Tarragona, 16 de marzo de 1804. Rafael Bofarull, vecino y comerciante de Tarragona, obtenía la autorización de la Secretaría de Estado y Despacho de Hacienda para pasar a América. Bofarull sería uno de los pioneros de una corriente expansiva catalana que, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, se aventuraría a "plantar tienda" al otro lado del océano Atlántico. Los comerciantes catalanes que, como Bofarull, dieron este paso decisivo y trascendental, tendrían una importancia primordial en el desarrollo económico de las jóvenes repúblicas americanas que se proclamarían durante aquellos años. El modelo "tienda catalana" ―creado durante el siglo XVIII― se expansionaría con fuerza al otro lado del océano Atlántico. Y, durante el siglo XIX y buena parte del XX, los tenderos catalanes dominarían del comercio al por mayor y al detalle en las principales plazas sudamericanas.

Grabado del puerto de Tarragona (1802), obra de Laborde. Fuente Cartoteca de Catalunya

Grabado del puerto de Tarragona (1802), obra de Laborde / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿Quién era y a qué se dedicaba Rafael Bofarull?

Según las fuentes documentales, Rafael Bofarull, nacido en el pueblo de Els Pallaresos (Tarragonès) hacia 1775, era un tendero propietario de una bodega destinada a la venta de vinos y alcoholes situada en la plaza dels Carros de Tarragona (al pie del acceso al puerto viejo de la ciudad). Sabemos, también por las mismas fuentes (Archivo General de Indias, expediente 2134/11), que el año 1803 habría pedido autorización para pasar a la colonia de Río de la Plata y que a finales de marzo de 1804 se embarcó en un mercante (no sabemos si en el puerto de Tarragona o en de Barcelona) con destino a Montevideo. Aquel viaje transoceánico lo conduciría, finalmente, a Buenos Aires, y allí lo encontramos, de nuevo, a finales de 1804 establecido como propietario de un negocio de venta de vinos y alcoholes de importación catalana, en el barrio de Montserrat de la capital porteña.

¿Por qué aquel viaje?

Los destilados catalanes ―sobre todo los aguardientes de Reus― se exportaban a las principales ciudades del centro y norte de Europa, y a las colonias británicas y neerlandesas de América desde antes de la Guerra de Sucesión hispánica (1701-1715). Pero, en cambio, no habían conseguido penetrar en los mercados de la América colonial hispánica. La trama de corrupción instalada en la Casa de Contratación y la cultura punitiva del régimen borbónico ―incluso antes del conflicto succesorio― habían sido obstáculos insalvables. Pero con Carlos III y su ministro Squillace se inició el desmantelamiento de aquel monopolio (1765) y el sector de la fabricación catalán empezó a mirar, también, hacia Nueva Orleans (entonces colonia española de Louisiana), hacia La Habana y hacia Buenos Aires; los tres grandes centros comerciales emergentes de la América colonial hispánica de la época.

Grabado de Reus (1806). Fuente Archivo Historic de Reus

Grabado de Reus (1806) / Fuente: Archivo Histórico de Reus

¿Cómo llega Bofarull a Buenos Aires?

El caso de Bofarull es muy paradigmático. Dibuja con una extraordinaria precisión las causas que impulsaron aquella expansión catalana y el desarrollo de aquellos primeros negocios catalanes (las primeras tiendas americanas, en definitiva). Desconocemos las fuentes de financiación del negocio de Bofarull, pero, en cambio, a través de otros casos coetáneos conocemos a fondo la mecánica de aquel sistema. Un fabricante catalán (de destilados, de paños o de indianas) fijaba su mirada en una plaza americana. Acto seguido, se ponía en contacto con uno de sus clientes (un tendero minorista también catalán) y le ofrecía la posibilidad de "plantar tienda" al otro lado del Atlántico. Toda la inversión salía del bolsillo del fabricante, pero, a cambio, el tendero se comprometía a vender, exclusivamente, el género que le proveería al fabricante-financiero. Con la promesa de un sustancial y goloso margen que beneficiaría a las dos partes.

