Este 6 de diciembre se ha celebrado en Madrid, con pompa y boato, el 47 aniversario de la Constitución, una fecha que en otros países congrega respeto hacia una carta magna y que en España, si algo representa, es un texto caduco, superado con los años y los cambios sociales y corsé de libertades nacionales. De lo que podía representar en 1978 a lo que representa en 2025 se podría decir que se parece como un huevo a una castaña. Todo lo que se podía enmendar para hacerla más centralizadora y retrógrada se ha hecho y ha acabado siendo un texto inmovilista que suscriben, sobre todo, los que más en contra estaban cuando se redactó. Esa situación debería ser por sí sola motivo de reflexión para los que siguen hablando de un texto abierto y representativo de todas las sensibilidades. 

Hagamos un repaso a los presentes y a los ausentes: allí estaban la derecha con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza y cinco de sus presidentes autonómicos, entre ellos Pérez Llorca, el nuevo titular de la Generalitat del País Valencià que ha sustituido al dimitido Carlos Mazón, quien, pese a todo lo que sabemos de su pésima gestión en la DANA, no hay día que aquel desastre se agrande un poco más. Ahora hemos sabido del cruce de unos wasaps con su entonces consellera de Interior y Justicia, Salomé Planas, quien le comentaba su preocupación por el barranco del Poyo el día de la DANA. Su respuesta fue un escueto "conjonudo".

De lo que podía representar en 1978 a lo que representa en 2025 se podría decir que se parece como un huevo a una castaña

Allí, en el Congreso de los Diputados, también estaban la plana mayor del PSOE, todos los ministros de Sumar y una representación testimonial de Podemos. No estaban todos los representantes de los partidos nacionalistas e independentistas, que, en el caso de los catalanes, hace muchos años que no asisten, e igualmente los dos partidos vascos, PNV y Bildu. La ausencia de Vox se debe a razones más de fondo y que tienen mucho que ver con que sus franjas más radicales se muestran muy distantes de la Constitución en sentido inverso. Allí donde hay bipartidismo, Abascal intenta sacar partido y consigue con éxito situarse como el partido de las franjas más jóvenes.

Dice la presidenta del Congreso, Francina Armengol, que habría que adecuar la Constitución a la diversidad territorial y hacer de ella un texto del siglo XXI. Hubo un momento en el siglo pasado que eso hubiera podido ser posible, pero ese tiempo político pasó. Nunca habrá un consenso político entre PP y PSOE para ello y, en todo caso, lo que sí puede haber es otro en que PP y Vox tengan una mayoría suficiente para darle una vuelta más y hacerla más restrictiva. La mayoría de tres quintos de las derechas españolas son difíciles, pero no imposibles, ya que se trataría de que lograran 210 diputados de los 350 que componen el Congreso de los Diputados. Las encuestas —excepto la del CIS, del siempre animoso Tezanos— sitúan la suma de PP y Vox alrededor de los 200, algo por abajo.

Con este horizonte y la experiencia acumulada de 47 años, sobre todo los 25 del siglo XXI, no es exagerado afirmar que la Constitución española tiene poco presente y ningún futuro.