Hace algunos meses, después de publicar assagets (Edicions Poncianes, 2020), el grandísimo poeta Enric Casasses explicó que a partir de ahora escribiría únicamente con minúsculas mientras Jordi Sànchez y Jordi Cuixart estuvieran en la prisión. Una tontería simbólica que no activó ninguna señal de alerta ni significó quebradero de cabeza alguno en los despachos del CNI, podríamos pensar, pero ojo: casualidades o no, poco tiempo después de argumentar el gesto como señal de protesta, los presos políticos del procés fueron indultados. Podríamos creer que todo eso pasó, sí, pero sería tan absurdo como pensar que los obreros de La Canadenca, el año 1919, hubieran conseguido el hito de las ocho horas de jornada laboral escribiendo octavillas y manifiestos en minúscula, sin acentos y solo usando verbos modales.

Como todos sabemos, aquella demostración de fuerza del movimiento obrero no nos cambió la vida a base de gestos simbólicos, sino con acciones concretas prolongadas en el tiempo. Concretamente, durante 44 días, que son los días que hace que Casasses reiteró su gesto publicando Soliloquis de nyigui-nyogui  (Edicions 62, 2021), un compendio de dieciséis poemas largos escritos en los últimos cuarenta años y que contiene un prólogo, efectivamente, escrito en minúscula. Un prólogo que, en teoría, tendría que impedir dormir tranquilos a Pablo Llarena o Manuel Marchena gracias a su combativa forma tipográfica, si hacemos caso a su autor. Una forma sin fuerza de combate, sin embargo, si hacemos caso a la razón, ya que decir que sólo escribes en minúscula es como decir que harás una huelga de ingesta de verdura en vez de hacer una huelga de hambre.

Para muchos, entre los cuales me incluyo, Enric Casasses es un referente indiscutible, un poeta de cabecera que nos ha acompañado desde bien jóvenes y que ha escrito algunos de los mejores versos de la literatura catalana contemporánea, por eso leer en una entrevista que el escritor más iconoclasta del país sigue haciendo bandera de que "mientras no acabe la represión política, sólo escribiré en minúsculas" roza el ridículo. No lo roza sólo por el tono infantil y frívolo del inútil gesto. Lo roza, sobre todo, porque hay centenares de encausados y represaliados precisamente por hacer frente a la represión política de manera mucho más realista o comprometida, que en ningún caso quiere decir violenta.

La boutade de Casasses es dolorosamente un reflejo de la realidad política catalana puesto octubre de 2017, llena de gestos frágiles

Puestos a protestar de forma simbólica, quizás habría tenido un poco más de fuerza hacerlo a la inversa y escribir sólo en mayúsculas, QUE COMO MÍNIMO TRANSMITEN CIERTA TENSIÓN AL LEERLAS SOBRE EL PAPEL, CIERTA APARIENCIA DE GRITO y CIERTA SENSACIÓN DE DESAFÍO. Escribir en minúsculas denota desorden, dejadez, caos y desorganización. Por eso incluso en este aspecto la boutade de Casasses es dolorosamente un reflejo de la realidad política catalana postoctubre de 2017, doblegada a una consecución de gestos frágiles y simbólicos para intentar tapar la constatación de un fracaso: el de haber decidido confiarlo todo a los símbolos en vez de apostar por los hechos. Por desgracia, no le faltaba razón a Miguel de Unamuno cuando escribió aquella famosa frase a don Joan Maragall en una carta, hace más de cien años. "Catalanes, os pierde la estética".

No es que nos pierda la estética, no, sino que somos unos absolutos esclavos de ella, ya que es la estética mal entendida lo que lleva a creer que hacer una manifestación de un millón y medio de personas sin tirar ningún papel en el suelo es sinónimo automático de aprobación internacional a tu causa y consecución de la independencia del país. Seguramente por eso el gesto de Casasses todavía hoy debe ser motivo de risa en los despachos del Tribunal Supremo y, en cambio, quizás ha hecho remover algo en los despachos de nuestra casa: yonquis como somos de los símbolos, casualidades o no, hace pocas semanas la Generalitat retiró los cargos contra los activistas encausados por la investidura fallida de Puigdemont. ¿Casualidad o causalidad? Depende de cómo se mire, igual que depende de cómo se entienda la declaración unilateral de independencia simbólica de 2017 o las minúsculas de Enric Casasses: tomárselo seriamente hace reír, pero tomárselo simbólicamente hace llorar.