¿Cómo eran estas primeras tiendas?

Cuando se inicia aquella expansión (a caballo entre los siglos XVIII y XIX), el modelo "tienda" ya estaba plenamente implantado en Catalunya. Durante la centuria de 1700, buena parte de los obradores catalanes habían destinado una parte del espacio exclusivamente a la exposición y venta del producto. Pero, en cambio, en Nueva Orleans, en La Habana o en Buenos Aires este modelo todavía era desconocido. El pionero Bofarull alquiló la planta baja de una casa ―propiedad de otro emigrante catalán― en el barrio de Montserrat de la capital porteña e instaló un "despacho" de prestigiosos destilados de calidad destinados a las oligarquías terratenientes de la colonia. Una tienda con su escaparate, sus mostradores, sus repisas y su espacio reservado a almacén del negocio.

Almacen Catalán de Salvador Espelt (1925) en Asunción. Fuente Biblioteca Nacional del Paraguay

Almacén Catalán de Salvador Espelt en Asunción (1925) / Fuente: Biblioteca Nacional del Paraguay

El éxito de Bofarull

Y las cosas no le debieron ir nada mal, porque, tan sólo dos años después de su llegada, ya lo encontramos formando parte de la élite del barrio catalán de Montserrat. Coincidiendo con la primera invasión británica de Buenos Aires (1806), aparece relacionado con las familias patricias del barrio reunidas en casa del alcalde de la ciudad para debatir la nueva situación. La investigación de su trayectoria americana también nos aporta otro dato relevante: el mismo año (1806) concertó una alianza comercial con Josep Grau, un comerciante de Reus que se había establecido en Buenos Aires más o menos en la misma época (1804) y con el mismo propósito que Bofarull. Y las fuentes documentales, de nuevo, apuntan que Grau era, muy probablemente, un pariente del fabricante que había impulsado y financiado la iniciativa de Bofarull. Se cerraba el triángulo.

Confitería Catalana El Cristal (principios siglo XX) en Buenos Aires. Font Pinterest

Confitería catalana El Cristal, en Buenos Aires (principios siglo XX) / Fuente: Pinterest

Otros casos

Otro caso paradigmático sería el de los tenderos Francesc Juncadella ―de L'Arboç― y Pere Font ―de Vilanova―, que a finales del siglo XVIII crearon una sociedad en Barcelona y con recursos propios abrieron una tienda de comestibles en Nueva Orleans, en la esquina de las actuales Bourbon Street y Sainte-Anne Street. El éxito no les sonrió al principio, y poco después, siguiendo el modelo de Bofarull y de tantos otros, se convirtieron en distribuidores de un fabricante de zapatos catalán. El año 1815, la Juncadella & Font Shoes (Nueva Orleans ya formaba parte de los Estados Unidos) pasó a manos de unos sobrinos de Reus apellidados Aleix, que reorientaron el negocio hacia un despacho de café importado desde las plantaciones catalanas de Cuba y de Puerto Rico; y que con el transcurso del tiempo acabaría siendo la Old Absinthe House, una de las cunas del jazz.

Old Absinthe House (siglo XIX) en Nueva Orleans. Fuente Universidad de Nueva Orleans

Old Absinthe House, en Nueva Orleans (siglo XIX) / Fuente: Universidad de Nueva Orleans

La herencia comercial catalana

La expansión comercial catalana prosiguió durante todo el siglo XIX. La Habana y Buenos Aires, principalmente, y Asunción, Santiago y Valparaíso, en menor medida, se llenaron de tenderos catalanes que promoverían una cultura comercial local de clarísima factura catalana. Durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX, la mayoría de las chocolaterías-confiterías de Buenos Aires y de los comercios textiles de Asunción, de Santiago y de Valparaíso fueron creados y fueron regentados por familias de tenderos catalanes, o descendientes de catalanes, que nunca perdieron el cordón umbilical ―comercial y sentimental― que las unía con su patria. Catalanes emprendedores que, desde un lado y otro del Atlántico, contribuyeron al desarrollo económico de Catalunya y de las jóvenes repúblicas americanas.