Ni en número de espectadores, ni en impacto mediático, ni en memorabilidad ha podido Rumbo al infierno (Hellbound) acercarse a El juego del calamar. Y quizás es injusto comparar la nueva serie coreana de Netflix con la ficción más exitosa de su historia, pero también es inevitable. Porque la plataforma ha encontrado un filón en las producciones coreanas violentas, y es evidente que el impulso promocional que recibió Rumbo al infierno no habría sido lo mismo si no fuera por el fenómeno del calamar. Un empuje que ayudó a la serie a colocarse rápidamente en el top 10 de las más vistas de Netflix, pero la difusión boca a oreja no ha sido lo bastante intensa para llegar al número 1. Será porque para los que la han visto no vale tanto la pena.

Más potente sobre el papel

Rumbo al infierno presenta un escenario donde una misteriosa entidad a la que nombran "ángel mensajero" se presenta ante ciertas personas para anunciarles el momento de su muerte. Cuando este llega, aparecen unas grandes criaturas del infierno para cumplir con la profecía y dejar sus cuerpos calcinados.

Rumbo en el infierno

A pesar de la premisa de carácter sobrenatural, la serie intenta anclarse en la realidad siguiendo la investigación policial de estos extraños sucesos y planteando reacciones lógicas por parte de la sociedad, como una secta obsesionada con ver en estas muertes una señal de Dios para parar el pecado.

Todo recuerda bastante a aquella mítica Flashforward, una ficción donde toda la población veía en el mismo momento donde estarían al cabo de 6 meses y tenían que gestionar el hecho de saber cuál era su futuro. Pero el problema de aquella serie, que acabó cancelada, era el mismo que encontramos en Rumbo en el infierno: la idea parece más potente sobre el papel que lo que después se acaba viendo en pantalla.

Camino de altibajos

Y eso que la serie dirigida por Yeon Sang-Ho (Train tono Busan) empieza con mucha fuerza mostrando la violenta forma con que las terroríficas criaturas del infierno eliminan a un individuo. A partir de aquí, se observan las diferentes reacciones al fenómeno sobrenatural por parte de diferentes sectores, y no todos despiertan el mismo interés.

Más allá de las misteriosas motivaciones del líder de la secta de la Iglesia de la Nueva Verdad, interpretado por Yoo Ah-in, y de la investigación policial que consigue darle un giro a este tipo de tramas que tantas veces hemos visto, el resto de subtramas no aportan nada que sea realmente relevante para la historia que se quiere explicar.

Eso provoca que la intensidad que caracteriza a la serie a menudo pierda comba. La violencia salvaje y los impactantes giros de guion ayudan a recuperarla, pero el resultado acaba siendo un camino de altibajos bastante irregular a lo largo de los seis capítulos de la serie.

Una estética poco memorable

Y si Rumbo al infierno no ha llegado a todo lo que consiguió ser El juego del calamar también es por su estética. Las imágenes fueron un factor importantísimo para convertir a esta última en icónica y, en este caso, no tenemos muchas que se vuelvan memorables.

rumbo en el infierno netflix serie criaturas

Quizás es porque en lugar de colores vivos y chillones la serie tiende constantemente al gris, o porque el diseño de las criaturas del infierno no acaba de estar bien logrado. Y estoy convencido de que la misma historia con una estética más potente habría obtenido mejores resultados. Pero estos defectos no convierten a Rumbo al infierno en una mala serie. No lo es en ningún caso. Tiene una premisa original, un guion sorprendente y plantea cuestiones morales y éticas relevantes, pero hay ciertos elementos mejorables que le impiden poder escribir su nombre en la lista de grandes éxitos de Netflix con la misma tinta que el calamar.