No resulta sencillo competir con una película animada en el mercado cinematográfico navideño, pero no parece que a Pablo Berger (Bilbao, 1963) le asusten demasiado los retos. Su filmografía es una prueba fehaciente de ello: con Blancanieves (2012), película sin diálogos y en blanco y negro, como exitosa punta de lanza, la trayectoria del cineasta es una suma de saltos al vacío sin red, o con red muy relativa, que ahora también lo hará competir en los Premios Goya 2024 y, además, en los Oscars.

🟠 Premios Goya 2024: fecha, nominados, presentadores y todos los detalles de la gala
 

🟠 Nominados a los Goya 2024: toda la lista de nominaciones a los premios
 

Títulos como Torremolinos 73 (2003) o Abracadabra (2017) son signos de una autoría, de una visión personal, muy presente en cada uno de los (hasta ahora escasos, hablamos de su cuarto largometraje en 20 años) proyectos que ha abordado con un mimo insólito en los tiempos que corren. Como la buena cocina, la que apuesta por las cocciones largas y el chupchup, las películas de Pablo Berger se construyen con el tiempo como aliado, y con la confianza de una productora, la catalana Arcadia Motion Pictures, que confía y se pone en sus manos.

Robot Dreams, que llega a las salas mañana día 6, es un nuevo ejemplo de ello: adaptación de la novela gráfica homónima de la norteamericana Sara Varon, la película es una delicada mirada a las relaciones humanas, toda una paradoja si tenemos en cuenta que sus protagonistas son un perro y un robot. En un Nueva York ochentero habitado por mil y una especies animales que toman el papel del ser humano, y a ritmo del September de Earth Wind & Fire, el film nos presenta a Dog, un can solitario que, ante la hostilidad de la gran urbe, decide adquirir un compañero de vida: un androide. Pero la relación que nace entre ambos se verá súbitamente interrumpida por uno de esos malditos imponderables a los que nos toca enfrentarnos día sí y día también.

Robot Dreams es una fábula que reflexiona sobre el poder de la amistad, o del amor porque resulta facilísimo hacer una lectura romántica del asunto

Tras pasar por el Festival de Cannes, con cuatro nominaciones a los Goya, su candidatura a los Premios del Cine Europeo (EFA) y con serias aspiraciones a formar parte de las mejores películas de animación de los próximos Oscar, Robot Dreams es una fábula que reflexiona sobre el poder de la amistad, o del amor porque resulta facilísimo hacer una lectura romántica del asunto, y que pone sobre la mesa asuntos tan cotidianos como las rupturas no deseadas, la distancia, el paso del tiempo y las segundas (o terceras) oportunidades, los nuevos comienzos, en definitiva. Lanzándose de nuevo al vacío, en este caso al desconocido lenguaje del cine de dibujos animados, Pablo Berger apuesta, como en Blancanieves, por la fuerza de las (bellísimas, sugerentes) imágenes sin necesidad de diálogos. No hacen ninguna falta.

¡Qué bonita es Robot Dreams!
¡Muchas gracias! Para los directores, las películas son como nuestros hijos. Ya no es una  cuestión de ego, y eso que los de Bilbao lo tenemos muy grande (risas). Mis películas  son muy mías, las  escribo, las dirijo, son embarazos muy largos. Entonces es muy bonito escuchar que ha gustado...

Entiendo que como te ocurriría a ti con la novela gráfica de Sara Varon, Robot Dreams quiere que el espectador se haga suya la historia de Dog y Robot. Porque al final, la película habla de una separación y de la gestión de la pérdida, que es algo que, quién más quién menos, todos hemos vivido.
Sí, todos hemos pasado de alguna manera por lo que supone perder a una pareja, a un  amigo, o perderlo todo y volver a empezar. Así que sí, Robot Dreams habla de temas  universales, y, de alguna manera, utilizando la técnica de la animación y al apostar por una película sin diálogos, sin actores, los personajes son más icónicos y el espectador es quién completa la película, sustituyendo a los protagonistas por gente a la que quiere  recordar. Yo a veces me emociono hablando de Robot Dreams, porque me acuerdo de gente que ya no está conmigo. Pero siguen vivos, ya sea por por una foto, por una  canción, por una ciudad... es una carta de amor a los seres queridos que ya no me acompañan.

