El Real Madrid conquista la Supercopa Endesa remontando una final que ha empezado a tintarse con los colores del Barça en el segundo tiempo. No obstante, fomentándose en la figura del MVP Edy Tavares, los hombres de Chus Mateo se llevan el primer Clásico de la temporada (89-83) y levantan un trofeo que se han ido metiendo en el bolsillo poco a poco.

El Real Madrid tarda en conectarse

Zafarrancho de combate servido. Ritmo trepidante que vaticinaría una final no menos entretenida que las últimas tres de Supercopa que se decidieron a partir de un Clásico. El Real Madrid, como de costumbre, referenciaría su juego interior en Vincent Poirier y en Edy Tavares, pero Sertaç Şanlı también se presentaría en esta final con una gran puesta en escena. 11 puntos en tan solo 5 minutos para el ex de Anadolu Efes para mantener al Barça cerca a dos por debajo de los 17 puntos con que ha cerrado el primer cuarto el conjunto blanco (15-17).

No obstante, los blaugrana, cortesía de dos tiros de francotirador desde los 6,75 de Kyle Kuric, pondrían terreno de por medio en el marcador para mantenerlo hasta el descanso. Dzanan Musa y el mismo Tavares serían los máximos artífices del Madrid en el segundo periodo, pero lo cierto es que los de Chus Mateo estarían lejos del nivel que se les atribuye, o al menos, del que lucieron para atropellar al Betis en las semifinales (69-100). Solo desde la línea de tiro libre podrían mantener estable la ventaja que cada vez venía siendo más interesante a favor del Barça. Juego interior aceptable, pero los blancos se mostrarían totalmente inofensivos por fuera ante un equipo que sí que estaba carburando. Echando la mirada al marcador, al descanso se llegaría en un 29-37 preocupante para los merengues.

Ventaja de espejismo

Daba la impresión que los de Šarūnas Jasikevičius llegaban más frescos a la final de la Supercopa, pero el descanso cogería más necesitados que nunca al Madrid y al Barça en un momento susceptible a la siesta. Y así ha sido. Los culés cerrarían los ojos durante los primeros minutos del tercer cuarto y los chof de Sergi Lull no serían suficientes para hacerles despertar. Tres lanzamientos de tres que probaría, los tres hacia dentro para enviar al garete las malas sensaciones que los blancos habían sembrado durante los primeros 20 minutos. El MVP de dos de las cuatro últimas finales iluminaría el camino para los suyos y Tavares tapiaría la puerta entreabierta que había encontrado Şanlı en el primer periodo.

Empezaban los últimos diez minutos con el Real Madird de nuevo por delante en el marcador. La ventaja del Barça tan solo había sido un espejismo. El puñetazo sobre la mesa de Lull también ha sido un jarro de agua fría en el ámbito psicológico. Con todo, y cuando más tocados estaban los catalanes y más necesitaban que Nicolás Laprovittola volviera a frotar la lámpara como en las semifinales, aparecería en escena para repartir un par de asistencias para alcanzar la igualada en el electrónico. El argentino empezaría a moverla como solo él sabe y Mike Tobey plasmaría en el marcador la lucidez del '20' blaugrana, pero la superioridad física de Guerschon Yabusele i de Tavares llevarían nuevamente el partido a su terreno para forzar la prórroga.

Entonces ya solo hablaría el físico. El que le había faltado al Real Madrid durante la primera mitad del partido emergería en los cinco minutos de prórroga. Consistencia atrás con Tavares y sus brazos de pulpo al frente. Laprovíttola no podría hacer más. El Barça no podría hacer más. La quinta Supercopa consecutiva del Madrid era inevitable.