el número de países afectados se haya triplicado. En total, los casos de Covid-19 ya superan los 120.000 y hay más de 4.000 fallecidos en 114 países. Se acaban en algunos grandes establecimientos muchas de las provisiones y se ven las estanterías vacías. Las autoridades recomiendan calma y hacen bien y, seguramente, nosotros poco podemos hacer más allá de seguir los consejos que van dando las administraciones. Es el momento de hacer caso a las autoridades políticas que están gestionando la situación y hacer toda la confianza que se merece al excelente servicio sanitario existente en Catalunya y que se va a poner a prueba en las próximas semanas en un auténtico test de estrés.

Es muy difícil convertir la anormalidad existente en una situación de máxima normalidad. Eso es evidente. Pero no debería ser tan difícil no dejarse llevar por el pánico y seguir disciplinadamente las recomendaciones que las autoridades están dando, por incómodas que algunas puedan ser y que, sin duda, lo son. Pero ante una emergencia como la actual, igual que los ciudadanos esperamos que nuestros gobernantes estén a la altura del excepcional envite que tienen por delante, ellos han de saber que pueden contar con una sociedad madura, disciplinada y ejemplar. El primer reto de todo ello se va a producir en Catalunya en la ciudad de Igualada y cuatro municipios más de los alrededores, que han sido las primeras poblaciones catalanas en que se han tomado medidas excepcionales.

Es evidente que la expansión del virus no se va a poder detener y que detrás de las ciudades del Anoia vendrán otras, igual que llegarán decisiones mucho más drásticas. Habrá que estar preparados para este momento, ya que no hay manera de evitarlo. Y saber combinar de la mejor manera posible el hacer vida normal con las instrucciones que se vayan dando a conocer. No hay otra.