Staoueli (territorio otomano de Argelia), 14 de junio de 1830. Las tropas francesas del general Bourmont iniciaban la conquista del territorio. Posteriormente, después de veintisiete años de combates (1830-1857) y de trescientos mil muertes por los dos lados (15.000 franceses y 285.000 argelinos), Francia acabaría incorporando un extenso territorio (la fachada costera del actual estado de Argelia) que sería troceado, encuadrado y administrado como una región más de la metrópoli. Esta proyección de territorio nacional en la orilla sur del Mediterráneo impulsaría un fenómeno inédito en la historia africana. Entre 1830 y 1914, el estado francés promovió el establecimiento de 750.000 europeos en Argelia, de los cuales un mínimo de 30.000 eran catalanohablantes, originarios del Rosellón, de Menorca y de las comarcas interiores de Alicante: los pied-noirs catalanes.

Mapa del Algeria francesa (1854). Fuente Bibliothèque Nationale de FranceMapa de la Argelia francesa (1854) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

La colonización francesa

El año 1830, cuando Bourmont desembarcó en Staoueli, Francia estaba gobernada por Carlos X, hermano pequeño de Luis XVI, el rey guillotinado durante la Revolución (1793). Después de las etapas republicana (1793-1804) y napoleónica (1804-1815), las potencias que habían combatido y vencido el "pequeño corso", le habían impuesto a Francia la restauración de la monarquía y el retorno de los Borbones (1815-1848). Y en aquel contexto político claramente involucionista, París proyectaría un ambicioso plan que pretendía matar tres pájaros de un tiro: la crisis económica, la disidencia política y la contestación social. En aquel momento, la colonización de las tierras ignotas del continente americano ya era patrimonio de las jóvenes repúblicas americanas; y París se apresuró a desempolvar los mapas del Magreb que, poco antes, había dibujado al espía catalán Domènec Badia (Ali Bei) para Napoleón.

¿Por qué aquella colonización masiva?

Desde el inicio de la campaña, la cancillería de París dejó claro que la conquista de Argelia era algo más que las empresas colonizadoras del Quebec y de Louisiana (siglos XVI en XVIII). Francia no había mostrado nunca un interés especial en consolidar un imperio colonial en América: el Quebec se había perdido por las armas de los británicos (1763), y Louisiana se había vendido por el bolsillo de los norteamericanos (1804). Pero con la operación Argelia las cosas apuntaban de forma muy diferente: París diseñó un plan de colonización que representaba el desembarque de centenares de miles de europeos destinados a sustituir, progresivamente, la población autóctona. Británicos, suecos, alemanes, italianos y españoles (los franceses siempre fueron una minoría en el conjunto de aquel fenómeno), convertidos en cow-boys del Magreb.

Grabado de la conquista francesa de Argel (1830). Fuente Bibliothèque Nationale de FranceGrabado de la conquista francesa de Argel (1830) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

Los pioneros menorquines

La Menorca de 1830 era una triste sombra del "siglo de oro menorquín" que lo había precedido. Con el fin de la ocupación británico y el inicio de la dominación española (1802), la plenitud económica y cultural se había marchitado a pasos gigantescos. Y en aquel contexto (una isla superpoblada con un aparato económico arruinado), la emigración se reveló como la única salida. Los menorquines fueron los primeros europeos que participaron en la empresa argelina. La investigación historiográfica revela que entre 1830 y 1850, un contingente de 9.500 menorquines (la tercera parte de la población de la isla) emigraron a la Argelia francesa. Y se estima que, finalmente, unos 6.000 acabaron arraigando. En una primera fase (1830-1840), sería una emigración espontánea, que se explica por la histórica e intensa relación entre los armadores provenzales y la sociedad menorquina.

Fuerte del Eau y Ain Taya

Pero, en una segunda fase, a partir de 1840, aquella corriente migratoria estuvo promovida por las autoridades francesas y fue conducido por un comerciante provenzal llamado Jacques-Augustine de Vialar que, durante la ocupación, se había convertido en uno de los grandes terratenientes franceses en Argelia. Vialar creó dos pueblos de nueva planta, exclusivamente, con menorquines: Fuerte del Eau (1850) y Ain Taya (1855), fundados con 260 y 960 colonos, respectivamente. Aunque el catalán no tuvo nunca el estatus de lengua oficial (ni siquiera de alcance local), Fuerte del Eau y Ain Taya siempre serían catalanohablantes. Seis generaciones de menorquines y descendientes de menorquines que conservarían la lengua hasta que, con la independencia de Argelia (1962), fueron repatriados a la metrópoli y dispersados por diferentes lugares de la costa mediterránea francesa.

