“En Los Bingueros aparecen completa, integral y descaradamente desnudas África Prat y Roxana Dipre. En ninguna de mis películas anteriores había presentado nada tan explícito, pero pensé que, puesto que el Destape obligaba a ello, era mejor hacerlo sin medias luces ni sofisticados encuadres que darían más morbo a una escena cómica que no tenía ni erotismo ni mucho menos pornografía.

🟠Muere Mariano Ozores, prolífico cineasta de comedia española, a los 98 años
 

Parecido a eso es lo que he hecho en todo el cine de aquella época en el que si no se incluía algo así en una película, el productor, el distribuidor y el exhibidor consideraban que el trabajo estaba en condiciones de inferioridad con el resto de la producción española, y los espectadores no lo aceptarían”. Mariano Ozores (1926-2025) lo explicaba en sus memorias, Respetable público, recordando aquel momento en que, tras la muerte de Franco y la llegada de la Transición, España empezó a despelotarse. O, más que España, las actrices y modelos españolas.

Las películas del Destape tomaron el mando a la hora de poner toda la carne en el asador

Las películas del Destape tomaron el mando a la hora de poner toda la carne en el asador. El hasta aquel momento muy tapado cuerpo femenino, el masculino sería otro cantar, vio la luz y millones de españolitos, acomplejados por el peso del catolicismo y las prohibiciones de la dictadura, empezaron a babear. Algunos ya lo habían hecho con aquellas excursiones a Perpinyà, para ver El último tango en París o Emmanuelle. Como titulaba aquel éxito de Vicente Escrivá, Lo verde empieza en los Pirineos (1973). Es probable que desnudarse fuera una necesidad, tras cuarenta años de franquismo represivo, y de sexo arrinconado a la luz de las velas y la gracia de Dios. Y si algunas celebridades lo hicieron conscientemente, con Marisol y su mítica portada de Interviu a la cabeza (esa revista, como Fotogramas un poco antes, supo despertar los instintos primarios de los hombres que el cine explotaría poco más tarde), la mayoría tuvieron que ceder a cualquier reticencia para sobrevivir en una industria cinematográfica que vio una mina de oro en despelotar al personal.

El año 1975, el cineasta Jordi Grau se atrevió a mostrar el primer desnudo integral del cine español: fue el de María José Cantudo en apenas dos segundos de La trastienda

El primer pecho, de la actriz Elisa Ramírez, se vio fugazmente en La Celestina (1969), eso sí, tras un velo transparente. Después llegaría el culo del actor y cantante Patxi Andión en El libro del buen amor (1974). Y, en 1975, el cineasta Jordi Grau se atrevió a mostrar el primer desnudo integral del cine español: fue el de María José Cantudo en apenas dos segundos de La trastienda. “Lo pasé muy mal porque soy muy pudorosa. Tardamos dos días en grabar la escena porque yo no paraba de llorar. Pero estoy orgullosa de haber sido la primera que abrió ese campo para la mujer y porque mi desnudo era más bien simbólico en una película que no formaba parte del Destape”, recordaría la actriz.

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Pajares y Esteso, la pareja por antonomasia del cine del Destape

Comedias, fantaterror y cine clasificado S

La trastienda abrió la veda a producciones que nada tenían que ver con ese primer desnudo, habitualmente películas baratas, al servicio de populares cómicos, y con señoritas florero que se quitaban la ropa a las primeras de cambio, con o (casi siempre) sin necesidades del guion que valieran. Por un lado, esa línea de comedia popular salpimentada de tetas y culos se aprovechó de tendencias previas, como el landismo de don Alfredo Landa o aquel icónico dónde están las sueeeeecas de otro enorme actor como José Luis López Vázquez. De ahí vendrían, con la Transición, películas infames con ellos como cabeza de cartel, o con otros cómicos como Andrés Pajares, Fernando Esteso o Antonio Ozores. Otro filón llegaría con subproductos que, bajo la excusa de la denuncia social o del abordaje de asuntos controvertidos, como el aborto o la prostitución (de Aborto criminal a Chicas de alquiler), convertían sus tramas en infumables desfiles de piel femenina.

