Este viernes, 10 de mayo, llega a los cines Steve Bannon, el gran manipulador, un documental de 90 minutos que ha grabado Filmin basado en la figura de Steve Bannon, asesor de campaña de Donald Trump e impulsor de muchas de las candidaturas populistas ultraderechistas a las elecciones europeas. En realidad, Bannon se ha convertido en una especie de gurú de la extrema derecha y ha apostado claramente para apadrinar ciertas candidaturas a a las próximas votaciones al Parlamento Europeo... Incluso ya se ha mostrado partidario de Vox. En Barcelona el documental se pasará en los Balmes Multicines, en versión original subtitulada.

Un documental excepcional

No hay ninguna duda de que Alison Klayman, la directora de Steve Bannon, el gran manipulador (y también de Ai Weiwei: Never Sorry y Take Your Pills) no se siente próxima a Bannon. Y, a pesar de todo, ha tenido acceso a menudo a él. Durante dos años, Klayman ha seguido a Bannon y ha tenido acceso a grabarlo en la intimidad. Lo filma hablando con sus colaboradores, recibiendo visitas de aspirantes a senadores, dando mítines a fervientes republicanos, o siendo entrevistado por periodistas hostiles... Y, como dice el título, Bannon juega con habilidad con sus interlocutores. Muestra su simpatía por los judíos, pero al mismo tiempo colabora sin problemas con neonazis. Asegura su respeto por el Islam, pero es uno de los responsables de la negativa de dar visados a los ciudadanos de algunos países musulmanes... Promete apoyo a los obreros, pero al mismo tiempo apuesta por medidas liberalizadoras que pondrían en peligro sus derechos... Asegura ser el gran defensor de las mujeres y apuesta por planteamiento misóginos... Juega a ser responsable, pero al mismo tiempo presume de haber sido juzgado por pegar un puñetazo a alguien... Es bien difícil saber hasta dónde llega su cinismo. En algún punto, incluso, llega a argumentar que usa el tema de la inmigración "para atraer la atención de la gente", pero que no es su objetivo principal, sino que lo utiliza como reclamo para ser un argumento simple. En realidad, el cinismo de Bannon probablemente no es tan diferente al de cualquier político en campaña. Pero en el documental es demasiado evidente. Quizás tienen razón aquellos, como Paxton, que argumentan que el fascismo no es una ideología como tal (y por lo tanto equiparable al socialismo, al liberalismo o al comunismo), sino que es, sobre todo una doctrina basada en la acción y en el acceso, como sea, al poder.

Bannon: Estamos librando una guerra

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La misión de Bannon

"Yo creía que hacía el trabajo del Señor", explica en un momento del documental el propio Bannon, sin saber exactamente qué es lo que cree ahora. Dios, la Divina Providencia, o ambos, también serían los responsables, según el propagandista ultraconservador, de la victoria electoral de Trump. Bannon es capaz de defender las medidas más extremas apelando a una situación de emergencia: "Estamos librando una guerra", dice, e intenta que sus oyentes se sientan víctimas de una guerra. La base de su discurso es la diferenciación entre "los nuestros" y "los otros", y entre los buenos, la "gente decente", y los malos: "Estamos en el lugar correcto", acostumbra a afirmar ante sus oyentes, mientras estigmatiza a todos en los que no lo estarían. El solo hecho de pertenecer a la "gente decente" justificaría, según él, el hecho de hacer cosas no demasiado decentes: "La gente que mete bombas en sinagogas no es antisemita", llega a decir... Y en el documental se muestra como defiende la candidatura a senador por Alabama de un juez acusado de abusos sexuales...

Populismo y nacionalismo económico

Bannon se define como un populista que trata de agrupar a los populistas. Para él esta palabra no tiene ninguna connotación negativa. Por otra parte, es un defensor a capa y espada del nacionalismo y, sobre todo, del nacionalismo económico. Eso no deja de ser contradictorio con el hecho de considerarse "al frente de una revolución global". Paradójicamente, este hombre que clama contra las injerencias exteriores en su país no tiene problemas al defender su derecho a intervenir en la política de otros países. En realidad, el nacionalismo de los Estados Unidos se vería muy favorecido si el proyecto de Bannon saliera adelante y en las próximas elecciones europeas ganaran posiciones los euroescépticos y rebajaran el nivel de integración europea, lo que facilitaría las batallas comerciales de Trump. La solidaridad entre nacionalismos no es fácil.

Bannon ha afirmado que haría todo lo posible por combatir el independentismo catalán

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¿Malas compañías?

Bannon tuvo sus diferencias con Trump: lo acusó de traidor y de antipatriota por sus tratos en campaña con Rusia. En respuesta, el presidente norteamericano lo trató públicamente de "Steve el chapucero", lo acusó de haber perdido la cabeza y lo expulsó de la Casa Blanca. El documental muestra claramente los altibajos de su relación. Fueron tiempos difíciles para Bannon, ya que perdió financiación y capacidad de influencia. "Intentan deshacerse de mí", afirmaba, con un cierto victimismo. Más adelante volvió a defender a Trump y repitió que se trataba de una "figura histórica", aunque, quizás refiriéndose a él mismo, afirma que "La gente que está al nivel de Trump no tiene amigos". Quizá por eso diversificó sus actividades y se lanzó a actuar en diferentes puntos del mundo.Ha manifestado su apoyo a populistas de todo tipo: desde Nadrenda Modi, el presidente indio, del partido nacionalista hindú BJP, hasta Rodrigo Duterte, el presidente filipino famoso por su guerra sucia contra el narcotráfico, pasando por el abanderado del Brexit, Nigel Farage, o Viktor Orbán, el primer ministro húngaro, contrario a los gitanos y a los extranjeros... Ya se ha proclamado "admirador de Vox" y ha afirmado que haría todo lo posible por combatir el independentismo catalán. Ahora tiene los ojos puestos a las elecciones europeas. Quiere crear una "agenda unificada" para todos los populistas, aunque sus intereses a menudo no sean complementarios. Afirma que cuando hayan ganado, les convencerá de que lo que hay que hacer es destruir el Estado (y dar campo libre al capital, se supone).

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¿Hacia dónde vamos?

Steve Bannon adopta tonos apocalípticos cuando habla de la política profesional (dice que la Casa Blanca tiene "mal karma" y que allí se notan las malas energías). Él prefiere trabajar entre bastidores. Pero no puede renunciar a la fama, quizás por simple ego. Es muy hábil usando los medios. Está convencido de que vale más que hablen de ti, aunque sea mal, que no que te ignoren. Y en el documental de Alison Klayman usa todos los recursos posibles de seducción, presentándose como un hombre atento, amable, aunque en algún caso sufre estallidos de ira. En realidad, los partidos populistas han sabido aprovechar las campañas en su contra para darse mayor notoriedad. Este documental no aporta muchas cosas que no se supieran (más allá del hecho de que Bannon bebe Red Bull de forma compulsiva). La mayoría de lo que pone al descubierto la película se sospechaba, aunque Klayman lo explica magníficamente. Queda para saber si Steve Bannon, intenta, justamente, que este vídeo sea parte de su campaña electoral y si realmente servirá para enfrentarse con él o para reforzarlo. Probablemente, ni una cosa ni la otra, porque es muy posible que sólo lo vean los adversarios del activista ultra.