“Esta es la película más importante de mi carrera porque, entre otras cosas, es la historia de mi vida”. La de David Serrano (Madrid, 1975) y la de muchos, porque uno de los ganchos de Voy a pasármelo bien está en plasmar, y celebrar, la adolescencia de muchos que vivieron (que vivimos) los años del EGB, de los bollycaos y las mirindas, de los empollones y los chulos, de rebobinar cintas de casete con un bolígrafo, de la leche de pantera y de aquel inocente primer amor. El de David Serrano se llamaba Layla, era compañera de clase y, de algún modo, le dejó una espinita que se ha quitado gracias a la ficción: “Mi relación con Layla no fue tan bonita como la de la peli, ni mucho menos, y de alguna manera quise darle a mi historia de amor el final que yo hubiera deseado que tuviera”, confiesa.

Más allá de su vinculación personal con el relato que plantea, Voy a pasármelo bien es una gozosa fiesta. Para boomers pero también para públicos de todas las edades. Contagia entusiasmo, vitalidad y buen rollo, supura inocencia porque éramos inocentes (y, en el fondo, desearíamos que el cinismo no nos evitara seguir siéndolo), y activa la memoria emocional. Y la musical, porque utiliza un puñado de éxitos de los Hombres G para poner a cantar y a bailar a sus protagonistas y al público. David Serrano tiene experiencia en este sentido desde tiempos inmemoriales: se convirtió en el guionista de moda del cine español con su primer libreto, el de El otro lado de la cama (2002), un exitazo que llevó a casi tres millones de espectadores a los cines, con una fórmula que mezclaba elementos de comedia romántica, de poliamor antes que nadie hablara de poliamor, y de canciones populares (de Los Rodríguez, Kiko Veneno o Tequila) usadas como elemento vertebrador.

Foto: Javier Naval

Tras otro pelotazo comercial, el de Días de fútbol (2003), su primer film como director, Serrano empezó a ver la otra cara de la industria, la del fracaso y el menosprecio, con su siguiente trabajo, Días de cine (2007). Y ahí le salvó el teatro musical, aquel Hoy no me puedo levantar al servicio de los temas de Mecano. Después llegarían a los escenarios Más de cien mentiras (basada en canciones de Joaquín Sabina), Grease y Billy Elliot. Y aún se atrevería con otra película musical, Una hora más en Canarias (2010).

Voy a pasármelo bien se estructura en dos líneas temporales: por un lado nos propone un viaje en el tiempo hasta septiembre de 1989, cuando David y sus amigos, los Pitus, empiezan octavo de EGB. La llegada a clase de Layla, una nueva alumna, despertará sentimientos desconocidos a nuestro protagonista. Por el otro, un David cuarentón (Raúl Arévalo), que sigue viviendo en Valladolid, recibe la noticia del regreso a la ciudad de aquella chica que le enamoró 30 años atrás. La película navega de los 80 a nuestros tiempos para construir un agridulce relato sobre el paso del tiempo y las segundas oportunidades. Y propone un puñado de números musicales a partir de éxitos de Hombres G como Suéltate el pelo, Te quiero o la canción que da título al film.

Esta es la película más importante de mi carrera porque, entre otras cosas, es la historia de mi vida

A la película le juega a favor otro elemento: un ajustadísimo trabajo de casting que nos descubre a un grupo de jovencísimos talentos que desmienten el endémico problema del cine español con los niños y niñas actores. Duele comparar el estupendo reparto infantil de Voy a pasármelo bien con, por poner un ejemplo reciente y muy exitoso, el de Padre no hay más que uno 3. Aquí, David Serrano y las responsables de casting Ana Sainz-Trápaga y Patricia Álvarez de Miranda han encontrado petróleo en Izan Fernández, Renata Hermida Richards, Rodrigo Díaz o ese enérgico robaescenas nato llamado Rodrigo Gibaja. “Estoy muy contento con ellos, vimos a unos 600 niños y, en cuanto a Rodrigo, es un geniecillo, un chaval espectacular. Y también es verdad que su personaje tiene muchísima comicidad, él lo entendió muy bien”, afirma el cineasta.

