El gobierno municipal de Barcelona apuesta por tomar "medidas concretas y urgentes para limitar" la llegada de cruceros a la ciudad, ya que considera que el crecimiento previsto es "insostenible" desde el punto de vista ambiental y turístico. Basándose en un informe de externalidades, la teniente de alcaldía Janet Sanz ha explicado que igual que se ha regulado el número de hoteles o apartamentos turísticos, también se tiene que poder hacer con los cruceristas, que en el 2019 superaron los 3 millones. En este sentido, ha puesto como referente el Gobierno Balear, que ha limitado los cruceros a Palma. El informe alerta que los cruceristas contaminan, por término medio, el doble que los ciudadanos de Barcelona y el puerto emite tanta polución como el resto de la ciudad entera. El consistorio ha elaborado un primer Informe de Externalidades del tráfico de barcos en el Port de Barcelona, que ya ha hecho llegar al resto de administraciones, pero todavía no concreta las propuestas. El informe evalúa las externalidades de la actividad crucerista a escala económica, social, cultural y ambiental. Sanz ha dicho que "el actual ritmo de crecimiento es insostenible" y hay que poner fin a la barra libre de los cruceros porque suponen un "turismo extractivista que expulsa a los vecinos de los barrios y vulnera el derecho a la vivienda".

El de Barcelona es el primer puerto de cruceros del Mediterráneo y dispone de 91 líneas regulares que conectan de manera directa la ciudad de Barcelona con 198 puertos de todo el mundo. La actividad de cruceros en el Port de Barcelona sigue un patrón de crecimiento continuado en el número de pasajeros, iniciado en 1992, estabilizado del 2010 en el 2017 y creciente hasta el 2019. Desde el 2015, el número de pasajeros ha ido aumentando al ritmo de un 7% anual por término medio, hasta que en el 2019 se llegó a un máximo histórico de 3,1 millones de cruceristas. La actividad de cruceros se concentra básicamente de abril a octubre, unos meses donde se pueden llegar a concentrar unos 400.000 cruceristas mensuales. En la considerada temporada alta, de abril a octubre, se concentran el 80% de los pasajeros. El número de cruceros es similar los últimos años, pero el número de cruceristas crece porque cada vez los barcos son mayores. Además, a partir de la crisis sanitaria, la modalidad de tráfico, es decir, cruceros que hacen una estancia de pocas horas en la ciudad, es la predominante, con un 62,8% del total en el 2021. En el 2019 los pasajeros en tráfico eran el 44%.

Sin una regulación y limitación, los datos de evolución indican un crecimiento estimado para los próximos años que podría llegar a 3,5 millones de pasajeros y casi 900 cruceros anuales hacia el año 2030. Hay que tener presente que ya actualmente, más de 50 veces el año, pueden llegar en un solo día más de 15.000 cruceristas, una cifra que el propio puerto marca como "día rojo", con picos que pueden llegar además de 25.000 pasajeros en un solo día. El 40% de los días se superaron los 10.000 pasajeros. La pandemia paró del todo el tráfico de cruceros, pero ni el Brexit, ni la guerra de Ucrania ni el encarecimiento de los carburantes frenarán la recuperación de cruceristas, según las previsiones.

Un informe de la UB del 2016 decía que la actividad de los cruceros generaba 790 millones de euros anuales de impacto. Los gastos de los pasajeros en tráfico es de unos 50 euros diarios, mientras los que inician o acaban el crucero en la capital catalana gastan unos 230 euros diarios por término medio. Con datos del 2014, el 18,5% de los pasajeros no visitaban Barcelona, el 24% dormían en la ciudad antes o después de embarcar y cerca del 58% solo la visitaban. Generan unos 9.000 puestos de trabajo, de los cuales 6.800 en Barcelona. Estos cruceristas de visita son los que Sanz ha calificado de "parque temático", que generan "efectos problemáticos, aportan poco valor añadido y destruyen el comercio local". Aun así, asegura que "el problema es de cantidad, no de calidad", y que la barra libre se tiene que acabar.

El impacto ambiental está basado en un estudio del 2017, pero el Ayuntamiento reclama en el puerto un ejercicio de transparencia y que comparta los datos ambientales. Así, se tiene que calcular más esmeradamente la producción de aguas negras, grises y aceitosas, los residuos sólidos y peligrosos, los gases de efecto invernadero, los contaminantes atmosféricos y los impactos derivados de la ampliación o saturación de las infraestructuras portuarias y los generados por accidentes. Según datos de las mismas compañías, los cruceros consumen entre 200 y 300 litros de agua por persona y día. Se generan 340 litros de aguas grises por persona y día y unos 30 litros de aguas negras, el doble que la media de los vecinos de la ciudad. Los pasajeros generan unos 2,4 kilos de residuos por persona y día, también cerca del doble que los barceloneses. Con respecto a las emisiones de CO₂ o equivalentes, los cruceros son responsables de la emisión de 1,4 millones de toneladas anuales, el 28% de todo el puerto, que contamina tanto como el resto de la ciudad. Los barrios más próximos al puerto son los que reciben más emisiones, como la Zona Franca y Montjuïc, el Poble-Sec, Sant Antoni, el Raval, el Gótico y la Barceloneta.

Sanz ha dicho que "no hay cruceros verdes posibles" y que electrificar la estancia de los barcos en el puerto no resuelve el problema de la masificación turística. Además, el concejal de Emergencia Climática, Eloi Badia, ha dicho que la solución tiene que ser más rápida que esta, pensada a medio plazo. El impacto sociocultural se evidencia con la masificación del espacio público y los lugares más simbólicos con un volumen muy alto de turistas con poco tiempo para visitar la ciudad, la homogeneización de los espacios comerciales, la poca vinculación con la cultura local y el sufrimiento de la población local por las aglomeraciones excesivas, la congestión del tráfico, el aumento de precios en las zonas turísticas y la contaminación acústica.

Recientemente, el Ayuntamiento y el Puerto han pactado varias medidas para integrar mejor la actividad portuaria en la ciudad. Se limitan las terminales internacionales de cruceros a un máximo de siete y se agruparán todas en el Muelle Adosado. Eso permitirá liberar espacios de las tenazas de Drassanes y Barcelona para uso público. El plan urbanístico de la nueva Bocana creará 14.000 metros cuadrados de nuevos espacios para uso público y potenciará usos docentes y tecnológicos vinculados a la náutica. Además, el Puerto elaborará un programa para reducir las externalidades ambientales del tráfico de cruceros y un plan de gestión sostenible de la movilidad terrestre de los cruceristas.