Nunca una plata había sido tan amarga como la que se colgó del cuello la selección española de waterpolo en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Una derrota en la final contra Italia, con la piscina central Bernat Picornell (Montjuïc) llena hasta la bandera, y después de tres prórrogas. Un destino muy cruel.

La selección llevaba mucho tiempo preparando los Juegos bajo las órdenes del seleccionador croata Dragan Matutinovic, que cogió las riendas el año 1990. Además, venían de caer un año antes en la final del Mundial de Perth delante de Yugoslavia. Esta derrota supuso un punto de inflexión para incrementar el nivel y las horas de entrenamientos de cara a la cita de Barcelona.

Dura preparación

Todos los jugadores recuerdan los métodos duros de Matutinovic para preparar los Juegos de Barcelona. Concentraciones en Andorra, que incluían todos los días kilómetros y kilómetros de carrera en pendiente, además de exigentes sesiones en el gimnasio y en la piscina.

Su misión era que el equipo llegara al primer partido en las mejores condiciones y pudiera mantenerse en las eliminatorias. A medida que han pasado los años, con perspectiva, se ha cuestionado si llevar a los jugadores al límite era la mejor manera de preparar una competición tan exigente. El equipo, capitaneado por Manel Estiarte, no guarda uno bueno recuerdos de los entrenamientos de Matutinovic. "Fue una etapa dificil, larga, dura, horrorosa, pero seguramente necesaria", recuerda Estiarte.

A las puertas del objetivo

El combinado español accedió a las semifinales como primero del grupo B, con cuatro victorias y un único empate, precisamente ante Italia. En la penúltima ronda, antes de la esperada final, se enfrentaron a los Estados Unidos, a quienes derrotaron sin sufrir en exceso (6-4).

El oro era a tocar. Sólo quedaba superar a Italia para alcanzar el objetivo, pero no lo tendrían fácil. Los italianos abrieron margen en el segundo cuarto (1-4), pero los anfitriones no tardaron en reaccionar y, cuando faltaban 34 segundos para el final, Miki Oca estableció el empate a siete.

Se necesitaron tres prórrogas para determinar al campeón. Cuando faltaban 32 segundos para el final del tercer tiempo suplementario, el italiano Ferdinando Gandolfi marcó el 8-9 que sería definitivo, aunque Oca falló la última ocasión enviando una pelota al palo.

Los jugadores españoles subieron al podio para recoger la medalla de plata llorando, evidenciando el duro golpe que suponía la derrota. Por suerte, pudieron sacarse la espina cuatro años después, ganando los Juegos Olímpicos de Atlanta.