Me emociono hablando de Robot Dreams, porque me acuerdo de gente que ya no está conmigo

Respecto a la novela gráfica, has añadido un prólogo que hace hincapié en el sentimiento de soledad de Dog, el protagonista. Y también propones un final alternativo que, sin hacer spoilers, apunta a hacer las cosas bien...
Hay un añadido clave al final, sí, lo veía muy necesario. Pero también hay muchas  secuencias... La novela gráfica y la película cuentan la misma historia, el alma es la  misma, pero hablamos de lenguajes diferentes. Sara Varon se pasó un año para crear la  novela gráfica, y yo he estado cinco años con un equipo de más de 200 personas para levantar la película. Son dos escalas diferentes, pero para mi era importante que a Sara  le gustase, los dos nos empeñamos en que el tema fuese el mismo y los dos  hemos contado la misma historia de maneras diferentes.

ROBOT DREAMS posterhypeB horizontal
Este miércoles se estrena Robot Dreams, la nueva película del cineasta Pablo Berger / Foto: Arxiu Arcadia

¿Y a Sara le ha gustado la película?
¡Le encantó! Yo conocí a Sara hace cinco años, fui a Nueva York a hablar con ella para  decirle que quería hacer la  película. Le hable de mis intenciones, ella conocía y le  gustaba Blancanieves. Y es obvio que Robot Dreams y Blancanieves son películas  hermanas. Ella sintió que su obra estaba en buenas manos y me dio carta blanca. Sara  no ha participado en ninguna decisión creativa. Pero sí leyó el guion, le encantó, visitó  el estudio de animación en Madrid y ha estado muy informada de todo lo que hacíamos.  Y, por fin, vino al estreno en el último Festival de Toronto. Se  sentó a mi lado, y yo estaba  nerviosísimo, porque era una enorme responsabilidad, y todos queríamos que a Sara le  gustase lo que habíamos hecho. Ella es encantadora, eh... Entonces yo no miré la  pantalla en ningún momento, solo le miraba la cara a ella de reojo. Y desde el primer momento veía una sonrisa, o que abría la boca, o que se reía, se sorprendía... y al final  nos abrazamos emocionadísimos. Fue un momento muy especial para mí porque está muy orgullosa de la película, le encanta, es tan generosa que dice que es mejor que la novela. Al final, Sara Varon y yo somos como Robot y Dog, nuestras vidas van a estar conectadas para  siempre. Todo este proceso ha sido un win win para los dos. 

🟠 8 películas que tienes que ver antes de los Goya 2024
 

Una de las cosas que transmite la película es la importancia de cerrar ciertos asuntos con estilo, muy civilizadamente.
Yo soy de esas personas que siempre ven el vaso medio lleno, que ven la luz al final del  túnel. Puede ser que otros cineastas más cínicos me tiden de naif, y hasta de infantil,  pero creo que en este mundo se puede vivir mejor con una sonrisa y con buenos modos. La película, por ejemplo, y sin hacer spoilers, tiene un happy end que no es convencional, pero sí lo es pensando en la vida misma. Y yo creo que el mensaje de la  película está en el final. La razón fundamental de querer hacerla era compartir en pantalla  grande lo que yo sentí leyendo la novela gráfica.

Puede ser que otros cineastas más cínicos me tilden de naif, y hasta de infantil, pero creo que en este mundo se puede vivir mejor con una sonrisa y con buenos modos

Que la película suceda en Nueva York en los años 80, con el September de Earth Wind & Fire como leit-motiv musical, entiendo que tiene que ver con tu mirada personal. Porque eso no está en la novela. Y porque tú viviste en esa ciudad durante varios años...
Sin duda. Robot Dreams es, junto a Torremolinos 73, mi película más personal. Yo soy  Dog. Yo he vivido diez años en Nueva York, he sido un perro solitario, me he enamorado,  me han destrozado el corazón, me he vuelto enamorar, he hecho amigos y he perdido  algunos, y ya no vivo en Nueva York. Entonces, para mí es una película muy personal, y  de alguna manera quería proponer un viaje en el tiempo. Yo no soy una persona  nostálgica, pero sí es verdad que probablemente los mejores años de mi vida fueron los de esa década que pasé allí. Y de alguna manera, esta película es una  carta de amor a ese Nueva York que yo conocí, cuando la ciudad era el centro del mundo, antes de la  globalización, antes de internet. Era la ciudad donde había que estar, sobre todo Manhattan, y entonces, de alguna manera, ahora el centro del mundo puede ser un  pueblo. Pero entonces, yo como creador, sentía que debía estar en Nueva York.

robot dreams 1
Robot Dreams, la maravillosa fábula de Pablo Berger sobre el poder de la amistad / Foto: Archivo Arcadia

No eres nostálgico, pero un poco sí, pensando en esas ciudades que han perdido su identidad.
Claro, es que ahora hablamos de Barcelona, París, Berlín, Ámsterdam... y son todas  iguales. Aquella Nueva York tenía una identidad que se alimentaba sobre todo a través  de  las películas. Pero ya no es lo que era, ahora es como una especie de caricatura y la globalización se ha apoderado de ella...

