Desglaç (Discmedi, 2005) es un disco monumental. Una de las obras culminantes de la música catalana del siglo XXI. Publicado en el año 2005, en él, Miguel Poveda, cantando por primera vez en catalán, aproximaba su arte, el del flamenco -pero no solo, ya que es un trabajo expansivo que traspasa las fronteras del género- al poemario de letrados de nuestra tierra como Jacint Verdaguer, Joan Margarit, Maria Mercè Marçal, Joan Brossa o Sebastià Alzamora, entre otros. Fue la noche del 20 de noviembre de 2005 cuando Poveda, en el marco del Festival Internacional de Jazz de Barcelona, llevó por primera vez aquel repertorio a un escenario, el del Auditori. Dos décadas más tarde, en una de las primeras veladas de la edición de este año del mismo festival, coincidiendo también con la reedición que la discográfica Discmedi ha hecho de uno de los títulos más especiales de su catálogo, el cantaor badalonés regresa esta noche, esta vez al Gran Teatre del Liceu, a Desglaç.
¿Cuándo ha sido la última vez que has escuchado Desglaç? ¿Qué has sentido al volver a él?
Pues recientemente, para situar bien el poema de Joana Raspall, entendí que en el momento en que nos encontramos es el más apropiado para abrir el disco. Aunque hacía tiempo que no lo escuchaba con detenimiento, es cierto que varios poemas los he ido cantando muchas veces en mis conciertos.
¿Cómo evocas a aquel Miguel Poveda de 20 años atrás?
Lo recuerdo más temeroso por lo que pudiera pensar la gente; ahora esa presión no la tengo y, por otro lado, mi compromiso con la cultura es mucho mayor que entonces.
¿En aquel momento, cuando sentiste, cuando percibiste que estabas modelando una obra con aquel intangible que la hacía única?
Sabía que sería una de las obras más especiales de mi carrera, pero con los años este disco ha adquirido un sentido más profundo. No solo es valorado entre los amantes de la música en catalán, también muchos músicos flamencos y de otras disciplinas perciben algo especial en esta obra.
El disco se publicó en 2005, pero todo empezó una noche de finales de junio de 2002 en el Teatre Grec, ¿verdad?
Quizás fue un poco antes, en el homenaje que se hizo a Verdaguer en el TNC. Me dieron la opción de cantarlo en castellano, pero quise asumir el reto de cantarlo en catalán. Fue una experiencia maravillosa junto al músico Agustí Fernández; a partir de ahí creamos un espectáculo pequeño, íntimo, con Agustí y el bailarín Andrés Corchero, en el que también cantaba a Martí i Pol, que curiosamente después no grabé y que espero hacerlo en el futuro.
Después de rodar la película con Bigas Luna, que me acercó al mundo de los castellers, este disco también me permitió adentrarme en la cultura catalana. Fue un crecimiento y un aprendizaje muy gratificantes
¿Cómo fueron aquellos tres años de trabajo y de investigación? ¿Cómo creciste como artista en aquellos años?
¡Mucho! Después de rodar la película con Bigas Luna (La teta y la luna, 1994), que me acercó al mundo de los castellers, este disco también me permitió adentrarme en la cultura catalana. Fue un crecimiento y un aprendizaje muy gratificantes.
Tú, que venías de musicalizar a Alberti, ¿qué encontraste en la poesía de todos aquellos autores y autoras catalanes que te cautivó?
Que por primera vez cantaba a poetas vivos y podía hablar con ellos, como es el caso de Sebastià Alzamora o Josep Piera. De esta manera podía ver la reacción del poeta al escuchar su poema hecho música: una gran responsabilidad y, a la vez, una satisfacción ver sus caras de alegría y entusiasmo.
Todos los poemas escogidos son muy potentes, de los que hieren el alma con su lectura. “Yo, si fuera catalán, ya lo habría hecho hace años”, te dijo Enrique Morente. ¿Fueron las palabras del maestro el impulso definitivo?
Claro que sí. Me lo decía el cantaor que más riesgos había asumido a lo largo de su carrera. Mi admiración por él y sus palabras me hicieron entender con más claridad cuál era el camino que debía seguir.

