Este sábado, 28 de mayo, el Ayuntamiento de Tortosa ha convocado una consulta para decidir qué hacer con el monumento franquista en recuerdo de la Batalla del Ebro que hay en el municipio. Podrán votar todos los mayores de 16 años empadronados en Tortosa. Se puede escoger entre dos opciones: "Retirarlo y musealizarlo" o "Mantenerlo, reinterpretarlo y contextualizarlo". En ambos casos se presenta como una medida "para promover la memoria histórica y la paz".  Es inevitable, ya que la Ley de la Memoria Histórica de 2006 establece que "Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura".

Las posiciones

El alcalde, de Convergència, ha afirmado que votaría a favor del mantenimiento, y también lo harán cinco de sus compañeros de partido en el consistorio, en tanto que dos solicitarán la retirada. Los representantes de Esquerra están a favor de la retirada, al igual que los de Movem Tortosa, y ambas formaciones harán campaña por|para la retirada. La CUP defiende no participar en el referéndum, y ha asegurado que llevará el monumento a los tribunales, porque vulnera la Ley de Memoria Histórica. Òmnium, l'ANC y los sindicatos también se han inclinado por la retirada del monumento. Pero hay quien aboga por la permanencia de la obra con toda su simbología. En Tortosa la extrema derecha tiene una cierta fuerza: Plataforma por Cataluña ha llegado a tener representación en el Ayuntamiento y ha organizado actos con presencia de fascistas.

Un proceso complejo

Ha habido múltiples intentos de retirar el monumento que no han progresado, pese a la Ley de Memoria Histórica. En el 2010 se propuso la realización de un referéndum sobre el tema, pero el PP y CiU, que en aquel momento sumaban mayoría en el Ayuntamiento, se opusieron, porque eran partidarios de mantenerlo. En enero de 2015 una moción en el Ayuntamiento en favor de la retirada del monumento, impulsada por Iniciativa per Catalunya - Els Verds,  fue derrotada por los votos unidos de CiU, el PP y Plataforma por Cataluña. El 3 de marzo de este año, a instancias de la CUP, hubo una votación en el Ayuntamiento para la descatalogación y retirada del monumento. PSC, Catalunya Sí Que Es Pot y algunos diputados independientes dieron apoyo a la CUP, pero la propuesta no avanzó porque ERC y Ciutadans se abstuvieron, y Convergència y el PP votaron en contra. El alcalde, el convergente Ferran Bel, argumentó que la decisión se tenía que tomar en referéndum. Días después, el Parlament de Catalunya aprobó una moción que emplazaba en el Ayuntamiento a "retirar inmediatamente" el monumento. El Ayuntamiento decidió no seguir la recomendación, y el 25 de abril, mediante un acuerdo entre CiU, ERC, PSC y Movem Tortosa, se decidió convocar el referéndum del 28 de mayo. El PP se abstuvo, pero algunos miembros del PP se han sumado a la campaña para mantener el monumento.

Historia faraónica

El monumento de Tortosa fue diseñado dentro de la campaña de los "25 Años de Paz", que se conmemoraron en 1964, cuando se cumplían 25 años del fin de la guerra y Franco se quiso presentar, paradójicamente, como el artífice de un largo periodo de paz y estabilidad. Fue promovido por el gobernador civil Rafael Fernández Martínez, el presidente de la Diputación, Antoni Soler Morey, y el alcalde de Tortosa, Joaquim Fabra. El escultor elegido fue Lluís Maria Saumells, alguien muy elogiado por los miembros del régimen porque hacía arte figurativo y hacía gala de "profunda religiosidad" (alguno de sus ex alumnos lo definía como "un capellanet", y la mayor parte de sus obras eran santos y vírgenes). La obra costó 4,5 millones de pesetas (una pequeña fortuna en la época), y fue financiado por subvenciones de la Diputación y de los Ayuntamientos de la zona y por donativos de particulares.

