El cantautor Xarim Aresté (Flix, 1983) vuelve a adentrarse en el terreno de la literatura. Ya lo hizo con el libro de poemas Les fugues de la font del Temple (Rosa dels Vents, 2021), pero ahora es el turno de la novela. Con la influencia musical bien clara, Aresté ha escrito Tanit i les guerres púniques (Columna), una historia a caballo entre la novela de formación y la distopía que narra el trayecto de un protagonista nacido, como él, en Flix. Con el telón de fondo del colapso social, el libro ofrece un universo lleno de filosofía, inventiva poética y referencias a los Grateful Dead. Hablamos con el autor de qué une literatura y música, de cómo entiende el arte y de la falta de zapateros en su pueblo.

"La música, la poesía, la filosofía y la literatura, son el ancla, la guía para no ir perdido por el mundo," dice el protagonista del libro. ¿Lo crees así?
Sí, para mí el arte está hecho de la inteligencia de la naturaleza. Las verdades que encontramos en el arte son la inteligencia de la naturaleza expresándose. La verdad máxima que podemos encontrar en la vida, lo menos relativo y más fiable, es esta naturaleza para mí. Son estos ciclos de la naturaleza que son imperturbables y el arte forma parte de eso. Es como decir que, en la música, no hay nada que pueda cambiar un do mayor. No se puede alterar, si lo cambias ya no es un do.

XARIM ARESTÉ llibreria Ona escala llibres / Foto: Montse Giralt
Xarim Aresté en las escaleras de la librería Ona. / Foto: Montse Giralt

Las verdades que encontramos en el arte son la inteligencia de la naturaleza expresándose

¿A qué verdades nos acerca el arte? ¿Qué nos descubre?
Es la unidad. Al final, la sabiduría no es una lógica o un razonamiento, sino una sensación de unidad. Yo entiendo la sabiduría como la capacidad de relacionarlo 'todo'. Y eso es lo que hace el arte, relacionarlo todo. Esta es la sensación a la cual aspiro cuando escucho música. Cualquier revelación que siento con la música tiene que ver con una unidad o una totalidad. La sensación que tenemos de separación con respecto a todo el resto, se desmiembra con el arte y de repente no puedes separarte de la canción. El observador y lo que observas pasan a ser la misma cosa.

¿La idea de la unidad también se aplica para ti a las diferentes disciplinas del arte? ¿Escribir un libro es lo mismo que hacer un disco?
Para mí es exactamente lo mismo, es el mismo lenguaje. Así como tenemos diferentes gamas de colores o diferentes tonalidades con infinitas octavas, hay infinitos sedimentos bajo cada palabra. Tú te puedes quedar con la nueva Jerusalén o con la Jerusalén de hace muchos años, pero están allí todas juntas, se puede hacer arqueología de la palabra en este sentido.

¿Y el proceso creativo de la novela? ¿Cómo ha sido?
Lo he hecho igual que con la música o la pintura: intentando apartar mi propio juicio a la ecuación. Siento que con el arte, así como con la vida, cuanto más espacio dejas para el imprevisto, más magia hay. Con la música se me ha demostrado tantas veces... Si quieres controlar alguna cosa, lo más normal es que seas rígido y se rompa. En cambio, si dejas espacio para la magia, la magia lo llenará todo. Escribiendo he tenido esta sensación: estaba sorprendido de dónde me estaba llevando todo, no tenía ninguna meta. Me lo he ido encontrando de una forma instintiva.

Has apartado la parte más consciente o racional para crear.
Totalmente. En el momento de hacer, he intentado evitar la autocorrección, intento que no esté la mente.

¿Cómo lo consigues?
Es muy difícil. En la vida, nuestra inercia es creer que los pensamientos que tenemos son verdaderos. Y eso lo hacemos con todo, nos creemos mucho nuestras propias opiniones y eso nos lleva al sufrimiento todo el rato, porque las cosas no son como nosotros las vemos. Y haciendo actos es lo mismo. Puedes sentir una vocecilla que te dice que una cosa es una mierda, pero la tienes que callar. Tienes que conseguir responsabilizarte de la idea que tienes para poder soltarla.

¿Sin el juicio constante, podemos vivir de una forma más libre?
Creo que... y eso es un juicio (ríe)... la vida o la experiencia son indefinibles. Sólo podemos utilizar metáforas. Pero la metáfora, ya por naturaleza, no es una definición precisa, es una analogía sólo. Las palabras son cajas de cartón y la existencia no se puede meter en una caja. Cualquier definición será fraudulenta. Siempre la realidad la superará.

XARIM ARESTÉ llibreria Ona cortina / Foto: Montse Giralt
Xarim Aresté en la librería Ona. / Foto: Montse Giralt

Las palabras son cajas de cartón y la existencia no se puede meter en una caja

¿Cómo enfocas el hecho de explicar una historia como la de Tanit i les guerres púniques, siendo consciente que siempre habrá esta distancia insalvable?
Esta es la gran preciosidad. Realmente todos tenemos la misma experiencia: todos tenemos hambre, todos nos enamoramos, todos tenemos miedo... Pero esta sensación indefinible... Podemos no entender, pero podemos no entender de millones de maneras diferentes. Y supongo que el arte va de eso.

