La gente del Poblenou la llama plaça dels Pescadors, aunque oficialmente se llama Plaça Prim, en homenaje al general catalán que bombardeó duramente Barcelona en 1843 (y que a pesar de todo continúa presente por triplicado en su nomenclátor, con una plaza, un pasaje y una rambla). Se trata de una pequeña placita, situada bien cerca del mar, entre la calle Fernando Poo y la calle del Laberinto. Un bonito rincón, a unos centenares de metros del tramo final de la Rambla del Poblenou, que respira, todavía, todo el encanto de un pueblo de pescadores.

La zona antigua del Poblenou. Fotografía: Alba Valenciano.

Una sombra excepcional

Uno de los elementos más característicos de la plaza son los tres árboles de tronco retorcido de la especie bellaombra, también denominados ombú (Phytolacca dioica). La gran virtud de estos árboles es que dan una sombra muy agradable. Y por eso la plaça dels Pescadors es uno de los lugares de encuentro preferidos de la gente del barrio, que tiene una vida cultural y social muy intensa. A los vecinos les gusta divertirse en el propio Poblenou, donde tienen muchas actividades, y les da una cierta pereza ir al centro de Barcelona.

 

 

Casas de pescadores en la calle de Fernando Poo. Fotografía: Alba Valenciano.

El Poblenou más antiguo

La plaça dels Pescadors está en el corazón de lo que denominan "la T invertida", el centro histórico del Poblenou. Aquí encontramos las últimas casas del siglo XIX que todavía se conservan, de planta y piso, o de planta y dos pisos. Eran casas donde vivían los pescadores que están en el origen del nombre popular de la plaza. Pero también era su lugar de recreo, donde se paraban antes de ir a coger sus barcas a la playa. Los vecinos se sienten muy orgullosos de la parte antigua del barrio, y por eso iniciaron una campaña para salvar los adoquines que pavimentaban estas calles. Y consiguieron mantenerlos: es uno de los pocos sitios de Barcelona que se han salvado del asfalto y que lucen adoquines antiguos.

Licorería Herreras. Fotografía: Alba|Amanecer Venciano Mañé.

El 36, emblemático

En la calle Taulat nº 91, muy cerca de la plaça dels Pescadors, se encuentra un establecimiento bien peculiar: la Licorería C. Ferreres, una tienda de vinos conocida en el Poblenou como El Lloro del 36. El nombre del local procede de un loro gris de Guinea que tenían los propietarios del local a finales de los años cincuenta. Cuando hacía calor, el animal se pasaba muchas horas en su jaula, que colgaban fuera del local, frente a la estación final del tranvía 36. El animal, además de gritar a menudo "borracho, borracho," y de entonar la melodía de El puente sobre el río Kwai, imitaba a la perfección el sonido del silbato que daba la salida a los tranvías. Eso provocaba muchos problemas, porque a veces el tranvía salía antes de tiempo por culpa del loro. Ya hace mucho tiempo que se murió, el Lloro del 36, pero lo mantienen disecado, en su jaula, en la Licorería C. Ferreres, como uno de los últimos recuerdos de la presencia catalana en las colonias africanas. Y los gigantes del Poblenou, Bernat y Maria, siempre van acompañados de un peculiar gigantillo: el Lloro del 36, que viste pañuelo de obrero del Poblenou y gorra de empleado de los tranvías.

Gigantillo "El Lloro del 36". Fotografía: Jordiferrer. Wikipedia.

Comida en Els Pescadors

En uno de los laterales de la plaza encontramos Els Pescadors, una antigua taberna de pescadores que se ha convertido en un elegante restaurante, pero que sigue reivindicando una fuerte identidad de barrio. Cuenta con una amplia terraza, donde se puede comer al fresco. La sala de la entrada mantiene una estética de antigua taberna pero en el interior tiene dos comedores con un aire más moderno. Presume especialmente de los platos de pescado: pargos, doradas, gambas, cigalas, lubinas... Pero también tiene una amplia carta de arroces, que se cocinan con arroz bomba traído del delta del Ebro. El precio medio por comensal es de unos 50 euros.