El Banco Central Europeo (BCE) aumentará este jueves los tipos de interés por primera vez en 11 años para intentar contener la alta inflación que está sufriendo Europa a raíz del inicio de la guerra en Ucrania y la posterior crisis energética que ha provocado. De hecho, la emergencia es máxima para el regulador bancario europeo, ya que en junio la inflación batió un nuevo récord llegando al 8,6%, cuando el mandato del BCE marca que la inflación máxima dentro de la UE tiene que ser del 2%. Según las previsiones del mismo BCE, los tipos subirán 25 puntos básicos, es decir un 0,25%, en los tres tipos clave: el principal de refinanciación, el marginal de crédito y la tasa de depósito. Ahora bien, estamos hablando de previsiones y hasta este jueves no tendremos la confirmación final de la subida en cuestión, ya que varias voces dentro del BCE ya han manifestado públicamente que el aumento de los tipos tendría que ser superior a este 0,25. Para calmar estas voces, el Consejo de Gobierno del regulador ya avanzó que en septiembre, si todo sigue por el mismo camino, los tipos volver a subir. Con todo este contexto, hay que avisar de que las implicaciones de este movimiento van mucho más allá de encarecer el precio del dinero en todos los países que comparten el euro.

Con el fin de entender mejor cómo afectará este movimiento del BCE, ElNacional.cat se ha entrevistado con el investigador sénior del Centro de Investigación en Economía Internacional (CREI) de la UPF Alberto Martín, y con el presidente de la comisión de economía internacional y UE del Col·legi d'Economistes y presidente del Consell Català del Moviment Europeu, Xavier Ferrer. Los dos expertos coinciden en el hecho de que este movimiento llega para intentar suavizar los precios, y, por lo tanto, rebajar la inflación, ya que, a la práctica, lo que comporta una subida de tipos de interés es un intento para rebajar la demanda, y la teoría económica más clásica sostiene que, a menos demanda, los precios bajan.

Ferrer nos explica que este punto prácticamente límite, en el que el IPC ya ha superado el 10% en España, llega después de una crisis provocada por la pandemia a la cual se le ha sumado la guerra en Ucrania. Este último conflicto es especialmente relevante, porque ha provocado la llegada de sanciones europeas a la economía rusa, que era el primer proveedor energético de muchos países, como por ejemplo Alemania. Por culpa de este hecho, el gas, que hasta ahora llegaba mayoritariamente por gasoducto, lo tiene que hacer a través de barco y de países más lejanos como Nigeria o los Estados Unidos, cosa que incrementa el precio del gas. Al mismo tiempo, este último aumento provoca que las empresas tengan que pagar más por la misma energía y eso comporta que el producto final nos cueste a todos más dinero. Es por eso que Ferrer asegura que para contener estos precios, la solución no es la política monetaria, sino la diplomacia, reclamando un acuerdo multilateral para estabilizar la guerra, recordando que dejar de depender de Rusia no es un movimiento rápido y necesita muchos procesos previos, como por ejemplo el desarrollo de las renovables.

En esta línea, Martín afirma que las modificaciones de los tipos de interés sirven para estimular la demanda hacia un lado u otro, para intentar tener el efecto deseado sobre la inflación media de la UE. En el caso que nos ocupa, se subirán los tipos para rebajar la inflación, pero Martín avisa de que en este caso desestimular la demanda provocará una pequeña pérdida de actividad económica, pero es el mal menor que tendrá que pagar Europa si no quiere seguir sufriendo una inflación completamente desbocada como en los últimos meses. A pesar de esta observación, Martín también avisa de que uno de los principales motivos para esta subida de precios no ha sido la excesiva demanda, sino la reducción de la oferta de los productos energéticos, ya que han subido los precios y se necesita más dinero para conseguir la misma cantidad, y este es un punto en el cual el BCE ya no puede intervenir. Al final, todo podría acabar provocando, explica Martín, una desaceleración de la economía, a causa de la subida de tipos, pero que no obtuviera el efecto deseado de hacer caer los precios. Es por eso que el experto del CREI avisa de que se tendrá que estar atento a la evolución de los precios y la economía durante el verano para intentar averiguar el movimiento del BCE en septiembre, ya que si el efecto no es el deseado, quizás, solo quizás, podríamos ver un retroceso en la política del BCE, aunque la posibilidad es francamente remota.

Sobre este hecho, Ferrer también expone, como Martín, que existe el riesgo de que la subida de tipos acabe provocando una situación de estanflación; es decir, una recesión económica con una alta inflación. Además, Ferrer también recuerda que en una situación inflacionaria normal, los salarios de la población suben, normalmente, al mismo ritmo que la inflación, pero en este caso reclama que en el contexto actual no se dé esta circunstancia, porque se podría llegar a entrar en una espiral creciente de precios y salarios que no acabaría nunca. Para evitar este escenario, la solución, expone, es el ya famoso pacto de rentas que tiene que negociar el Gobierno con los agentes económicos y sociales del Estado. Volviendo a los precios energéticos, Ferrer recuerda que se tienen que estabilizar sea como sea y pide que, sobre todo, los gobiernos europeos y la UE no caigan en la economía de guerra, es decir, en restringir productos energéticos a los ciudadanos, puesto que crea una gran incertidumbre y, por lo tanto, se desincentiva la inversión, cosa que provocaría todavía más desaceleración económica.