Un monumento indudablemente franquista

A pesar de que algunos partidarios del monumento alegan que el monumento en origen era apolítico y que posteriormente se le colocaron algunos símbolos franquistas, en realidad tiene todas las características de una estética fascista. De hecho, encaja con los principios que estableció la Delegación Nacional de Propaganda al fin de la guerra para garantizar el enaltecimiento sistemático del régimen. El monumento se constituye a partir de dos grandes pirámides de hierro, situadas en medio del Ebro, que encajan plenamente con la grandilocuencia del régimen. En la parte superior de la mayor un soldado, representando del ejército victorioso, pone una estrella en el cielo (una alegoría a la victoria de la "Cruzada" franquista). Una gran cruz está adosada a un lateral, como signo de la alianza nacional-católica, y una serie de agujeros con forma de cirios y cruces llena los laterales de las pirámides. Un águila, símbolo propio de la España fascista, corona la pirámide pequeña. Tenía múltiples inscripciones franquistas que se retiraron en 1984, como "A los combatientes de la Cruzada y de los XXV Años de Paz". También se sacó el Victus que lucía el águila en sus garras. En aquel momento hubo propuestas para retirar el monumento, pero ante el empate en el consistorio, decidió el voto de calidad del alcalde, que afirmó que sacando las placas  y el Victus el monumento se convertía en "símbolo de fraternidad entre hermanos". En 2008 se retiraron las placas conmemorativas de la inauguración del monumento y una dedicada a "la Promoción Ebro de la Guardia Civil", pero hoy en día todavía conserva otras, como "A los combatientes que hallaron gloria en la batalla del Ebro".

 

Dejar, derribar, reinterpretar

Desde el fin del franquismo las polémicas sobre los símbolos de la dictadura normalmente se ha planteado entre dos opciones: conservarlos o retirarlos. Los sectores más conservadores han optado por la conservación, y los sectores más progresistas generalmente han pedido la retirada o la demolición de los símbolos. Pero en los últimos tiempos hay una tercera opción. Muchos son partidarios de mantener los símbolos de la dictadura, y de las otras opresiones del pasado, pero dejando bien claro en qué contexto se produjeron. El hispanista Paul Preston ya defendió que no se tenían que retirar los nombres de los personajes franquistas del nomenclátor, sino que había que resaltar claramente sus crímenes en las placas de las calles. Argumentaba que estos nombres representan un pasado que no tenemos que olvidar bajo ningún concepto, y que retirándolos se facilita el olvido. Ricard Vinyes, el comisionado de Programas de la Memoria del Ayuntamiento de Barcelona, también está en su línea, y defiende que los monumentos se tienen que dejar en su sitio, pero no de la misma forma: se les tiene que dotar de un acompañamiento o de una simbología que recuerde el pasado, pero que evite que el monumento siga siendo un homenaje a alguien que no ha sido ejemplar. Vinyes cree, incluso, que es humillante y contraproducente que algunos monumentos franquistas se hayan retirado "con nocturnidad y alevosia", o se hayan destruido, porque es como "si escondiéramos la historia debajo la alfombra".

Reinterpretaciones en el mundo

La reinterpretación de un monumento suele ser una intervención más radical que la simple retirada. Se quiere mantener el monumento como recuerdo permanente de las barbaridades cometidas por los que lo erigieron. Las reinterpretaciones sobre los monumentos suelen ser más contundentes y conflictivas que una simple demolición. En "Londres 38", una prisión clandestina de la dictadura en Santiago de Chile, los familiares de los presos se opusieron a la destrucción del edificio, y reivindicaron que se mantuviera abierto: se ha convertido en un centro de documentación sobre los derechos humanos, pero de forma constante se proyectan sobre las paredes imágenes de las víctimas asesinadas allí, y por megafonía se reproducen los sonidos de una sala de tortura. También la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada de Buenos Aires, centro de detención de los milicos, se convirtió en un museo en recuerdo de las víctimas.

¿Qué quiere decir "reinterpretar y contextualizar" en Tortosa?

