Ya no está tan claro que el agua del mar sea salada y la de los ríos sea dulce. Un tercio de los ríos de todo el Estado tiene exceso de sal... En algunas cuencas fluviales de la península Ibérica (el torrente de Soldevilla en Sallent, la llanura del río Ebro o la región de Murcia), algunos ríos tienen salinidades tres o cuatre veces superiores a la del medio marino. Y eso puede provocar graves impactos medioambientales, económicos y de salud global. Lo peor es que es una tendencia que no es fácil revertir. Se prevé que, en el futuro, el calentamiento global, el uso creciente de agua para el consumo humano y la explotación de los recursos naturales del suelo con la minería, la agricultura y la ganadería, agravarán todavía más el problema de la salinización de los ríos. Este es el resultado de un estudio realizado por un equipo de expertos, liderado por los expertos Miguel Cañedo-Argüelles, miembro del Grupo de Investigación Freshwater Ecology, Hydrology and Management (FEHM-UB) y del Instituto del Agua de la Universitat de Barcelona (IdRA), Ben Kefford (Universidad de Canberra, Australia) y Ralf B. Schäfer (Universidad de La Landau, Alemania).

Impacto sobre los animales de los medios acuáticos

Algunos organismos mueren por efecto de la exposición a un medio acuático con un exceso de concentración salina. Los expertos investigan cómo la fisiología de los insectos acuáticos se altera en ríos salinizados, ya que tienen que adaptar el metabolismo para regular la presión osmótica interna y adaptarse a las condiciones ambientales. Este proceso de adaptación tiene un elevado coste energético y puede afectar a las funciones vitales y causar el colapso de los organismos (incluso en aguas con concentraciones salinas tolerables). Los autores también analizan si otras especies de insectos acuáticos —más habituadas a la alta salinidad— suelen habitar en los ríos salinizados porque no toleran las aguas con menos sales o por otros motivos. Todo indica que estas especies "salinas" toleran perfectamente las aguas poco salinizadas pero parece que colonizan los hábitats más extremos para evitar competidores y depredadores. Según las conclusiones, la respuesta de los insectos acuáticos a las condiciones del medio varía según cómo avanza el gradiente de salinidad: en ríos con altas concentraciones de sales, la población se empobrece y disminuye el número de especies, mientras que en los ríos con menor salinidad los organismos salinos son sustituidos por especies de agua dulce.

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Foto: Rubén Ladrera. Universidad de la Rioja.

El bosque de ribera, afectado

El paisaje típico del bosque de ribera también se ve alterado por el efecto de la salinización. A más concentración de sales en el medio acuático, menor actividad de descomposición de la hojarasca que proviene del bosque como resultado de la reducción de la población de insectos que la utilizan como alimento. También cambian las condiciones de palatabilidad de las hojas de la vegetación de ribera —las sales disueltas son absorbidas por los árboles— y eso también podría afectar a la fauna acuática. En paralelo, hongos y bacterias parecen mostrar mecanismos para mantener su eficacia fisiológica en ríos con altos niveles de sales.

Medidas urgentes

"Se hace evidente que la legislación actual sobre la salinización de los ecosistemas acuáticos es demasiado laxa e incompleta y todavía faltan medidas de gestión efectivas", subraya a Cañedo-Argüelles. "La medida de gestión más importante y urgente es establecer concentraciones límite de iones en el agua para proteger la biodiversidad y la salud de los ecosistemas acuáticos". En la actualidad, algunos países como Australia y Estados Unidos han hecho algunos avances para regular el nivel de salinización en los ríos, pero el nivel de protección es todavía insuficiente. Hará falta potenciar la colaboración de todos los agentes implicados para activar acciones preventivas y de gestión adecuadas y preservar así la salud medioambiental de los sistemas fluviales amenazados por el grave problema de la salinización, alertan a los expertos.