El debut de temporada de los Los Angeles Lakers ante los Golden State Warriors dejó dos titulares claros: la derrota en casa por 109-119 y la ausencia total de Bronny James, que ni siquiera pisó la pista en su primer partido oficial de la NBA 2025-2026. Un detalle que, más allá de lo anecdótico, empieza a confirmar lo que muchos anticipaban: el joven escolta no tiene hueco real en la liga si no es por el influjo de su apellido.
La historia es tan simbólica como cruel. Mientras Stephen Curry dominaba el juego con solvencia en el Crypto.com Arena, en el banquillo angelino, Bronny observaba sin opciones reales de participación. Su pretemporada había sido discreta, y en su año rookie no dejó más que minutos marginales, sin impacto ni crecimiento evidente. Su lugar en la plantilla parece más un gesto de respeto hacia LeBron James, que una apuesta técnica o de futuro.

El peso del apellido y el vacío de rendimiento
Desde su elección en el draft, el proyecto Bronny ha sido más narrativo que deportivo. La posibilidad de ver jugar juntos a padre e hijo por primera vez en la historia de la NBA fue el motor de una maquinaria mediática y comercial que, sin embargo, no ha encontrado respaldo sobre el parqué. Bronny no ha mostrado aún cualidades diferenciadoras: ni un físico dominante, ni visión de juego destacada, ni una defensa sólida.
Los informes internos de varias franquicias ya lo anticipaban antes del draft: "Jugador sin impacto NBA, con perfil de rotación G-League". Solo el deseo expreso de LeBron, en la recta final de su carrera, cambió ese destino. El resultado es que hoy Bronny ocupa una plaza que no parece justificarse por rendimiento, en un equipo que necesita profundidad real si quiere competir en el Oeste.

Cuando se apague el foco de LeBron James
Todo apunta a que Bronny saldrá del sistema NBA cuando LeBron decida colgar las zapatillas. Ya lo insinúan analistas y exjugadores que han seguido de cerca su evolución. Sin el respaldo de su padre, ni siquiera el departamento de marketing de los Lakers parece dispuesto a sostener el experimento. Y la liga, competitiva como pocas, no regala espacio: los proyectos sin proyección no tienen lugar.
Es una lección dura, pero reveladora. El talento no se hereda, y la exigencia del profesionalismo no se negocia. Bronny, lejos de haber demostrado estar preparado para este nivel, parece destinado a buscar minutos en ligas menores o en proyectos más modestos, quizá en Europa o en el baloncesto universitario reconfigurado.
El apellido James garantiza atención, pero no minutos ni carrera. Y en la NBA, los focos se apagan tan rápido como se encienden.