Arroz blanco y dos latas de atún. Esta sencilla comida ha sido la base de la pirámide alimentaría de muchos jóvenes emancipados en pisos de estudiantes. Sencillo, rápido, y con gran valor nutritivo, este plato no destaca por su espectacularidad; pero en cambio es efectivo y útil en muchos contextos.

Porque, como en varios ámbitos de la vida, la realidad depende del contexto. Si te secuestran durante dos años y medio y sólo te alimentan con cortezas de pan, un plato de arroz blanco y atún te parecerá, sencillamente, una manjar exquisito. En casa de los hermanos Roca, en cambio, la comida probablemente sea poca menos que un insulto a las papilas gustativas.

En el Camp Nou, hoy por hoy, nadie hace ascos a un buen plato de arroz. Después de pasarse meses comiendo migajas, el aficionado culé degusta por primera vez en mucho tiempo una comida consistente. No es una paella o un risotto de setas -aquellas recetas deliciosas que degustamos ya hace una década parecen irrepetibles- pero como mínimo nos llena la barriga. Hacía tiempo que no pasaba.