El posicionamiento incierto sobre la mesa de diálogo expresado este sábado por el vicepresident del Govern, Jordi Puigneró, eleva un grado más las diferencias entre Esquerra Republicana y Junts per Catalunya respecto al único instrumento de negociación creado hasta la fecha entre los gobiernos de España y Catalunya. La contundencia de Puigneró avisando que si no hay avances en la resolución del conflicto catalán "es evidente que la mesa de diálogo no durará dos años" deja, en la práctica, en papel mojado el acuerdo para explorar durante 24 meses si la mesa de diálogo es realmente útil en la negociación entre los dos gobiernos. El tiempo no será ese si no hay avances significativos.

Esquerra se aferra con escepticismo a su propuesta de la mesa de diálogo, que tiene convocada su primera reunión para la tercera semana de septiembre. Su posición se ha ido modulando a medida que el gobierno de Pedro Sánchez emitía mensajes cada vez más confusos sobre el alcance de la mesa de diálogo y reforzaba la crítica a los independentistas a los que necesita en el Parlamento, muy a su pesar, una vez su intención de disponer de geometría variable, como soñaba al inicio de la legislatura, se ha ido progresivamente evaporando. Los nuevos ministros, con posiciones políticas mucho más de partido que los anteriores, emiten un discurso mucho más ortodoxo y si cabe más centralista.

Pese a su frágil mayoría, el PSOE no se ve aún con el agua al cuello y sigue confiando en que los republicanos le sigan facilitando la gobernación. De ahí que trate de convertir la mesa de diálogo del conflicto catalán en una especie de supercomisión de temas autonómicos que queden encallados en otras comisiones entre los dos gobiernos. Sólo en la medida en que el independentismo sea capaz de realizar un órdago alrededor de su triple propuesta de amnistía, referéndum y autodeterminación, que además es la que tiene el consenso más amplio en Catalunya ya que tiene también el aval de las dos entidades soberanistas más importantes -Òmnium Cultural y la ANC- y el soporte de los comunes es posible que el gobierno de Pedro Sánchez se amilane, dé su brazo a torcer y acepte entablar una negociación mínimamente seria.

Vamos a ver cómo durante el verano manejan ambos partidos el relato sobre la mesa de diálogo que ya amenaza con ser el culebrón informativo de este mes de agosto. Es cierto que Pedro Sánchez se las promete muy felices disponiendo de una auténtica regadera económica con los fondos europeos Next Generation, pero haría bien en no confiarse ya que septiembre y octubre acostumbran a ser meses álgidos de reivindicaciones independentistas. Y las migajas que está poniendo encima de la mesa pueden acabar siendo algo más que un problema si el independentismo ha aprendido algunas de las últimas lecciones de las que, ciertamente, por divisiones o por falta de estrategia, no ha salido victorioso.