Foto: Sony

He disfrutado mucho con la peli. Estoy seguro que el feedback está siendo más que satisfactorio, pero no sé cómo eso afecta al manejo de las expectativas.
Sí, es verdad que las reacciones están siendo buenísimas. En teoría, lo que sería más sano es olvidarse una vez la película está terminada. Como decía Peter Brook, defiéndelo con pasión y abandónalo con ligereza. Pero es inevitable preocuparse porque la peli vaya bien y funcione, y más en este momento tan complejo que estamos viviendo. Esta peli es seguramente la más importante que he hecho en mi vida por muchas razones, creo que tiene corazón, que más allá de los defectos que pueda tener es una historia con alma. Y estoy muy contento con el resultado, es la primera vez que me ocurre con una película, he hecho algo que no me da pudor enseñar, que no me da vergüenza que la gente vea (risas).

Todos los niños de la película están estupendos. ¡Felicidades!
Hubo mucha preparación detrás, cuatro o cinco meses trabajando con ellos. Eso que dicen que los niños tienen que ser espontáneos puede servir en el drama, pero cuando haces comedia, para que un chiste funcione, se necesita un timing muy concreto, una forma de decir la frase, unas pausas... Y tienes que conseguir que los niños no estén pasados de rosca, que no hagan el tonto, que es algo que me pone nerviosísimo: ver una peli con niños insoportables. Traté de poner en práctica lo que había aprendido en teatro. Cuando hicimos el casting de Billy Elliot, vimos que no había ni un solo niño en Madrid o en Barcelona que supiera bailar clásico y claqué, y que pudiera cantar. Ninguno. Montamos una escuela durante un año y medio, que sirvió también para el año pasado cuando hice Grease con chavales más mayores, o ahora con la obra que estrenaremos en septiembre, Matilda. A estos niños no se les encuentra, a estos niños se les fabrica.

Muchas veces el cine infantil parece cine para idiotas

Pude comprobar en la proyección a la que asistí que, más allá del público boomer, al que te ganas enseguida, la peli funciona muy bien con un espectador joven.
Tenía muy claro que les podía encantar a críos de 9, 10, 11, 12 años... Muchas veces, el cine infantil parece cine para idiotas. Y se hacen pelis de niños pero muy pocas pelis de amor con niños. Hace unos años me topé con Un pequeño romance, con Diane Lane, dirigida por George Roy Hill. Después de hacer El golpe y Dos hombres y un destino, y cuando podía hacer lo que quisiera, ¡el tipo dirigió de repente una película de amor con niños! De alguna manera fue una inspiración. Pensé también en Melody, que recordaba mucho de verla con 6 o 7 años. Y me acordé también de Del rosa al amarillo, de Manuel Summers. Con la experiencia de Billy Elliot me di cuenta que la reacción del público era parecida, ya fueran niños, madres o abuelos. Si algo es emocionante, nos emociona a todos. Y yo he hecho la película pensando en niños de 10 años pero también en que los adultos no tengan una sensación de bochorno cuando les acompañen.

Foto: Sony

¿Cómo encaja todo eso con las canciones de Hombres G?
El productor Enrique López Lavigne y yo llevábamos años pensando en hacer una película musical, y un día me dijo que tenía los derechos de las canciones de Hombres G con la idea de encargarme un biopic de los primeros años de la banda. Me parecía interesante, pero después se me ocurrió contar mi vida y mi primer amor. Yo también tenía La cagaste Burt Lancaster en casete (nos lo enseña). Lo que no quería era hacer un musical de gramola, de jukebox, porque tengo experiencia y siempre hay un momento en el que te obligan a meter una canción sea como sea y tienes que modificar la trama. Lo que hacen en Mamma mia!, por ejemplo. Las canciones funcionan mucho más como memoria emocional que como hilo conductor.

¿Se implicó la banda en el proceso?
Sí, sí, de hecho tenían capacidad de veto. Han sido majísimos, son una gente increíble. En mi carrera he tenido que trabajar con gente muy importante del mundo de la música —cantantes, grupos— y los Hombres G son los únicos sensatos. Además, están en un momento buenísimo de su carrera. Se han involucrado muchísimo, visitaron el rodaje y se metieron en el estudio para tocar en las cuatro versiones que aparecen en la película. Porque de alguna manera esta también es su película y es un homenaje al grupo.

