Chavela Vargas es la voz del desgarro. Un alma descarriada que pone a llorar hasta al mismísimo diablo. Una mexicana que nació en Costa Rica, una mujer con espíritu de macho, una alcohólica que se enamoró del tequila y de mil amantes pero que estuvo sola demasiadas veces. Una lesbiana en la sombra que revolucionó los patrones sociales como ninguna. Que le cantó al dolor como ninguna. Una amiga para Frida Kahlo, una pupila para José Alfredo Jiménez, una musa para Pedro Almodóvar, "su marido en la tierra". Una cantante de rancheras genuina para Ava Gardner o Elizabeth Taylor. Este viernes se cumplen diez años de su muerte y La Chamana continúa siendo referente por su música pero, sobretodo, por su personalidad batallera, libre y única: nadie podrá quebrarse nunca como Chavela.

Quién supiera reír como llora Chavela es quizás la mejor frase que se ha escrito para describir una personalidad. La escribió Joaquin Sabina para reflejar cómo era ChavelaExplicó Sabina en su momento que un día la cantante le dijo que ella vivía en el bulevar de los sueños rotos, y que él tuvo que hacerle una canción con esa frase: entonces Álvaro Urquijo, líder de Los Secretos, la musicó, y así nació Por el bulevar de los sueños rotos, una biografía en 4 minutos que explica quién es esta gata valiente de piel de tigre con voz de rayo de luna llena. Quién supiera reír como lloraba Chavela. Quién supiera caer en las cenizas y levantarse como Chavela, tan impetuosa, tan magnánima. "Desde Jesucristo, nadie ha abierto los brazos como ella", sintetizó Almodóvar.

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La más macha entre los machos

Isabel Vargas Lizano nació en Costa Rica el 17 de abril de 1919. Aries de pura cepa, personalidad arrolladora, no le gustó que le dijeran lo que tenía que hacer y, mucho menos, cómo tenía que ser. Creció sin sentirse querida. Lloraba cuando recordaba su infancia, sus ratos en absoluta soledad, esa vez que el cura la echó de la iglesia. Se marchó a México para liberarse de una familia que no la aceptaba. Y allí empezó a tejerse la leyenda: murió Isabel y nació Chavela. Sus inicios en el país de las cantinas y los mariachis estuvieron marcados por los patrones sociales, pero le duraron poco. Después de trabajar de cocinera, camarera o conductora de coches privados, empezó a hacer algunas presentaciones artísticas, pero los tacones y los vestidos escotados tradicionales de las cantantes mexicanas no estaban hechos para ella. 

En los 80 la dieron por muerta, aunque en realidad estaba malviviendo, sin un duro y dejándose cuidar por algunas amistades mientras se recuperaba de su adicción; regresó en los 90 y se acabó de crear el mito

Se convirtió en la primera mujer en subirse a un escenario con pantalones, desafiando a la sociedad católica y machista, y sembrando el que se convertiría en un estilo inconfundible que revolucionó la música ranchera y las melodías regionales mexicanas. Convirtió el canto folclórico de las tragedias amorosas en llantos desconsolados. Y le daba igual que le llamaran marimacho. Si había que ser un macho en tierra de hombres, ella sería la más macha entre los machos. Su secreto a gritos era su orientación sexual, aunque no fue hasta los 80 años cuando reconoció públicamente que era homosexual. Nunca pretendió ser un icono para el movimiento, pero hoy en día se la reconoce como un gran referente de la diversidad sexual por ser una persona que se adelantó a su tiempo y que siempre vivió anteponiendo sus principios a una sociedad claramente patriarcal. 

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En el escenario —y en la vida en general—, su desparpajo vino potenciado por el alcohol, su fiel amigo y amante. Chavela llegó a decir que había tomado más de 40.000 litros de tequila en vida. "El alcoholismo es una dependencia del alma, una enfermedad de soledad, de abandono, de estar rodeado de muchas gentes y, al final, nada", explica ella misma en Chavela, el documental sobre su figura que estrenó Netflix hace un par de años. No concebía cantar sin beber; la problemática fue tal que sus conciertos mágicos se convirtieron en un espectáculo dantesco. En los 80 la dieron por muerta, aunque en realidad estaba malviviendo, sin un duro y dejándose cuidar por algunas amistades mientras se recuperaba de su adicción. Regresó en los 90 y se acabó de crear el mito. Encontró en España todo el reconocimiento que le fue negado en México de la mano de Almodóvar, Martirio o Miguel Bosé, entre otros artistas de la farándula madrileña, y fue en México donde acabó de asentar una carrera de más de 50 años.

Chavela Vargas soñaba con morirse encima de un escenario. Cuando ya se sabía flojita y veía a la muerte dando tumbos a su alrededor, quiso volver a Madrid para dar un último concierto. No se cumplió su sueño esa noche —la de morirse cantando— pero terminó ingresada y pidió rápidamente que la llevaran a México, la tierra que la adoptó, allí donde quería morir. Logró volver a su casa de Tepoztlán. Y dicen que las últimas palabras de la creadora de La Llorona, En el último trago o Macorina fueron: "Me voy con México en el corazón". Y ya hace 10 años de eso.