El documental “El negro tiene nombre”, dirigido por Fèlix Colomer, reconstruye la vida del que durante años se ha tapado tras la simple y despectiva etiqueta “el negro de Banyoles”. Molawa VIII es el nombre de la persona en cuestión, que fue exhibida durante décadas en el Museo Darder de Banyoles como figura emblemática de la localidad. Ahora, la producción catalana sobre el jefe de la tribu sudafricana Dithakong —premiado recientemente en el FIC-CAT como mejor documental— aparece para profundizar en la trayectoria de este líder tribal en el largo proceso que llevó a su dignificación y entierro.
Molawa VIII fue jefe de la tribu Dithakong situada en el sur del continente africano. Contrariamente a lo que se había afirmado durante años, no era de etnia bosquimana de Botsuana, sino originario de Sudáfrica. Cuando tenía veintisiete años, dos hermanos franceses exhumaron su cadáver sin permiso familiar y lo trasladaron al Museo de Sudáfrica, donde le extrajeron los huesos y órganos para disecarlo y exhibirlo públicamente. Posteriormente, su cuerpo fue expuesto a París y a varias ciudades europeas durante ocho décadas. En 1916, Francesc Darder, veterinario y coleccionista, lo compró para la nueva colección del Museo Darder de Banyoles, donde permaneció expuesto hasta el año 2000, cuando fue enterrado a raíz de un debate internacional que reconoció el trato deshumanizador que suponía la ostentación de su cuerpo.
La lucha por|para la dignidad: el papel de Alphonse Arcelin
El verdadero protagonista del cambio fue el doctor Alphonse Arcelin, médico de Cambrils de origen haitiano. Arcelin denunció la exhibición del cuerpo y consiguió movilizar instituciones, medios y entidades internacionales. Su lucha culminó con una resolución de la UNESCO el año 2000 que condenaba la exhibición como una práctica indigna. Arcelin argumentaba que la identidad de los africanos era desfigurada en los museos europeos para reforzar la superioridad blanca: en Molawa le pusieron un taparrabos y una lanza, aunque realmente llevaba pantalones y jersey; además, le oscurecieron la piel con betún para que pareciera “más negro”.

La campaña para retirar el cuerpo de la exhibición chocó con una fuerte oposición de una parte de la población de Banyoles, que defendía la muestra como patrimonio y negaba cualquier discriminación. El documental recoge testigos de vecinos que, décadas después, siguen defendiendo la exhibición. El año 2000, solo un banyolí denunció públicamente el carácter racista de la exposición y sufrió presión social por hacerlo. El entierro de Molawa después de la resolución de la UNESCO tuvo lugar en Botsuana, territorio que entonces se creía su lugar de origen, con la presencia de más de dos mil personas, incluido el primer ministro. Hoy, su familia sudafricana rechaza trasladarlo a Sudáfrica, considerando que su espíritu ya ha sufrido lo suficiente.
El nombre Molawa significa “el que sufrirá”, pero ahora, según el documental, se convierte en un referente de memoria y justicia. El documental “El negro tiene nombre” ha sido reconocido como mejor documental en la 17.ª edición del Festival Internacional de Cine en Catalán, celebrado en Roda de Berà, Tarragona, con más de 9.000 asistentes, y se podrá ver este martes en la plataforma 3Cat.