Argel

El año 1883, mosén Cinto Verdaguer visitó el barrio europeo de Argel, y dejó constancia en sus notas escritas que la población joven de origen rosellonés, menorquín y alicantino (la segunda y la tercera generaciones de la emigración) utilizaban el catalán como lengua vehicular. Y en 1885, Francesc Truyols, cónsul español en el Argel, cuantificaba la población catalanohablante de la capital colonial en una horquilla entre las 20.000 y las 30.000 personas. Para tener una idea de lo que eso representaba, diremos que Reus -en aquel momento la segunda ciudad de Catalunya- tenía 30.000 habitantes. La comunidad catalanohablante de Argel sería -en términos cuantitativos- la tercera en el ranking de las comunidades catalanohablantes en el exterior, sólo superada por las de La Habana (entonces colonia española de Cuba) y Buenos Aires (República Argentina).

Planol francès de Maó (1782). Fuente Cartoteca de CatalunyaPlano francés de Maó (1782) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿A que se dedicaban los "catalanes" de Argelia?

La distribución sobre el terreno de los colonos (en buena parte conducida por la administración francesa) nos revela claramente la actividad económica de aquellos "catalanes". En las zonas rurales, como era el caso de los pioneros de Fort de l'Eau y Ain Taya, se dedicaban a la producción agraria. Las fuentes documentan que fueron beneficiados por el estado francés con la posesión de extensas fincas con la única condición que las tenían que poner en explotación en un breve plazo de tiempo. Fincas que, en ocasiones, procedían de lotes de tierras yermas, y en otros, de confiscaciones a propietarios autóctonos que se habían rebelado contra la dominación francesa. En cambio, en las ciudades, sobre todo en Argel, eran tenderos. Uno de los comercios que adquiriría más celebridad, sería la carnicería Accault-Sintes, de los tíos maternos del premio Nobel de Literatura Albert Camus Sintes.

Los carniceros Sintes y el escritor Albert Camus

La familia materna del filósofo y escritor Albert Camus es uno de los ejemplos más paradigmáticos del fenómeno catalanohablante en el norte del África. Miquel Sintes y Margarida Cursach (nacidos en Ciutadella en 1817 y en 1823 y bisabuelos maternos de Camus), fueron los pioneros de aquella aventura. Su hijo -y abuelo de Camus- Lluís, ya nacería en Argel (1850), pero cuando sería la hora de casarse, reveladoramente, se enlazaría con Caterina Cardona Fedelich, nacida en Sant Lluís (1857), y por lo tanto emigrante menorquina de primera generación. Lluís y Caterina tuvieron a Caterina Sintes Cardona, la madre de Camus (1882), menorquina-argelina de tercera generación. En el transcurso de la I Guerra Mundial (1914-1918), Caterina quedaría viuda, y el joven Albert, huérfano, y a partir del hecho sería criado por los abuelos Sintes y educado en "patuet", el nombre coloquial que recibía el catalán en Argelia.

El "patuet"

Camus no escribió nunca en catalán pero lo hablaba perfectamente. Camus, de mayor, hizo la vida y encontró la muerte en la Francia metropolitana. Como la inmensa mayoría de los hablantes de "patuet" que, después de la sanguinaria represión colonial que precedió la independencia argelina (1962), tuvieron que abandonar a toda prisa su casa, su tierra y sus negocios. Aquellos catalanohablantes, que habían conservado la lengua durante seis generaciones (un catalán, según el historiador Ferran Soldevila, con exóticos giros franceses, árabes y amazigs); paradójicamente, romperían la cadena de transmisión generacional al poner los pies a la patria de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Una cultura que, después de seis generaciones de existencia, resistencia y trascendencia encontraría la muerte -como Camus- en una triste carretera de la Francia metropolitana.