Mi admiración por Enrique Morente y sus palabras me hicieron entender con más claridad cuál era el camino que debía seguir
“Aprendí a amar el catalán cuando me sentí libre”, dijiste entonces. ¿Crees que el tiempo ha ayudado a olvidar la parte extramusical que rodeó el disco y abrazarlo únicamente por su parte artística?
Yo aprendí a amar la cultura catalana cuando salí de mi barrio de Badalona. Allí no se vivía de esta manera y mucho menos en aquellos años. Pronto entendí que se me abría un mundo nuevo por descubrir que también me era propio y al que me tenía que entregar con amor y con todas las ganas de aprender.
Contrariamente, ¿toda obra artística es, implícitamente, un acto político? Con su publicación, ¿sentiste que estabas derribando muros que nunca deberían haber sido levantados?
Eso no lo pensaba entonces; pensaba que cada poema tuviera el carácter que pedía. Es cierto que algunos poemas, como los de Joan Brossa y Narcís Comadira, hablan de justicia y de libertad y, por lo tanto, sentí de alguna manera la necesidad de cantarlos. Pero ahora los comprendo con mucha más fuerza y estoy muy orgulloso de haberles puesto música y de haberlos grabado.
Con Desglaç entendí que se me abría un mundo nuevo por descubrir que también me era propio y al que me tenía que entregar con amor y con todas las ganas de aprender
Más allá del simbolismo, musicalmente, rodeado de figuras como Joan Albert Amargós, Juan Gómez ‘Chicuelo’, Agustí Fernández, Roger Blàvia... es un álbum prodigioso. En aquel momento te acompañaron Moncho y Miquel Gil; ¿por qué los elegiste para las colaboraciones?
En el poema de Joan Margarit, por lo que explicaba el poeta, siempre me había imaginado a Moncho cantándolo en un club de jazz, por aquello de su voz nocturna y romántica, así que fue un acierto invitarlo a compartirlo. Margarit fue otro poeta que conocí y siempre fue entrañable conmigo. En el caso de Miquel Gil, necesitaba una voz rota para cantar aquello de “Tenemos la boca seca de pedir justicia y libertad”.
¿Hay algún momento que recuerdes especialmente de la gira de presentación de Desglaç?
Recordaré siempre a Roger Blàvia emocionado con este repertorio; lo echamos mucho de menos. También a la banda con la que tuve el placer de girar con este disco, todos ellos argentinos y entregados a un repertorio en catalán.
Para muchos, es una de tus cumbres creativas. ¿Tú lo consideras uno de tus discos más sublimes?
No me atrevería a decir la palabra sublime, porque lo sublime es muy difícil de alcanzar. Pero sí, es uno de mis discos más queridos. Por eso insistí a Discmedi y al Taller de Músics que era necesario hacer una reedición y sacarlo en formato de vinilo con algo nuevo que le siguiera dando vida.

Tengo muchos otros poemas subrayados en todos aquellos libros que compré de poesía catalana y que quiero volver a revisar para un futuro disco
En esta reedición se incluye un tema nuevo, Si el món fos, con texto de Joana Raspall y grabado con la Cobla La Principal del Llobregat. ¿Es el prólogo a un nuevo disco en catalán o el capítulo final de Desglaç, veinte años después?
Imposible hacer un capítulo final, no me gustan los capítulos finales. A este poema de Joana Raspall le puse música en 2020, en plena pandemia, y siempre lo había imaginado con una cobla de sardanas. Tengo otros poemas a los que también puse música y que nunca he grabado, como es el caso de Montserrat Abelló y Miquel Martí i Pol. También tengo muchos otros subrayados en todos aquellos libros que compré de poesía catalana y que quiero volver a revisar para un futuro disco.
¿Qué poetas catalanes actuales te interesan? De la escena musical, ¿con qué artistas catalanes actuales te gustaría colaborar?
Hace poco, Manuel Forcano me regaló un libro suyo y leí algunos muy interesantes a los que podría poner música, porque tienen un mensaje muy bonito y muy bien explicado.
En aquella gira, más allá del repertorio de Desglaç, interpretabas otros temas como No volveré a ser joven, en la que musicabas a Jaime Gil de Biedma. Veinte años después, ¿has encontrado la estabilidad, el placer en el disfrute de la madurez?
Sí, totalmente. Tengo la sensación de haber vivido tres vidas y, aunque en esencia soy el mismo entusiasta y el mismo con hambre de aprender, soy muy diferente en muchos aspectos.