Este lunes Netflix estrenó los dos últimos capítulos de The Last Dance, la serie documental que la empresa de entretenimiento californiana ha dedicado a la figura de Michael Jordan y los Chicago Bulls, ganadores de seis campeonatos de la NBA en la década de los 90.

Sobre la obra se pueden explicar varias cosas, pero la primera que hay que destacar es que The Last Dance es un producto de gran calidad. Y eso, aunque no seas aficionado al baloncesto, te permite disfrutar de cada uno de los diez capítulos que conforman la serie. Imágenes espectaculares, testimonios de ambos lados de la trinchera, ritmo pasable –tiene mérito, si se tiene en cuenta que todo el mundo conoce el resultado final–, y una banda sonora a la altura de los protagonistas. La serie documental excitará a fanáticos de la NBA y estudiantes de periodismo, pero también caerá en gracia a aquellos quién este confinamiento se están dedicando a tragarse todos los contenidos de Netflix.

Jordan, luces y sombras

Ser el mejor de todos los tiempos tiene un precio. Este probablemente sea el mensaje principal que hay que extraer de la producción, y es que esta retrata a Michael Jordan como un semidiós del baloncesto (de hecho, lo era) pero también como una figura tiránica que comandó el vestuario de los Bulls con puño de hierro. Ninguno de los protagonistas de la producción, ni siquiera 'MJ', se molestan en esconderlo. "Nunca les pedí nada que yo no pudiera hacer", asegura. Jordan exigía que sus compañeros estuvieran a su nivel, pero este reto, por imposible, se traducía en reproches y frustraciones. Pero también en títulos, claro está.

El comportamiento del líder, desde el prisma del siglo XXI, en un marco de sensibilidad millenial, casi se puede calificar de moobing laboral. Pero poco importa. Son los EE.UU, el país de la grandilocuencia, de los ganadores y los perdedores. Los excompañeros, directivos y técnicos dan por bueno el trato entre Jordan y el resto de humanos, de manera que nosotros también. Si la victorias y los títulos son la vara de medir, no hay ningún tipo de debate posible: Jordan es el mejor de la historia.

Más protagonistas

Si bien es cierto que Jordan, como es lógico, es el protagonista indiscutible del documental, hay que apuntar que los autores también han querido poner de relieve figuras trascendentales de aquellos Bulls como el entrenador, Phil Jackson, el mánager general, Jerry Krause, o los dos únicos jugadores que, por su calidad y carisma, se podían sentar en la mesa de Jordan, Scottie Pippen y Dennis Rodman.

Estos dos últimos, más benevolentes que el '23' pero igual de acostumbrados a la polémica, dan el toque de color necesario para que la obra no se convierta en una reverencia (tan) mayúscula a Jordan. Pippen era la pieza que lo complementaba y Rodman, más allá de sus deconexiones mentales, se convertía en una roca bajo el aro. De acuerdo. Encaja y nos gusta.

Capítulos para todos los gustos

Como decía, explicar una historia que cualquier amante del deporte conoce en mayor o menor medida no debe que resultar sencillo. Lo cierto es que The Last Dance ha reactivado la pasión por Jordan, los Bulls y aquel periodo de la NBA; pero este hecho no esconde que, antes de su lanzamiento, la silueta de 'MJ' ya formaba parte del imaginario colectivo de toda una generación. Así, los autores plantean un guion no lineal con saltos cronológicos entre los años 1990 y 1998. ¿Funciona? Yo diría que sí, aunque es innegable que a veces resulta un punto confuso.

Uno de los mejores episodios, en clave catalana, sin duda es el número 5, dedicado a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 en los cuales Jordan y el Dream-Team norteamericano ganan el oro. 'MJ' baja del bus en Badalona y una de las personas que tiene detrás lleva La Vanguardia bajo el brazo. Un choque cultural de campeonato.

Festival de recursos... y de americanadas

Es una lástima que un producto tan bien acabado como The Last Dance en lo que respecta a las imágenes, la música o la realización acabe cayendo, como era de esperar, en algunos de los tópicos hollwoodienses de las series norteamericanas. El capítulo homenaje a Kobe Bryant, en el cual se enaltece su figura de manera forzada, el relatos sobre las muertes de los padres de Jordan y Steve Kerr, o el famoso episodio en el cual 'MJ' es envenenado por unos malvados pizzeros de Utah y tiene que rescatar a sus compañeros enfermado evidencian que, incluso a la hora de explicar una historia real (y bastante épica por sí misma), Netflix no puede evitar caer en el sello made in USA.