El debate sobre el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos (G.O.A.T.) de la NBA es un fuego que nunca se apaga. Si bien la longevidad y las cifras globales de LeBron James han reescrito los libros de récords, para una gran parte de la afición y los especialistas, el aura de Michael Jordan sigue siendo insuperable. El 23 de los Chicago Bulls no solo ganó; transformó el baloncesto en un fenómeno global, marcando una época dorada que muchos consideran irrepetible. Sus seis anillos en la década de los 90, logrados en dos three-peats (1991-1993 y 1996-1998), no son solo estadísticas, son el testamento de una mentalidad competitiva implacable que lo convirtió en el referente universal del deporte.
Jordan era un jugador que, por su talento descomunal y su ética de trabajo, parecía destinado a dominar cada box score en el que aparecía. Sin embargo, antes de convertirse en el amo y señor de la NBA con récords como el mejor promedio de puntos por partido en la historia (30.1), o sus diez títulos de máximo anotador, hubo una época donde su capacidad anotadora estuvo, de forma insólita, artificialmente limitada. Y el responsable no fue otro que su mentor en la Universidad de North Carolina: el legendario entrenador Dean Smith.

Dean Smith, el único ‘freno’ para el joven Michael Jordan
Esta revelación, que arroja una luz diferente sobre la formación de His Airness, ha vuelto a la actualidad gracias a las declaraciones de una figura que lo conoció íntimamente en la cancha colegial: Ralph Sampson. El ex pívot, número uno del draft de 1983, cuatro veces All-Star y miembro del Hall of Fame, recordó sus duelos contra Jordan y los Tar Heels en el podcast All The Smoke, proporcionando un contexto fascinante de los años ochenta.
Sampson, quien brilló en la Universidad de Virginia y luego en la NBA formando las icónicas Twin Towers con Hakeem Olajuwon en Houston, narró la energía competitiva especial que Jordan ya mostraba en la Atlantic Coast Conference (ACC). Pese a que Michael era capaz de decidir partidos con robos y coast-to-coast demoledores —como Sampson mismo atestiguó al describir un momento crucial en un duelo UNC vs. Virginia—, había una mano invisible que moderaba sus números. "Solo una persona consiguió detener a Michael, y fue Dean Smith su entrenador, que le prohibía anotar más de 20 puntos por partido", explicó Sampson. Y es que la filosofía de Smith en North Carolina era el colectivo por encima del individuo. En un equipo repleto de talento top-tier, con futuros NBA como James Worthy, Jimmy Black y Sam Perkins, el entrenador impuso una norma estricta: nadie podía promediar más de veinte puntos. El objetivo era fomentar la circulación del balón, la confianza en el sistema y la distribución de la anotación entre todos sus estelares jugadores.

El ‘modo Michael’ y el camino al estrellato de la NBA
Esta anécdota es clave. Imaginar a un Jordan capaz de alcanzar cotas anotadoras mucho más altas, pero limitado por una directriz del staff técnico, subraya la disciplina táctica que Smith inculcó. Una disciplina que, irónicamente, pudo haber sido la base para que Jordan desarrollara el juego más completo que luego exhibiría en la NBA. Pero, es evidente que, una vez que Jordan dio el salto al profesionalismo, el límite de 20 puntos se pulverizó. En la NBA, Michael pudo liberar todo su potencial anotador, algo que la liga padeció durante casi dos décadas.