Que anda la gente de la calle revuelta con eso de que Santi Millán se grabara follando con una mujer que no es la suya: recién salidos de misa de doce, se deben creer estos chequeadores de dios que ellos llegaron al mundo colgados del pico de una cigüeña. Luego se rasca un poco en su escudo de personas dignas y quien más chafardea es quien más tiene que callar: pobres desgraciados envidiosos que mendigan atención y amor de sábana en cualquier esquina, y aún se atreven a juzgar lo ajeno.

Por si no se habían enterado los lectores, Santi Millán folla. Porque la gente folla. Porque tú también follas. Porque follar es algo normal, como beber agua de un cántaro o pagar las facturas a las puertas de un cajero automático. Y fornicar (aún) no es delito en este mundo de locos. Tampoco grabarse haciendo lo que a uno le plazca, aunque algunos consideren que por ser el presentador una figura pública tiene que cohibirse en su intimidad, guardarle el luto al público y no explotar sus fantasías. Lo que sí se paga hasta con pena de cárcel es que alguien haya difundido ese vídeo sexual sin el consentimiento de sus protagonistas y haya frito su intimidad en las parrillas de todas las pantallas. Tan liberados parecemos y tan mormones somos en nuestras rutinas, incongruentes hasta la saciedad. Pero qué esperamos: hablan los mismos catetos incongruentes que censuran Buzz Lightyear por un beso lésbico o que se amedrentan viendo un pezón en un escenario mientras tararean ella es callaíta pero pa'l sexo es atrevida. Lo dice muy claramente el dicho: lo que difunde Pedro de Juan dice más de Pedro que de Juan. 

Santi Millán folla. Porque la gente folla. Porque tú también follas. Porque follar es algo normal. Y fornicar (aún) no es delito en este mundo de locos

Se han ido paseando desde entonces las actitudes inmorales y los comentarios indecentes. Que si pobre cornuda, tan vulnerable y depresiva después de ver a su marido en los brazos de otra. Que si vaya campeón, qué semental, menudo sinvergüenza. Como quien juega a ser dios con un dedo mirando al techo. A mi se me hace bola. Ya no es porque atenta contra el sentido común y contra el futuro que algunos queremos. Es que, individualmente, quién nos hemos creído desde este lado del río para hipotetizar sobre quién es mártir o verdugo, sobre cómo han decidido el presentador y Rosa Olucha, su pareja, vivir su relación. Porque todas las coletillas escuchadas estos días van a desembocar en el mismo mar de siempre: a un charco de agua sucia que victimiza y compadece a la mujer por vicio y en la que todo vínculo que salga de la monogamia es susceptible de ser criticado, despreciado y exiliado. 

Lo explicó demasiado bien la propia Olucha en un post de Instagram, después de la polémica —después de evidenciarse el delito—: “Yo no soy una víctima y aquí no hay bandos ni propiedades. Ni él es mío ni yo soy suya. Para los que no lo sepan, existen muchos tipos de familia. En la nuestra, la libertad, el respeto y la tolerancia son los pilares sobre los que hemos construido este proyecto. Me da mucha pereza ver que a estas alturas el sexo consentido y privado siga causando escándalos”. Soberbia, grandiosa, bravísima Rosa, ella sola contra el paternalismo y la condescendencia, menuda lección impoluta sobre cómo deberíamos vivir las relaciones ajenas: metiéndonos las opiniones por dónde nos quepan. La directora calló bocas pero también evidenció el desconsuelo, uno que nos manda directos a la cola de los suspensos: que si una realidad necesita ser explicada es porque continúa siendo un tabú desnaturalizado, por mucho que finjamos habernos sacudido la caspa de los ombros.

Todas las coletillas escuchadas estos días van a desembocar en el mismo mar de siempre: a un charco de agua sucia que victimiza y compadece a la mujer por vicio y en la que todo vínculo que salga de la monogamia es susceptible de ser criticado, despreciado y exiliado

Muchas personas abiertas veo yo de boquita y menos de acto: los que tienen una mente anchísima como un campo de fútbol no lo pregonan; el resto de la tribu social está formada por caricaturas nefastas que ven en la libertad y la diversidad sexo afectiva una moda que hoy toca seguir y mañana a otra cosa. Intuyo que la caverna sigue haciendo mella en nuestra educación de naftalina y que para muchos señores y señoras mirar hacia afuera es la mejor táctica para no observarse por dentro. Debe ser más sencillo lapidar la libre elección de Santi Millán que ahondar en los estragos de una relación matrimonial que agoniza o darse cuenta que los patrones tradicionales de esta sociedad pseudolibre nos inmunizan hasta reproducirlos como cobardes. Pero es que ya lo decían los Beatles en su Strawberry Fields Forever, señalando al ignorante, como una intuición premonitoria: “vivir es fácil con los ojos cerrados malinterpretando todo lo que ves”.