Redacción de ElNacional.cat, 22:00 horas. Mientras los petardos estallan en la calle, los cuatro integrantes de la sección de deportes del diario seguimos el duelo entre el Barça y el Athletic Club. Estamos parcialmente solos: físicamente sí, sentimentalmente no. En la zona de prensa del Camp Nou -donde por cierto todavía no tenemos permiso para entrar- y en varias redacciones de la ciudad condal, decenas de profesionales viven la misma situación que nosotros. La verbena de Sant Joan la tendremos que disfrutar dentro de unas horas a través de los stories de Instagram. Bueno, disfrutar probablemente no es el verbo más adecuado.

No me mal interpretáis, perderse esta fiesta no es un drama. No somos el gremio más perjudicado y peores cosas se han visto, sin duda. Ahora bien, el horario del partido del Barça -de nuevo, a las 10 de la noche- sirve para reafirmar, y perdonen la analogía, que los periodistas somos los últimos monos de este gran circo que es el fútbol español. Ya no sorprende porque no es, ni mucho menos, la primera vez.

El pasado 7 de junio, la Liga publicó los horarios de esta jornada, la 31.ª del campeonato. El presidente de la institución, Javier Tebas -o sus consejeros, o el superordenador que calcula cuándo tiene que jugar cada equipo- estipuló que el Barça-Athletic se tenía que jugar el día 23 de junio a las 22 horas, coincidiendo con una de las pocas fiestas tradicionales de los países catalanes. De nuevo, les pido que no me mal interpreten. No estoy diciendo que Tebas, movido por sus evidentes y nada disimuladas simpatías por la ultraderecha más rancia del Estado, lo haya hecho expresamente para irritar a los periodistas catalanes. Ojalá hubiera sido así. Si Tebas no ha tenido en cuenta la realidad del gremio, de miles de culés y de Catalunya, en general, es porque simplemente le da igual.

Lenglet Unai Nunez Barça Athletic EFE

EFE

Cuando era pequeño, por algún motivo que nunca he conseguido descifrar, estaba obsesionado con la Reserva Africana de Sigean. Sí, aquel lugar de la Catalunya francesa donde puedes ver leones, cebras y otros animales de la sabana mientras circulas con tu coche a 20 kilómetros por hora. Años más tarde, hace poco más de veinticuatro meses, finalmente cumplí mi sueño y fui. Y, sorpresa, no lo dirían nunca: el parque me pareció un auténtico excremento. Los leones tenían barriga, las cebras parecían caballos pintados y un avestruz malnacido se cagó en el parabrisas de mi Seat Ibiza.

Con el periodismo deportivo pasa un poco lo mismo. Cuando era un adolescente, el Barça de Pep Guardiola me despertaba la misma excitación que los carteles de Sigean. Aquellos que ves en el margen de la AP-7 y que te prometen que en el sur de Narbona hay una especie de oasis africano de máxima categoría. Pero no, no existe. Y seguiremos con las analogías. Años más tarde, y con el título de periodista bajo el brazo, he llegado a la sala de prensa del Camp Nou y me he encontrado una mentira. Los leones gordos son Ernesto Valverde, las cebras pintadas Quique Setién y el avestruz malnacido Javier Tebas.

Son las 12 de la noche de un 23 de junio y estoy comparando al presidente de la Liga con un ave que no vuela. Qué quieren que les diga, es la noche de Sant Joan y estoy mirando el partido de un Barça que juega como el Milan. Esto no es lo que me habían prometido.