Hablabas de cinismo, que está mucho más presente en nuestro entorno que ese optimismo tuyo...
(risas) Sin duda. No sé por qué razón sigo con la misma ilusión que cuando empecé  haciendo películas en super 8. También es verdad que me ha ido bien: he hecho muy  pocas películas pero todas con total libertad. He tenido la suerte de encontrarme a  productores que me han animado a ir más allá; ahora estoy trabajando con Arcadia y con Sandra Tapia, mi productora desde Blancanieves. En vez de limitarme o de intentar  repetir fórmulas que ya han funcionado, o de censurarme, hacen más bien todo lo  contrario, solo recibo el mensaje de Pablo, sorpréndenos... Entonces me encuentro en  una situación de la que, a lo mejor, no debería hablar mucho, porque a muchos otros  directores no les ocurre. Es muy difícil hacer películas, nos encontramos con grandes  retos, yo he hecho muy pocas pero, insisto, todas con total libertad y con grandes  productores. Porque un director, si no tiene un productor a su lado, no puede hacer  cine, y eso ha sido una realidad para mí, teniendo la suerte de estar siempre muy bien acompañado.

El resultado de tus películas deja claro que la libertad creativa no tiene por qué ser sinónimo de anticomercialidad. Blancanieves o Torremolinos 73 funcionaron muy bien, quizás Abracadabra un poco menos, pero...
Bueno, con Abracadabra superamos la barrera del millón de euros y estuvimos entre las diez películas más taquilleras del año. No podemos obviar que el cine es una industria  cultural y que debe tener unos ingresos, y quienes ponen dinero tienen que recuperar su  inversión. Afortunadamente todas mis películas la han recuperado y han dado beneficios. Y por eso estoy hoy aquí, si no me habría quedado en mi ópera prima... 

A lo que iba: eso demuestra la falsedad del mantra de que el cine de autor no es comecial. 
Yo tuve la suerte de que mi primer cortometraje, Mama, que estrené a finales de los años 80 y que yo siempre definía como un corto punk, tuvo mucha repercusión. Yo entonces no sabía nada de cine, no había escuelas de cine en aquella época, son posteriores. Y, como ahora con Robot Dreams, entonces también me enamoré de un cómic de Philippe Vuillemin publicado en el primer número de la revista Makoki, y lo adapté, lo transformé...  Fue un corto que salía de las entrañas, hecho con un grupo de personas entre las que  estaba Álex de la Iglesia, que fue director de arte, Arri y Biafra que ahora son los  directores de arte de Álex, y un montón de gente que no tenía ninguna experiencia en el mundo del cine. Y de repente ganamos el Festival de Alcalá de Henares, nos seleccionaron en la Sección Oficial del Festival de Clermont-Ferrand, lo compró Canal  Plus Francia... y estoy hablando de diez años antes de que existiese el Cana Plus  español. Entonces fue un éxito, con un corto que nació también desde la más absoluta  libertad. Y, desde aquel momento, ese ha sido mi mantra. Y eso también le sirvió a Álex de la Iglesia, que era mi compañero de fatigas cuando empezamos a hacer cine en  Bilbao. Si tú haces lo que verdaderamente quieres, y lo haces para ti... Es que el primer espectador soy yo, y  espero que haya un público que se venga al encuentro conmigo. Siempre he seguido  esa especie de camino, y de momento, y toco madera, seguiré haciéndolo. Y a ver qué ocurre ahora con Robot Dreams porque, con una carrera como la mía, yo soy un director que siempre depende de los resultados en taquilla de la última  película. Y quiero pensar en las siguientes, entonces necesito que funcione, que la  gente vaya a verla y que mis productores recuperen su inversión. Y que me sigan  animando a ir más allá, a seguir arriesgando.

