¿Hay una única manera de hacer bien las cosas? ¿Las malas decisiones saben que lo son antes de tomarse, o hay cierto margen de error en nombre de la buena intención? Y, si las consecuencias de una decisión tomada con el corazón en la mano son trágicas, ¿quien la ha tomado se convierte inmediatamente en una mala persona? ¿Somos seres democráticos por definición o tenemos instintos primarios que nos empujan hacia el autoritarismo más absoluto? ¿La pandemia de la covid-19 ha sacado lo mejor de nosotros, tal como se decía en marzo del 2020, o ha acentuado el déficit que hay entre nuestros actos y nuestras contradicciones? ¿Se ha hecho todo bien, teniendo en cuenta que se tenía que actuar con urgencia, o tenemos derecho a estar enfadados? Muchas preguntas que Inmunitat, la obra dirigida por Jordi Casanovas en el marco del Festival Grec 2022, deja correr libres por La Villarroel empantanándolo todo, casi obligando a la reflexión a toda prisa, pero sin dar ninguna respuesta definitiva: quizás es porque, en cuestión de crisis, nunca hay una única solución.

🟠 Grec 2022 en Barcelona: programa con los 10 títulos imperdibles del festival
 

Seis personas, etiquetadas con un número del 1 al 6, llegan a una sala hermética para participar en un muestreo demográfico. Según lo que sabemos al inicio, lo que se busca es mejorar la gestión política en futuras crisis que puedan llegar, ya pasada la pandemia que nos ha tenido dos años viviendo a medio gas, creando un algoritmo que tome mejores decisiones que los líderes políticos. Y empieza el juego: a los participantes se les da un cajetín con dos pulsadores, uno verde y uno rojo, que tendrán que apretar si votan a favor o en contra de las preguntas que Lia, la voz de inteligencia artificial que los guía, les irá haciendo durante la sesión. Pero pronto se darán cuenta de que, para seguir adelante, todas las decisiones se tienen que tomar por unanimidad. Es decir: que los seis se tendrán que poner de acuerdo para votar lo mismo.

inmunidad
Foto: La Villarroel

La revolución tecnológica, la fiabilidad de la I.A., la gestión de las vacunas o la viabilidad de los sistemas que nos gobiernan son algunos de los muchos debates que enfrentan a los asistentes durante la reunión y que siembran de incertidumbres y dudas al espectador. La dicotomía planea constantemente. ¿Es buena idea dejar nuestra vida en manos de una máquina, que ejecuta datos supuestamente científicos y objetivas, o la humanidad todavía tiene la potestad de escoger cuál es el mejor camino para la supervivencia global? La representación política tal como la conocemos está obsoleta si, en nuestra casa, un político representa a una media de 75.000 personas? Cada melón que se abre es un interrogante o una lección. En una habitación que podría ser la sede de cualquier parlamento democrático, los seis personajes giran en torno a estas cuestiones, aportando sus propios puntos de vista desde su propia vivencia y desde un anonimato que tampoco durará demasiado, porque enseguida se hace evidente que es en las experiencias concretas de los individuos que todo cobra sentido. ¿O es que la idea de colectividad se entiende sin empatizar con el individuo que tenemos al lado?

Immunitat pone el dedo en la llaga. Investiga sobre qué nos angustia y nos da rabia, sobre el vínculo de la gestión emocional propia y el análisis del exterior. Es una obra que radiografía el dolor y la ira, incluso la impulsividad, que a veces es un salvavidas y otras un suicidio. Cada protagonista vive en nosotros, o lo ha hecho alguna de sus motivaciones personales en algún momento de este paréntesis pandémico —quizás también en algún otro momento de la vida, tan imprevisible y mutable—. El elenco transporta el argumento con una lucidez excelente: la templanza de Vicenta Ndongo, el pragmatismo del Óscar Muñoz, la comprensión de Mercè Pons, la chulería de Borja Espinosa, la disidencia de Ann Perelló y la perseverancia de Javier Beltrán. Todas las personalidades y casuísticas encajan en el engranaje del ser humano. También durante estos dos malditos años. Por eso la puesta en escena invita a pensar y a empatizar con el otro: el lema Todo irá bien, tan popular a principios del confinamiento, seguramente iba por ahí.