Coincidiendo con la Setmana del Llibre en Català, la Associació d'Editors en Llengua Catalana, como cada año, ha presentado un balance sobre la edición en catalán en 2015, mediante los datos obtenidos de un estudio de la Federación de Gremios de Editores. La Associació hace una valoración optimista de estos datos, y da por finalizado el descenso: es el segundo año consecutivo que la facturación del libro en catalán sube. Eso sí, los datos de ventas todavía están muy lejos de los de 2008.

El descenso

La crisis del 2008 supuso un golpe en toda regla al conjunto del sector editorial, y afectó duramente al libro en catalán. El gasto de los hogares en ocio se redujo sensiblemente y eso implicó una reducción de la compra de libros. Por otra parte, las administraciones redujeron significativamente las compras de libros para las bibliotecas. La crisis llegó en un momento particularmente difícil para los libros: la expansión del libro electrónico facilitó la piratería y mucha gente leía sin pagar los correspondientes derechos. Por otra parte, con las redes sociales llegaban nuevos tipos de ocio que competían con el libro, y algunos sectores de población iban perdiendo el gusto por la lectura. Con todo eso, la crisis en el mercado editorial catalán fue espectacular de 2008 a 2013.

Indicadores positivos

Los editores en lengua catalana consideran que, después de unos años muy complicados, lo peor de la crisis ya ha pasado. Los datos de que disponen, de la Federación de Gremios de Editores, indican una cierta recuperación limitada. En 2014 la facturación del libro en catalán se elevó a 222,95 millones de euros, y en 2015 creció hasta los 230,31 (muy lejos, sin embargo, del 255,56 millones alcanzados en 2008). No sólo crece la facturación: también aumenta el número de libros publicados (de 10.272 en 2014 a 11.348 en 2015), aunque la tirada media disminuye (esto se debe, en parte, a que cada vez es más fácil reeditar y los editores tienden a ajustar sus tiradas para no acumular stocks). Pero este aumento de las ventas se debe, en buena parte, al incremento de la facturación del libro de texto (que supone casi la mitad de todas las ventas). Hoy por hoy el 14% de los libros editados en el Estado lo son en catalán; y de estos, el 90% se publican en Catalunya (donde se edita también el 43% de los libros en castellano). Así, pues, el 45% de la facturación del libro en Catalunya corresponde al libro en catalán, unos datos que se pueden considerar positivos si tenemos en cuenta que la oferta de títulos en catalán es más reducida y que hay mucha gente que no es catalanohablante de origen.

Los puntos débiles

Si excluimos el libro escolar, el porcentaje de la facturación del libro en catalán, con respecto al total, disminuye hasta el 25%. Es decir: buena parte del libro que se compra en catalán se corresponde en el libro escolar, dictado por las escuelas, y no a las obras que escogen libremente los lectores. Por otra parte, es preocupante que la facturación del libro infantil y juvenil en catalán sufra un descenso de casi el 3%: podría indicar que las nuevas generaciones van perdiendo el hábito de la lectura (aunque hay quien lo atribuye a la creciente tendencia a compartir y sociabilizarse los libros). La facturación del libro electrónico se ha estancado entorno al 5% del total. No queda muy claro si eso sucede porque no crece la lectura de libro electrónico o porque la piratería aumenta. También hay problemas para garantizar la continuidad de las traducciones, aunque de las 11.348 obras publicadas en catalán, hay 625 que son traducciones. Ante la baja cantidad de las tiradas, los editores en catalán se ven obligados a poner precios superiores a la edición castellana, si no tienen ayudas, por ello reclaman que se incrementen las partidas destinadas a esta tarea. Los editores exigen que, para la promoción del libro en catalán, haya una actuación decidida de las administraciones, y piden que se reactive ya la compra de fondo para las bibliotecas, una promesa del conseller de Cultura, Santi Vila. Y por otra parte los editores insisten en qué hay que mejorar los hábitos lectores de los catalanes, que todavía se sitúan en cifras muy bajas.