Antes que director, yo soy cinéfilo, soy público, yo devoro cine. Veo películas todos los días, amo el cine, y prefiero ver películas a hacerlas. Hacerlas es muy cansado

Con tu optimismo, y como los resultados de tus películas te permiten seguir trabajando en tu visión y en tu universo, estoy seguro de que no compartes esa otra idea de que al público hay que darle las cosas masticadas. Otro mantra que nace de una industria que, a menudo, infantiliza al espectador.
Lo que ocurre es que, como te decía, el público soy yo. Y el público también eres tú, porque los periodistas y críticos también sois espectadores. Antes que director, yo soy cinéfilo, soy público, yo devoro cine. Veo películas todos los días, amo el cine, y  prefiero ver películas a hacerlas. Hacerlas es muy cansado, hay que levantarse muy  temprano, hay muchas presiones, mucha tensión, es agotador. En cambio, no hay cosa  más placentera en el mundo que ver una película en una sala oscura. Entonces yo  pienso en mí. Yo creo que en mi profesión hay un oráculo. Y cuando digo oráculo, en el caso de Robot Dreams hablo de José Luis Ágreda, que es el director de arte, hablo del director de animación Benoît Féroumont, hablo de Yuko Harami que colabora conmigo desde siempre (es también su pareja de vida), del montador Fernando Franco, de mi productora Sandra Tapia... Entonces hay un grupo de personas, que son ese oráculo,  y hacemos la película para nosotros. Y luego, de alguna manera, esperamos que la gente venga a nuestro encuentro.

No hay que calcular...
No, no creo que podamos hacer las películas partiendo de una estrategia, porque nadie  sabe absolutamente nada. Es que si echamos un vistazo a la historia del cine, nadie esperaba el éxito de películas como El Padrino o Tiburón, y hoy son grandísimos  clásicos. Y si hablo de mí, ¿quién podía esperar que Blancanieves, una película muda y en blanco y negro, conectara como conectó en pleno siglo XXI? O en el caso de Arcadia, mi productora, ¿quién iba a imaginar que una película de autor como As bestas, de  Rodrigo Sorogoyen, sería la película más taquillera del cine español del año pasado, superando los seis millones de euros de recaudación? ¡Pues nadie! 

Sorprende, insisto, que esa falsa dicotomía entre la autoría y la comecialidad siga enquistada...Se puede contradecir y se puede demostrar que es un mantra falso. Lo que hace falta es un director con una visión y un productor que le apoye y que crea en ella. Y respetar al  público, sin duda. Si algo hemos hecho en Robot Dreams es tratar al niño como un adulto, y tratar al adulto como un niño en el sentido de que queremos que sea niño durante un rato. Y que esta sea una película abierta, para los jubilados que se aprovechan del día del espectador, o para cualquier público. Yo no creo en el cine nicho, en el cine de autor, en el cine infantil... Yo creo en el que yo veía cuando iba al cine con mis padres: ese cine de  antes, con un tipo de historia y una forma de narrarla que provocaba que cada uno se  quedara en su propia capa. Yo siempre utilizo el término de cine lasaña: el niño se queda  con una capa, el cinéfilo con otra... pero necesitas un cuento, una historia, que la  entiendan todos. Luego, el detalle, la parte barroca, cada uno la va a interpretar a su  manera. Y eso es un poco lo que he intentado hacer en todas mis películas. 

En este sentido, me han preguntado algunas veces si Robot Dreams es una película para niños. Y he respondido que es para todos, y que hay elementos con los que cada uno se va a quedar. Como ocurre con muchas películas de Pixar...
Exacto, es esa misma línea, o la del cine de Hayao Miyazaki, o como cuando nosotros  éramos críos y Spielberg hizo E.T., el extraterrestre, que llegaba de la misma manera a los niños y a los cinéfilos... A mí me gustaría que Robot Dreams fuera esa película que los padres eligen. Los padres con hijos de cinco, seis, siete años, y yo mismo lo he vivido, están acostumbrados a ver películas infantiles infumables que escogen los niños, porque les han comido la cabeza a través de anuncios, de las cadenas de fast food... Y probablemente esos niños no se van a enterar de que existe Robot Dreams a no ser que sean los padres quienes hayan leído sobre ella en revistas de cine, o en periódicos, o en digitales. Yo querría que fueran esos padres los que la elijan. Dicho esto, no, Robot Dreams no es una película infantil, ¡es para todos!