Los Hombres G tenían capacidad de veto; de alguna manera, esta también es su película y es un homenaje al grupo

Antes me hablabas de referentes en cuanto a cine infantil romántico. ¿Cuáles tuviste pensando en términos de cine musical?
Sobre todo La La Land. Piensa que no es una peli con un gran presupuesto. Y fueron muy listos: no hacen más que cuatro números musicales, y tres son muy grandes. Y ahí se gastan toda la pasta. Además me encanta cómo está rodada, porque en los musicales suele pasar algo que me parece horroroso, que es que no se sabe dónde está la cámara. Se mueve para allá, para acá, para arriba y para abajo, y ya se solucionará en montaje. Eso no ocurre en La La Land, obviamente. Y en mi peli he intentado planificar muchísimo con el coreógrafo Íker Carrera y con el director de fotografía, Kiko de la Rica, cómo íbamos a rodar los números musicales. Que se vieran bien los bailes, no sobremontar. También pensé, claro, en Las señoritas de Rochefort, de Jacques Demy, que es una peli que adoro. Y hay otro musical que me vuelve loco, Dinero caído del cielo, de Herbert Ross. Es una obra maestra y me dio la idea de que los números musicales fueran fantasías, cosa que me ayudaba para el final, para marcar la diferencia de cómo ves la vida a los 12 años y a los 42...

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Han pasado 20 años desde que El otro lado de la cama te convirtió en el guionista de moda del cine español. También era un musical...
Sí, aunque el guion que yo escribí era distinto al que Emilio Martínez Lázaro rodó. Probablemente mi versión no hubiera tenido ni una cuarta parte del éxito que tuvo. Mi película era bastante más loca, con canciones de fantasía, de los años 60... No he vuelto a verla desde el estreno. No sé cómo habrá envejecido, no sé si hoy algunas cosas sonarán machistas u homófobas. El mundo ha cambiado mucho. En todo caso, Emilio le dio una connotación sexual que no estaba en mi guion. Puso escenas de cama y desnudos. En el guion follaban todos con todos, claro, pero no se veía, se centraba más en la mañana siguiente. En cualquier caso, el director tiene que hacerse suya la película, y fue Emilio quién convirtió El otro lado de la cama en una peli comercial. Es que mi guion era muy marciano: ¡aparecía Luis Aguilé haciendo de ángel de la guarda del personaje de Willy Toledo!

No he vuelto a ver El otro lado de la cama desde el estreno y no sé cómo habrá envejecido, el mundo ha cambiado mucho

¡Qué maravilla!
Sí, claro, maravilloso para ti y para mí, pero... ¿hubiéramos hecho casi tres millones de espectadores con canciones de Marisol, del Dúo Dinámico, de Raphael y de Luis Aguilé? Yo creo que no. La idea inicial era que yo la dirigiera, pero no pudo ser, y puse dos condiciones: elegir yo al director y que se mantuviera al reparto que yo había propuesto. Propuse a Emilio porque había dirigido Los peores años de nuestra vida y, sobre todo, Amo tu cama rica. Y me reuní con él para el cast, y me compró a Alberto San Juan, a Ernesto Alterio y a Willy Toledo, pero no a Nathalie Poza, que acabó haciendo un papel pequeño, ni a Pilar Castro, que acabó protagonizando la secuela. También le pedí estar en rodaje, me lo permitió, y tuvimos una relación muy correcta. Recuerdo que le dije una vez que consideraba un error lo que estaba haciendo con determinadas canciones, y Emilio me contestó algo muy de perro viejo que ahora, con la edad, también digo yo: “Si sale mal podrás decirme: te lo dije” Si alguien te suelta eso, te ha ganado (risas).

El otro día volví a ver Días de fútbol, y ya tenía muy buen recuerdo de la peli...
... Pues yo no (risas).

¿No? ¿Pero por lo que supuso su éxito, por lo que pudiera ocurrir en el rodaje o por cómo quedó la película?
Bueno, el rodaje fue un horror para mí, era mi primera película, además yo nunca lo paso bien en los rodajes, siempre sufro mucho. Creo que la única vez que he disfrutado filmando fue dirigiendo los cuatro primeros episodios de la serie Vota Juan. En cuanto a Días de fútbol... soy incapaz de verla. No puedo, no puedo. Lo que recuerdo es que los actores estaban muy graciosos, que algunos momentos eran divertidos, y pude conocer a Rafael Azcona gracias a la peli. En aquel momento yo estaba obsesionado con Azcona, y su influencia estaba en el guion, en la música, en todo. Pero prefiero olvidarla, porque para mí es dolorosa.