Con la excusa de la denuncia social o del abordaje de asuntos controvertidos, como el aborto o la prostitución, convertían las tramas en infumables desfiles de piel femenina

Hasta aquel momento, muchas películas usaban la doble versión: con actrices desnudas para mercados extranjeros, y convenientemente tapadas con ropa interior para los cines nacionales. Uno de los géneros que más aplicó ese recurso fue el fantaterror, que hizo furor en los años 60 y 70, y que tuvo el nombre del hoy reivindicadísimo, y muy prolífico, Jesús Franco como gran nombre propio, con títulos como Gritos en la noche (1962), El secreto del doctor Orloff (1964) o Las Vampiras (1971). El Tío Jess fue aprovechando la progresiva apertura de miras zambulléndose de pleno en otra ola reseñable, la de todo aquel cine clasificado S, dirigiendo cintas cada vez más explícitas, aprovechando la idea de las dobles versiones para rodar películas que, según dónde se estrenaran, podían estar clasificadas como S cuando no directamente X (a partir de 1984, cuando se legalizó el porno). De La chica de las bragas transparentes (1980) o Macumba sexual (1982) a Una rajita para dos (1984) o Falo Crest (1987).

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Cartel de La chica de las bragas transparentas

Más allá de Jess Franco, llegarían films pseudopornosoft con títulos tan estimulantes (?) como La caliente niña Julieta (1981), El fontanero, su mujer... y otras cosas de meter (1981), En busca del polvo perdido (1982) o Bragas calientes (1983). El barcelonés Ricard Reguant, director de films como Sueca bisexual necesita semental (1982) o No me toques el pito que me irrito (1983), casi siempre con el pseudónimo de Richard Vogue, publicó sus experiencias en el libro Clasificada “S”, y contaba: “Todo aquello se terminó cuando Pilar Miró llegó a la Dirección General de Cinematografía en 1982 y reunió a los productores y les dijo que se había acabado lo de hacer películas de fontaneros, así que este tipo de films pasaron a las salas X donde el recorrido comercial era mucho menor".

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Bárbara Rey y Rocío Dúrcal rompieron moldes con Me siento extraña (1977)

Y si hablamos del cine del Destape, honor a todas aquellas mujeres que tuvieron que soportar el machismo de la industria cinematográfica, también de una sociedad que nunca las vio como otra cosa que un pedazo de carne. De la Cantudo a Nadiuska, de Ágata Lys a Norma Duval, de Blanca Estrada a Cristina Galbó, de Sara Lezana a Adriana Vega, de Mary Francis (que después rompió con su imagen volviendo a su nombre real, Paca Gabaldón) a Susana Estrada. Incluso dos estrellas como Bárbara Rey y Rocío Dúrcal rompieron moldes con Me siento extraña (1977). Sin duda, todas ellas tendrían mucho que contar, si es que no lo han hecho ya.

Eterno Mariano Ozores

Volviendo al hoy fallecido Mariano Ozores, y a su autobiografía, el ganador del Goya de Honor en 2016 contaba uno de los secretos de su método de trabajo. “En mis primeras películas, asistía a las sesiones del primer fin de semana, que solían estar llenas, y registraba en una grabadora toda la película, para estudiar con tranquilidad las reacciones del público”. Ozores no dejaba nada al azar, y, más allá de la calidad de su cine, que debemos encajar en lo popular y en una industria que quería velocidad y muy poco gasto, siempre supo conectar estupendamente con los espectadores. Desde su debut, con Las dos y media y... veneno (1959), firmó comedias como ¡Cómo está el servicio! (1968), Objetivo: BI-KI-NI (1969), La graduada (1971) o El calzonazos (1974). Y, ya en pleno Destape, rodó tremendos exitazos como Los energéticos (1979), Los Bingueros (1979), El liguero mágico (1980), Yo hice a Roque III (1980), Los liantes (1981) o Cristóbal Colón, de oficio... descubridor (1982).

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Gracita Morales y José Sacristán a ¡Cómo está el servicio!

Más allá de la calidad de su cine, que tenemos que encajar en lo que es popular y en una industria que quería velocidad y muy poco gasto, Mariano Ozores siempre supo conectar estupendamente con los espectadores

Recordaba el eterno Ozores: “En 1981 batí mi propio récord. Hice seis películas, un disparate, pero nunca he sabido negarme a aceptar un trabajo. He visto triunfar a muchos directores durante diez o doce años y luego han pasado al ostracismo. Yo no me puedo quejar, he dirigido muchas películas durante cuarenta años, y en España solo Jesús Franco hizo más cine que yo”. Autor de un centenar de films, y con un par de docenas más como guionista, nuestro hombre lo tuvo claro: “¿Cómo es posible que hubiera en España un tipo que hizo cien películas teniendo siempre en contra a casi toda la crítica cinematográfica y a un nutrido grupo de los llamados estudiosos del séptimo arte? A los que se unieron en su desaprecio todas las administraciones públicas que han existido desde 1959 hasta la fecha”, escribía el cineasta, para contestarse: “No tengo más que una respuesta a este enigma: fue porque esas películas le gustaron a esa masa compacta, caprichosa e incomprensible llamada público”.