En el libro el protagonista habla de la música como una cosa que lo salvó. ¿Tú también tienes esta sensación?
No estoy seguro de si la música me ha salvado o me ha condenado. En algunas cosas, sé que me ha dado herramientas para conocer el mundo y para conocerme a mí mismo, pero a veces también pienso que ha sido mi gran caja y que estoy obligado a explicarlo todo desde allí porque no he visto nada más. Sí que me ha dado un lenguaje para entender lo que no cabe dentro del lenguaje y las leyes de la música las encuentro en todas partes.

No estoy seguro de si la música me ha salvado o me ha condenado

Ya habías publicado un libro de poesía y uno de filosofía o de aforismos. ¿Qué te ha conducido ahora hacia la novela?
No me lo había planteado en mi vida. Me lo propusieron y acepté. ¡Con pánico! (río)

Ha sido exigente, entiendo, escribir Tanit i les guerres púniques.
Muchísimo, nunca había hecho una cosa así. La música y la pintura son tan naturales que incluso un niño las puede hacer fácilmente. Pero un niño no puede escribir una novela. Estoy acostumbrado a crear de una forma muy espontánea, de no controlar, como si fuera un sudor casi. Cuando hago una canción, normalmente la empiezo y lo acabo en el momento, estoy acostumbrado a que el arco sea muy inmediato. Y si es así, es fácil que no aparezca la mente para boicotearlo. Ha sido duro porque la forma en que siempre he creado ha estado con las inmersiones. Y hacía inmersiones de trabajo hasta que oía que me iba a morir y me detenía. Con la novela es más largo todo, por eso para mí ha sido muy violento sentárme a escribir.

Otro de los temas que toca el libro es el del colapso social. ¿Es por influencia de la actualidad?
Sí, pero también del pasado y del futuro porque el colapso es siempre, forma parte de la humanidad. Tanto el colapso como el renacimiento constante. Supongo que todos los libros hablan de la muerte de su tiempo aunque no lo sepan, porque el tiempo se muere constantemente. Para mí ha sido muy evidente o he sentido mucho últimamente la sensación de la muerte de el universo con el que yo nací y que la gente que nace ahora ya no conocerá nunca. Y eso es precioso en realidad.

XARIM ARESTÉ llibreria Ona cafe / Foto: Montse Giralt
Xarim Aresté tomando un cafè. / Foto: Montse Giralt

Supongo que todos los libros hablan de la muerte de su tiempo aunque no lo sepan

¿Cuando dices la muerte de tu universo, hablas de un universo generacional?
Por mucho que nuestros abuelos nos expliquen como fue su juventud, nunca sabremos qué olor hacían aquellas palabras, aquellas sensaciones que ellos tenían. La idiosincrasia indefinible de cada tiempo no se puede traducir. Nosotros ahora leemos el Quijote y no podemos entender qué significaba en aquel momento.

También describes un contexto de pérdida de derechos y de restricciones en el presente.
Sí, pero esta la he tenido siempre, la sensación de dialéctica y de lucha entre la responsabilidad y la libertad. Cuanto menos responsable es la gente de una sociedad consigo misma, menos libre es esta.

¿Nos dirigimos hacia un colapso nosotros?
Estoy convencido de que estamos en pleno colapso. Para mí no tiene ningún sentido que en el pueblo donde vivo no haya un zapatero, por ejemplo. ¿Cómo es que ahora tengo que ir a una ciudad a una hora para encontrar a uno? Hace unos años las comarcas eran motores económicos. Íbamos a la ciudad como mucho al médico o cosas muy puntuales, la gente podía hacer vida en los pueblos. Y que no pueda ser así, lo veo como un colapso.

Hablas del estado de Flix, tu pueblo.
Sí, tenemos que ir a buscar a fuera lo que necesitamos aquí y eso no había sido así. Lo veo como un fracaso. Pero el colapso también tiene que ver con otras cosas. Seguramente lo más importante es que la autoridad interna de cada uno noto que es arbitraria, que no somos muy conscientes de qué estamos obedeciendo. Y creo que también tiene que ver con no responsabilizarse de la misma obediencia.

Cuanto menos responsable es la gente de una sociedad consigo misma, menos libre es este

¿Obedecemos muy fácilmente?
Yo creo que el problema es que no sabemos a quién estamos obedeciendo cuando lo hacemos. Incluso que no somos conscientes de que estamos obedeciendo cuando estamos obedeciendo. La obediencia es insoslayable, siempre obedecerás a un pensamiento o a otro, la clave es cuál es el origen de aquel pensamiento. ¿Te lo han sembrado, o lo has regado tú conscientemente con amor?

A veces, pero nos gusta obedecer, buscamos a un amo.
Y tanto, y por eso hemos renunciado a una parte de nuestra libertad por el confort de la obediencia. Lo hemos confundido con seguridad y bienestar, lo cual es en realidad otra mentira, porque nadie se siente seguro. Oigo que todas las familias o todos los pueblos se sienten amenazados. Al final, ni libres ni seguros.