Foto: Sony

Quizás deberías darle otra oportunidad, me parece una peli estupenda.
Es flipante porque con Días de fútbol está pasando algo como, salvando las distancias, lo que ocurrió con Amanece que no es poco. Ha nacido una nueva generación de espectadores de la peli. Grupos de amigos que quedan para verla, es alucinante... y esa reivindicación me parece muy guay, claro. Había una generación de actores, todo el círculo de Animalario: Alberto San Juan, Ernesto Alterio, Willy Toledo, Nathalie Poza, Pilar Castro, Secun de la Rosa, Roberto Álamo, Luis Bermejo, Fernando Tejero, Javier Gutiérrez... Había un grupo de actores que manejan la comedia de una forma magistral, no los hay mejores. Es una pena que no siguiéramos trabajando como grupo, pero había tal caos en las cabezas de todos, sobre todo las suyas (risas)... Por aquel entonces, pensaba que curraría con ellos toda la vida, y podríamos haber hecho cosas muy interesantes que se quedaron por el camino.

¿De qué manera te distorsionaron los taquillazos de El otro lado de la cama y de Días de fútbol?
Fue una etapa muy peculiar en mi vida, porque de golpe pasas de no tener dinero, de no saber si podrás dedicarte a escribir para vivir, de que las chicas no te hagan mucho caso, a convertirte en alguien exitoso a la vista de los demás. Y eso es complicado de gestionar, sobre todo a determinadas edades. Supongo que me convertí en un subnormal profundo, claro, pero es que es muy complicado, eh... Es que de repente la gente empieza a hacerte la pelota sin parar. Ahora, con 40 y tantos, ya sabes de qué van las cosas, pero a los 26 te crees un genio, que todo va a irte de maravilla, y que el éxito va a ser permanente.

Supongo que me convertí en un subnormal profundo, claro... Es que de repente la gente empieza a hacerte la pelota sin parar

Y no lo fue.
No, a mí la profesión me dio una hostia enseguida, porque mi segunda peli como director, Días de cine, fue un fracaso estrepitoso. Entre ambas escribí Los dos lados de la cama, que funcionó mucho menos que el original, pero lo de Días de cine... Tuvo una recepción crítica que probablemente sea la peor del cine español. Un crítico de un blog llegó a desearme la muerte, un tío que deseaba que llegara mi hora. Yo podía haber rodado la segunda parte de Días de fútbol, estaban como locos porque la hiciera. O Los dos lados de la cama, porque me ofrecieron dirigirla. Pero preferí hacer otra cosa, más arriesgada, oscura. Lo que ocurre es que en ese momento doloroso tuve la fortuna que se cruzara en mi vida el teatro y desarrollé una carrera muy distinta donde soy muy feliz. 

Foto: Sony

Hubo otras dos experiencias dirigiendo cine...
Una hora más en Canarias y Tenemos que hablar seguramente no surgen de la manera natural en que deberían haber nacido. Sobre todo Tenemos que hablar, que probablemente sea la única película que he hecho buscando tener éxito, planteada para que funcionara en taquilla, y que pasó sin pena ni gloria. Una hora más en Canarias se quedó en un quiero y no puedo, con la idea de hacer una especie de Las señoritas de Rochefort pero sin medios. Fue un referente de lo que no quería hacer en Voy a pasármelo bien.

Volviendo a Voy a pasármelo bien, ¿crees que puede beneficiarle el éxito de otra peli con niños como Padre no hay más que uno 3?
¡Ojalá! Esos resultados son esperanzadores para todos, es muy importante que las películas hagan dinero, porque los cines están en una situación muy peliaguda, están cerrando uno detrás de otro. Lo que está pasando con la peli de Santiago Segura es importante para él y para todos. Y los niños se mueren por ver la película, eso tiene muchísimo mérito. Ojalá la nuestra funcione. ¡Ya firmaba la mitad de su taquilla!