Dos no se pelean si uno no quiere. Excepto en el rap. La tradición del género nos ha dejado batallas monumentales entre barras. La última, que se coló en todos los teléfonos móviles, tuvo como protagonista a René Pérez Joglar, Residente, cabalgando sobre las bases burlonas de Bizarrap, y con un objetivo claro: J. Balvin.

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La tiraera, directa e hiriente, era carne de gossip. Pero también, haya lo que haya entre los dos músicos de fama internacional, paradigma de los valores intocables para Residente. El que pillaba era el colombiano, pero el trasfondo era leitmotiv de la carrera del puertorriqueño: salva a la honestidad, crítica a la industria, al imperialismo y al capitalismo. El texto era ambivalente: a trozos una delicia, a otros falaz, ad hominem de libro. Mojarse es complejo. Así lo sabe el rapero de Puerto Rico, al que no le han costado pocas polémicas sus opiniones sobre la política en su país, el star system musical o el colonialismo en Latinoamérica (véase el hit del mismo nombre de Entren los que quieran).

residente encabeza nominaciones latin grammy / Foto: Europa Press
Foto: Europa Press

Siempre apegado a sus raíces, incluso el nombre del mundialmente reconocido grupo que compartía con sus hermanos (Ile y Eduardo Cabra) remitía al barrio: Calle 13. La dirección más famosa del mundo. Pese a unos inicios enfocados en la fusión de músicas urbanas y ritmos caribeños, Calle 13 no tardarían en traspasar fronteras con un pelotazo sobrevenido: Atreve-te-te. Era 2006 y en ese momento les cayó su primer Grammy. Acabarían publicando otros tantos discos, cada vez más enfocados al contenido social, pese a la fama internacional que habían recabado. René y sus hermanos habían mamado el compromiso social y artístico en casa: su madre, Flor Joglar de Gracia, formó parte de Teatro del 60 y perteneció a la Juventud Independentista Universitaria y su padre, Reinaldo Pérez Ramírez, era abogado laboralista, músico y escritor. Participó en diferentes brigadas internacionales.

El compromiso social de Calle 13

El asentamiento definitivo de esos valores en la banda se daría en Multi viral (2014), con la participación de Julian Assange denunciando la manipulación mediática. A partir de ahí, Calle 13 destacó por colaborar en campañas de Unicef o Amnistía Internacional, además defender los derechos de los pueblos indígenas. La banda incluso inventó iniciativas como la de pedir al público que donara materiales escolares para personas vulnerables. Las proclamas y campañas de René iban en aumento, sobre todo en la crítica a la política exterior estadounidense, pero también cuidó de los referentes artísticos. Multi viral cuenta con la deliciosa Ojos color sol con Silvio Rodríguez. Durante la carrera con sus hermanos colaboró con Café Tacvba, Mala Rodríguez, Tego Calderón, Orishas o Rubén Blades.

Con Calle 13, las proclamas y campañas de René iban en aumento, sobre todo en la crítica a la política exterior estadounidense

Tras cinco álbumes, cada miembro emprende carrera en solitario. La de Residente se enfoca en proyectos que ahondan en las músicas del mundo, basadas en su mestizo ADN, como el álbum homónimo de 2017. Además publica singles junto a Bad Bunny o, el más reciente, el aguerrido –junto a Ibeyi– This is not america. El puertorriqueño se ha embarcado en giras mundiales, como la que ya le trajo al Cruïlla en 2017, con bandaza y perreo a tutiplén, antes de que el perreo fuese algo cool. Repite en el festival este jueves.

Residente es el rey de los Grammy Latinos

Una carrera de éxito que se ha saldado con 26 Grammys latinos (hermanos iberoamericanos de los Grammys estadounidenses) hasta el momento. Paradojas, Residente es el segundo artista con más galardones, solo por detrás de Juan Luis Guerra. Pero como no solo de diss –abreviatura de disrespect, como se conocen las canciones de piques entre artistas– vive el hombre, la carrera de Residente ha buceado en los últimos tres años fuera de las riñas e incluso de lo puramente social.

Dos canciones escritas durante la pandemia dejaron heladas las redes. Twitter dejó de ser Twitter por unas horas. No había hate. El sentimiento era unánime: imposible no emocionarse con René o Antes que el mundo se acabe. La primera era un minimalista repaso por su biografía como artista y la relación con su país, sin panfleto de por medio. El artista se abría hasta puntos inauditos, hablando de salud mental y adicciones, de añoranzas y contradicciones. La segunda canción no admitía engaño en el título: para lo que queda en el convento… Una oda al amor en presente en tiempos de encierro. Ambas se convirtieron en símbolos musicales en los momentos más crudos de la pandemia. Y en la prueba de que la barra más poderosa no siempre es la más chulesca, agresiva y de aires a menudo heteruzos.