Too much (que Netflix ha estrenado por aquí como Sin medida) empieza con un estruendo. Jessica, encarnada por Megan Stalter, irrumpe enloquecida en la casa de Brooklyn donde duermen su ex-chico Zev y su nueva pareja influenciadora, Wendy. La protagonista de Too much creía haber encontrado al hombre de su vida y ahora se encuentra relegada de nuevo a la casa materna, con la madre, la abuela, la hermana depresiva y el sobrino. En esta caída en desgracia desarrolla una actitud obsesiva, espía las redes sociales de la Wendy y le habla como si la oyera. La directora de Too much es Lena Dunham, la creadora y protagonista de la serie Girls, que se emitió del 2012 en el 2017 y que obtuvo dos Globos de oro y un Emmy. Girls es una serie sobre cuatro chicas privilegiadas y solipsistas de unos veinte años que viven en Nueva York, y refleja todos los altibajos de la amistad femenina. Además, como tantas películas y series y libros ambientados a Nueva York, la ciudad y la euforia de vivir allí son parte indiscernible del argumento.

El éxito de Girls ha generado unas expectativas más altas de lo que la nueva serie Too Much puede ofrecer. El listón estaba muy alto

La vida de Dunham ha cambiado mucho desde que dirigió y protagonizó Girls, y es una creadora con tirada la autoficción. Cómo cuenta ella misma, en 2018 dejó el alcohol y Nueva York, y después de que su relación con el músico Jack Antonoff se acabara, fue a parar a Londres y conoció (ahora sí) al hombre de su vida™, el también músico Luis Felber. Se parece mucho al argumento de Too much, sobre todo con respecto al encuentro con Felber, pero no haremos ningún reproche a Dunham para hacer lo que hizo (muy bien) en Girls, que es hablar de ella misma. De hecho, el argumento de la nueva serie de la directora no solo está basado en la historia entre ella y su actual marido, al que conoció en Inglaterra, sino que el guion lo escribieron juntos. Eso, según ha explicado Dunham, no solo los ha ayudado a crecer en el ámbito profesional, sino que "también los ha ayudado en el campo personal". El éxito de Girls ha generado unas expectativas más altas de lo que la nueva serie Too Much puede ofrecer. El listón estaba muy alto.

¿Por qué 'Too much' no cumple las expectativas?

Si Girls nos explicaba Nueva York, Too much no nos habla de Londres, sencillamente porque Dunham no está familiarizada con Londres de la manera que lo estaba con Nueva York. En Too much, las diferencias culturales entre norteamericanos e ingleses son como una coletilla, una anécdota sin importancia. No le interesa Inglaterra ni tiene ninguna curiosidad por Londres. La curiosidad es la obsesión de salir adelante con la carrera de directora de publicidad y afinar el radar por los hombres, y por eso el pilar de Too much son los diálogos entre Jessica y Felix, conversaciones que están muy cerca de la terapia de pareja. Quizás el problema es lo de trabajar con la pareja y fortalecer la relación, que diría que en este caso va en detrimento del conjunto de la serie. Por ejemplo, hay unos personajes secundarios que se podrían explotar y que están infravalorados: la familia de mujeres judías de Jessica, los compañeros de trabajo que conoce en Londres, incluso el conserje del piso humilde donde se traslada, ella que se esperaba una casa al estilo de Jane Austen. En Too much ni ellos ni Londres en sí tienen bastante importancia, porque el eje central es la personalidad de Jessica y la relación que construye con Fèlix –y los miedos del uno y de la otra y la mochila emocional que cargan.

Podríamos cambiar el nombre de Felix para ponerle 'príncipe azul' y la explicación sobre él quedaría intacta: es paciente, ingenuo, leal y tolerante, y la quiere solo a ella

