El 11 de marzo de 1829, Felix Mendelssohn, dirigía la Pasión según San Mateo, una de las obras más destacadas de la obra de Johann Sebastian Bach. Habían pasado casi 80 años de la muerte del kantor de la iglesia de Sant Tomás de Leipzig, y su obra había sido arrinconada por los nuevos gustos musicales. De hecho, aquella Pasión hacía casi cien años que dormía el sueño de los justos. Mozart, Haydn y Beethoven habían revolucionado la música que después se llamaría, justamente, clásica, y las viejas partituras barrocas de Bach quedaban en el olvido.

Johann sebastian bach

Retrato de Johann Sebastian Bach

Una partitura ensangrentada

Explica la leyenda romántica que Mendelssohn, un niño prodigio que ya había tocado para un admirado Goethe, encontró aquellas partituras en un lugar sorprendente de Leipzig, la misma ciudad donde Bach había muerto el año 1750. Un día que acompañó a su madre a casa del carnicero –otras versiones hablan de un criado, ya que Mendelssohn era hijo de un notable banquero–, descubrió que el tendero envolvía la carne con papel pautado.

Cuando en casa descubrió que aquel papel ensangrentado eran partituras originales de Bach, corrió a la tienda y el amo|dueño le explicó que había encontrado todo aquel papel en una casa que había alquilado. Gracias a aquel encuentro fortuito, el joven músico rescató la Pasión según San Mateo de acabar envolviendo medias y salchichas. La historia, probablemente apócrifa, fue utilizada por Pere Portabella en su película El silencio antes de Bach.

A partir de aquí nació en aquel momento la obsesión para volver a tocar un músico que de ninguna manera le era ajeno. Una tía de Felix había sido alumna de uno de los hijos de Bach, su maestro, Carl Friedrich Zelter, utilizaba como base formativa El clavicémbalo bien templado, de Bach, y su misma abuela le había regalado partituras del maestro del contrapunto. De todos modos, fue la obsesión del joven Mendelssohn por aquella música aparentemente pasada de moda lo que convenció a todo el mundo de resucitar una de las obras más complejas y emblemáticas del genio del barroco alemán: aquella Pasión según Sant Mateo que había tocado la sangre del cortador de carne.

Felix Mendelssohn Bartholdy/James Warren Childe

Felix Mendelssohn pintado para|por James Warren Childe, hacia 1839.

"Ha hecho falta el hijo de un judío para revivir la música cristiana mayor del mundo"

Con el apoyo de Zelter, que había dejado atrás su escepticismo inicial y se encargaría de dirigir los coros, y la asistencia del actor Eduard Devrient, un Mendelssohn de sólo 20 años se encargó de adaptar y dirigir la primera interpretación de la Pasión después de la muerte de Bach y fuera de Leipzig.

La emoción de aquella jornada histórica provocó un contratiempo que estuvo a punto de mandarlo todo al traste. Cuando estaba encima del podio preparado para dirigir la orquesta de la Singakademie de Berlín, el músico de Hamburgo descubrió que delante de sus ojos no había una copia de las notas de Bach que su abuela le había regalado, sino otra pieza diferente. Intentando disimular el pánico, el maestro dirigió de memoria la Pasión, sin olvidarse de ir pasando las páginas para no descubrir el error.

A partir de aquella "redescubrimiento", ligado a la leyenda del papel pautado del carnicero, y la reinterpretación de la obra de Bach por parte de Mendelssohn, el mundo volvió a admirar a un compositor de influencia gigantesca y una obra absolutamente col·losal, que, al mismo tiempo, agrandaría la autoestima alemana y el prestigio cultural teutón. Mendelssohn, que era nieto de un ilustre filósofo judío, aunque la familia se había bautizado como luterana para asimilarse todavía más y evitar el antisemitismo ambiental, no se privó de afirmar que habían hecho falta un actor y el hijo de un judío para revivir la música cristiana mayor del mundo.