La precariedad juvenil es una enfermedad que se puede curar, sobre todo, cuando se deja de ser joven. Esta es una de las principales conclusiones a la cual llega el Consejo Juventud de España, después de la publicación del informe del Observatorio de Emancipación del Ministerio de Derechos Sociales. En este documento se expone que ocho de cada diez jóvenes de menos de 29 años viven en casa de los padres. A finales del 2021, solo el 18,1% de las personas jóvenes estaban residiendo fuera del domicilio familiar, cuando a finales del 2019 lo habían conseguido el 22,6% de todas ellas. En este periodo de dos años, la tasa de emancipación residencial cayó más bruscamente, superando los 10 puntos porcentuales, entre la población joven con estudios superiores completados, que, a priori, tendría que contar con una posición en el mercado laboral más ventajosa.

La tasa de emancipación empeora desde la pandemia

La tasa de emancipación juvenil sube 0,7 puntos con respecto al primer semestre de 2021 hasta situarse al 15,6%. De esta forma, se llega a unos niveles prácticamente idénticos a los que había a finales de 2020 (15,8%). No obstante, los datos todavía se encuentran alejados de las que había antes de la pandemia de la Covid-19 (18,7%). En Catalunya, la diferencia todavía se acentúa más: el 18,1% de jóvenes que viven independizados actualmente contrasta con el 22,6% del 2019. Las causas de esta pequeña mejora de las cifras de emancipación se sustentan en una intensa recuperación del empleo destruido a raíz de los confinamientos provocados por la pandemia. De esta manera, la tasa de paro juvenil registró una caída semestral de 5,2 puntos hasta situarse en el 23,6%, por debajo de la tasa marcada al final del 2019 (23,8%), y siendo el registro más bajo desde el 2008.

La recuperación de puestos de trabajo en el 2021 fundamentó en la precariedad laboral de la juventud, denotando que el crecimiento económico pospandémico proseguía el camino de fragilidad de la crisis económica anterior. Eso se refleja, por ejemplo, en la temporalidad, dado que más de la mitad de las personas jóvenes con trabajo tenía un contrato temporal, situándose la tasa de temporalidad en el 55,4%, mismo nivel que en el 2019. Otro indicador de la debilidad del empleo joven se encuentra en la parcialidad, que llegaba al 25,4% de los contratos, afectando a la parcialidad no deseada al 14,8% de la juventud trabajadora, un nivel similar a la subocupación que se dio en el 2019 (14,9%). Una mayor formación educativa es sinónimo de una tasa de paro más baja: en los jóvenes con estudios superiores es del 15,9%, mientras que en las personas con estudios primarios es notablemente peor (38,6%).

Independizarse es toda una quimera

Una persona joven tendría que dedicar 3,8 veces el salario neto anual para poder sufragar la entrada de una hipoteca para la compra de una vivienda media del mercado inmobiliario español (valor total de 170.000 €) mientras que solamente podía asumir una vivienda valorada en 100.000 sin sobre endeudarse, destinando el 30% del salario neto al pago de vivienda, tal como recomienda el Banco de España. Con respecto al alquiler al final del 2021, el coste de la vivienda media de alquiler subía a 848 € mientras que una persona joven solo podía asumir una cuota de 320 € sin caer en el sobreendeudamiento.

Ante esta situación, la alternativa para la juventud en España es compartir vivienda. Mientras que para una persona joven sufragar el alquiler en solitario supone dedicar el 79,2% del sueldo, compartiendo vivienda esta cantidad se reduce hasta el 25% del salario. Vista la diferencia sustancial de esfuerzo económico que supone una forma y la otra de emancipación, no es extraño que el 34,5% de las personas jóvenes emancipadas lo hagan compartiendo piso con otras personas con quien no tienen relación de parentesco.

La brecha de género

Los datos de 2021 revelan una gran brecha de género en términos socioeconómicos entre la juventud de nuestro país y que se aprecia prácticamente en todas las variables. El informe quiere poner énfasis en la brecha de género que todavía hay patente a nuestra sociedad. De hecho, entre mujeres y hombres, las jóvenes se emancipan más, aunque siguen sin poder hacerlo en solitario. Solo el 13,8% de las mujeres están emancipadas en solitario, delante del 26,9% de los hombres jóvenes, casi la mitad. En Catalunya, el 22% de las mujeres jóvenes menores de 29 años están emancipadas por el 14% de los hombres jóvenes. Mientras que en el Estado español la emancipación residencial es mayor entre mujeres jóvenes (18,5%) que entre hombres (12,7%).

Esta menor emancipación en solitario de las mujeres puede ser a causa de un mayor nivel de precariedad laboral de las mujeres jóvenes ante los hombres: por ejemplo, aunque la tasa de paro era ligeramente inferior entre las mujeres (23,1% delante del 24,0%), la tasa de temporalidad fue más de seis puntos porcentuales superior entre mujeres jóvenes (58,6% de temporalidad delante del 52,3% entre hombres), la parcialidad era prácticamente el doble (33,7% entre las mujeres, 17,8% entre los hombres) y el subempleo era cinco puntos superior entre las mujeres (17,6%).

Esta diferencia en condiciones laborales se da aunque las mujeres jóvenes tendrían que estar mejor preparadas para el mercado laboral, ya que contaban con más formación: el 32,4% ha finalizado estudios superiores delante del 25,2% de los hombres. Con respecto al tipo de trabajo, las mujeres se encontraban trabajando por cuenta ajena en más cantidad que los hombres (94,4% delante de 91,8%) y el nivel de autoempleo era inferior (4,8% de mujeres jóvenes empresarias o autónomas delante del 7,1% de los hombres).

Más sísis que ninis

Con respecto a la población joven inactiva, que constituye el 47,6% de todas las personas jóvenes, hay que destacar que el 89,7% se encuentra en situación de inactividad para estar estudiando, cosa que supone la cifra más alta de la serie histórica. Por su parte, tan solo el 2,4% de la juventud inactiva se encontraba, al mismo tiempo, sin estudiar. Ante este pequeño porcentaje de ninis hay que destacar el elevado porcentaje de sísis, aquellas personas jóvenes que trabajaban y estudiaban simultáneamente, que aumentó hasta el 32,5% de la población joven con empleo, seis puntos más que al último trimestre del 2019.