Otro inconveniente es que la figura masculina principal, el Felix inglés, más bien se define para ser la negación de Zev, el ex-chico neoyorquino. Podríamos cambiar el nombre de Felix para ponerle 'príncipe azul' y la explicación sobre él quedaría intacta: es paciente, ingenuo, leal y tolerante, y la quiere solo a ella. Felix llega como una salvación para Jessica, es un Darcy (referencia a Orgullo y prejuicio) alternativo que le cae del cielo cuando ya no contaba con ello. Pero aunque la actuación de Will Sharpe es buena –ya lo conocemos de la serie magistral White Lotus-, su personaje no se puede comparar con el personaje redondo del Adán de Girls, interpretado por el gran Adam Driver. Felix es tan bueno que es un personaje un poco plano, y las partes de Too much que he disfrutado más eran las que me dejaban ver el pasado neoyorquino de la protagonista y su relación fallida con Zev, interpretado por Michael Zegen. Tanto Jessica como su ex neoyorquino son judíos en el sentido que la cultura norteamericana ha explorado y explotado tan bien, desde Philip Roth hasta Woody Allen: un sentido del humor sexual y fueras de lugar, la relación ansiosa con la familia, la neurosis compartida. Too much explota mucho más que Girls esta parte judía de Lena Dunham, y es una lástima que no tengamos ocasión de quedarnos un rato más en el ambiente judío de la familia de Jessica. En cambio, me sobraban algunos de los diálogos íntimos inacabables entre Jessica y Felix, interesantes por la directora y por su marido, pero no tan interesantes por el público.

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Jessica con su nuevo "príncepe azul"

Quizás me equivoco, pero es posible que los retratos sobre el solipsismo femenino y una personalidad "efervescente" y "joven" no dan para hacer muchos productos culturales más

El tercer problema que veo es el foco en la personalidad, que en Girls tenía mucha gracia, pero que empieza a agotarse. El encanto de Dunham como creadora radica en sus personajes entre encantadores y cringe, que hacen sufrir y que son, efectivamente, excesivos, por más que la protagonista problematice la definición de mujer caótica, "messy", porque entiende que esta categorización es una variante de la misoginia. Mientras veía Too much me costaba no ver las semejanzas|semblanzas con la película a La peor persona del mundo, que arrasó en el mismo sector de la población que Girls: el de las mujeres que ahora están en la treinta. Las protagonistas hace mucho que están "liberadas", que no tienen complejos para estar desequilibradas y que alivian al espectador –a menudo, la espectadora–, para tener vidas notoriamente más 'caóticas' que la nuestra. Quizás me equivoco, pero diría que los retratos sobre el solipsismo femenino y una personalidad "efervescente" y "joven" no dan para hacer muchos productos culturales más. Una parte de la gracia que tenía Girls (y tenía mucha) era la de las chicas privilegiadas a la veintena: la exploración alocada, la ambición y los errores, y sobre todo aquella sensación que el mundo y las oportunidades que ofrece están todavía para abrirse. Pero eso a los treinta empieza a cambiar, y este cringe "juvenil" se tendría que transformar en otra cosa. A los millenials, en definitiva, nos ha llegado la hora de crecer y de ser menos solipsistas y "excepcionales", por mucho que nos pese. Dunham lo sabe, pero todavía no lo ha llevado del todo en la práctica.

El efecto confort por comparación también pasa a Too much: la mayoría de nosotros está más centrada (y más delgada) que Jessica, y hay un placer extraño en constatar que incluso ella ha encontrado la suerte, a pesar de su locura y de su sobrepeso evidente y reivindicado. En este sentido, Girls ya era una declaración de intenciones, porque la protagonista (Hannah, encarnada por la misma Lena Dunham) no es ni especialmente atractiva ni delgada, pero se exhibe a menudo desnuda, sin pudor. Too much, como es lógico, va en la misma línea: Jessica está gorda y es preciosa, es las dos cosas. Tiene un estilo único, y cautiva a los hombres porlo que es. Además, y para mí esta es la clave, la protagonista de Too much no se preocupa por el tamaño de su cuerpo. Eso es más importante que nunca, ahora que el discurso bodypositive y la alabanza de las curvas hace tiempo que retrocede y que vuelven los fantasmas de la anorexia de los noventa y de principios de los dos mil –la anorexia femenina siempre vuelve porque no se ha llegado a ir nunca. En eso, Dunham no decepciona. Y en el resto tampoco decepciona del todo, pero peca de lo que os decía antes, haber tenido demasiado éxito. El problema son las expectativas, como dice Jessica cuándo aterriza en Londres.