Un grupo de expertos contratados por el Memorial Democràtic para hacer un estudio sobre los símbolos franquistas en Catalunya, después de estudiar el monumento de Tortosa, recomendaron: "Previa negociación de retirada con el titular del monumento, se recomienda al municipio su conservación y señalización". Se posicionaban claramente en favor de reinterpretarlo, aunque no quedaba muy claro en qué ubicación. Ahora bien, entre los que abogan desde Tortosa por recontextualizar el monumento, hay varias tendencias. Algunos  sólo están dispuestos a retirar los últimos símbolos franquistas para convertirlo en un homenaje a "todas las víctimas de la guerra". Federico Mayor Zaragoza, el tortosino ex secretario general de la UNESCO, ha defendido la reinterpretación, pero por reinterpretación él se refiere, simplemente, a retirar todos los símbolos franquistas. Otros, desde posturas genuinamente antifascistas, exigen que haya una relectura del monumento y que de forma bien visible recuerde los crímenes del franquismo.

Reinterpretar, ¿hacia dónde?

Una de las cuestiones básicas es qué se puede considerar reinterpretar, tal como establece la ambigua pregunta del referéndum. No ha habido ninguna propuesta concreta sobre qué hacer con el monumento. Y eso le resta credibilidad, especialmente cuando algunos de los que defienden el mantenimiento argumentan que "ya está bien como está", y se han sumado a votar en favor del mantenimiento y la reinterpretación como mal menor. De hecho, hace décadas que algunos sectores apuestan por no tocar la obra de Saumells. Tortosins Pel Monument, la asociación ciudadana que defiende la pervivencia de la obra, es dirigida por Jaume Solé Purcalla, del PP, y su vicepresidente es el republicano Jordi Albero. Se presenta como apolítica, pero acoge en su seno a nostálgicos del antiguo régimen. Algunos de sus miembros incluso son capaces de argumentar que "Lo Monument" "nunca ha sido franquista". Por otra parte, hay dificultades objetivas para reinterpretar el monumento, ya que es difícil eliminarle la estética propia de un monumento dictatorial. Pero derribarlo también puede tener un coste muy elevado.

Reacción local

La campaña en favor del monumento juega con el sentimiento local agraviado por el centralismo. El presidente de Tortosins Pel Monument argumenta: "La campaña mediática para acabar con @LoMonument orquestada desde Barcelona cuesta mucho dinero... De dónde salen"?. Este dirigente popular se pregunta: "Por qué esta obsesión de los medios de la catalunya central de desprestigiar las Terres de l'Ebre"?. Probablemente las minúsculas de "catalunya central" y las mayúsculas de "Terres de l'Ebre" no son casuales. Uno de los motores de la campaña por el mantenimiento del monumento es, justamente, el derecho a decidir sobre las imposiciones foráneas: "Que sea el pueblo quien escoja el futuro del monumento". Desde organizaciones antifascistas se argumenta que la simple existencia del monumento es una ofensa a las víctimas de la dictadura y que ni que haya acuerdo local para mantenerlo se puede tolerar su conservación.

Cruz de los Caídos en el recinto del Calvario de Tortosa. Fuente: Memorial Democràtic.

Espectacular, pero no único

El Memorial Democràtic ha incluido el monumento de Tortosa dentro del Censo de simbología franquista de Catalunya. Es el más destacado de los 38 monumentos que existen en todo el territorio que violan la Ley de la Memoria Histórica. El censo incluye también 41 nombres de calle, 53 placas, 28 tumbas y lápidas, 26 cruces, 20 grabados o relieves, 5 obras de forja... Hay practicamente monumentos de todo el territorio. En Tortosa la lista también incluye la placa - monolito dedicada a Joaquim Bou, procurador en las Cortes franquistas, ubicada en la plaza del mismo nombre. En la misma localidad figura una placa a los Caídos por Dios y por España situada en el recinto del Calvari. Los expertos del Memorial reclaman la retirada de estos dos símbolos, así como las de algunas placas colocadas en varios edificios.

Borrar el pecado original

La supervivencia con toda su simbología del monumento a la Batalla del Ebro, y de tantos otros monumentos franquistas en el Estado español, sería incomprensible en otros países europeos. La democracia española intentó pasar por alto cualquier revisión del pasado para evitar interrogarse sobre sus propios fundamentos. La supervivencia durante tanto tiempo de la simbología franquista dice muy poco a favor de la transición política española. Y que el monumento a la Batalla del Ebro haya sobrevivido 10 años a la Ley de la Memoria Histórica sin modificaciones tampoco es muy alentador.