Barcelona, 7 de junio de 1640. Diada de Corpus. Hace 379 años. Las columnas de segadores procedentes de varios lugares del país entran en la ciudad. No era la primera vez que eso pasaba. El 22 de mayo anterior, las columnas de segadores habían entrado en la ciudad y habían rodeado la prisión, exigiendo la liberación de Francesc de Tamarit, diputado militar de la Generalitat (el equivalente a conseller de Interior). En aquella ocasión, el conflicto se había resuelto pacíficamente, cuando Felip Sorribes, carcelero mayor, abrió la puerta de la mazmorra ―probablemente por indicación del virrey hispánico Dalmau de Queralt― y excarceló al diputado Tamarit. En cambio, en la festividad de Corpus, esa situación derivaría en una explosión de violencia que culminaría con el asesinato del virrey Queralt, conde de Santa Coloma. Sin embargo... ¿quién encendió, realmente, la mecha?
Mapa de Catalunya (1642) / Fuente: Cartoteca de Catalunya
El precedente
Catalunya hacía cinco años que vivía inmersa en un paisaje de terror, provocado por la ocupación militar hispánica y la brutal oleada de violencia que los Tercios de Castilla habían desatado contra la población civil catalana. El encarcelamiento de Tamarit (18/03/1640) ordenado por el virrey Santa Coloma había sido una decisión política (el diputado se había negado a colaborar en el reclutamiento de levas forzosas). Y su excarcelación (22/03/1640) también había sido una decisión política (todavía estaba pendiente de juicio). La misma documentación de la Generalitat pone de relieve que Santa Coloma, que parte de la historiografía catalana lo dibuja como la "bestia negra" del régimen hispánico en Catalunya, en realidad era un personaje políticamente equidistante entre los "halcones" de la corte de Madrid y las "palomas" de las instituciones catalanas.
Prisión y política
La Generalitat abrió una investigación para averiguar quién había dado la orden de excarcelar a Tamarit. Es un detalle muy importante, porque revela que en aquel escenario de desconfianza absoluta (entre Catalunya y la monarquía hispánica), no se sabía si aquella decisión obedecía a un intento de rebajar la tensión o de alimentar la espiral del conflicto. Reveladoramente, Sorribes señaló al virrey, y Santa Coloma dijo no saber nada de aquel incidente. Y, a partir del hecho, Tamarit jugaría un papel fundamental en los acontecimientos posteriores. Sería uno de los principales apoyos del presidente Pau Claris: en septiembre de 1640 en la negociación de los pactos con la monarquía francesa (la salida de Catalunya del edificio político hispánico) y en enero de 1641, capitaneando el Ejército de Catalunya que ―con la ayuda de los franceses― derrotaría a los hispánicos en Montjuïc.
Grabado de Barcelona, con la Galera Real atracada delante del puerto (1595) / Fuente: Cartoteca de Catalunya
Las primeras revueltas del Corpus
Las columnas de segadores no eran un movimiento estrictamente pacifista. Cinco años de impune violencia hispánica habían creado el caldo de cultivo que, inevitablemente, conduciría a la revuelta. Pero las primeras revueltas del Corpus, sorprendentemente, las provocaron elementos próximos al aparato hispánico. Según el Dietario, un grupo de "familiares" y "criados" del alguacil real Montrodon, armados con puñales, salieron al encuentro de otro grupo de segadores que transitaban por la calle Ample. Hay que aclarar que Montrodon había sido muerto unas semanas antes en Santa Coloma de Farners. Aquel choque se saldó con varios muertos y heridos; y, a partir de aquel momento ―y de una forma sorprendentemente organizada― se desató una oleada de violencia por toda la ciudad. Según el Dietario, fueron asaltadas y quemadas diez casas de altos funcionarios hispánicos.
Las revueltas del Corpus
Aquellos ataques tan sorprendentemente organizados desbordaron totalmente las fuerzas de la Generalitat y del Consell de Cent barcelonés. El Dietario de la Generalitat dice que “devant lo portal de la Porta Ferrissa, molt distant de la casa de dit lochtinent (referido al virrey) a hont no foren poderosos dits deputats a impedir no invadissen la casa del doctor Gabriel Berart, del Real Consell, en la qual entraren y lansaren los mobles per las finestras hi·n feren de tots un bell foch en la Rambla”. En aquella orgía de violencia, la masa levantada se paró delante de la casa de García Álvarez de Toledo y Mendoza, capitán general de las Galeras Reales. Berart murió apuñalado, pero ni Álvarez de Toledo, sospechosamente embarcado en la Galera Real (atracada delante del puerto de Barcelona), ni su casa sufrieron ningún daño.
Representación moderna de Pau Claris y Dalmau de Queralt / Fuente: Ateneu Barcelonès y Wikimedia Commons
Los criados de Álvarez de Toledo
Hablando de Álvarez de Toledo, el Dietario de la Generalitat identifica a sus "criados" como los iniciadores de un ataque. De hecho, son los únicos que identifica claramente en la anotación de aquella jornada de violencia. Dice que dispararon tiros (probablemente de arcabuz) contra la multitud y asesinaron a varias personas; y se interpreta que las víctimas de aquel ataque formaban un pequeño grupo que negociaba con un consejero de la ciudad la disolución de aquella concentración. La misma anotación informa que el consejero fue herido o muerto en aquel incidente. En este punto es importante destacar que la sospechosamente ausente jefe de las Galeras Reales era uno de los líderes de uno de los dos partidos que se disputaban el poder en la corte de Madrid, enfrentado al del conde-duque de Olivares, ministro plenipotenciario de Felipe IV, y causante de la crisis catalana.
La huida del virrey
Santa Coloma no murió en el intento de asalto a su casa. El virrey y un reducido grupo de consejeros y diputados ―encabezados por Felicià Sayol― conciliaron que Santa Coloma saldría de la ciudad ―de riguroso incógnito― para evitar lo que parecía inevitable. Curiosamente, el Dietario revela que, el día anterior a los hechos, en la calma que precedía la furiosa tormenta que nadie ―al menos, no oficialmente― esperaba, el virrey estaba muy nervioso y sentía que su vida corría riesgo. En el punto más álgido de la revuelta, Santa Coloma salió oculto de la ciudad por el trinquete de Drassana y acompañado por varios diputados y consejeros, se dirigió a la playa de Montjuïc. Sorprendentemente, la Galera Real de Álvarez de Toledo se había desplazado hasta delante de la playa y desde allí le hicieron señales convenidas para que botara una barquita, y embarcara y evacuara al virrey.
Retratos del rey Felipe IV y del conde-duque de Olivares / Fuente: Wikimedia Commons
El asesinato del virrey
Hasta aquí la historia no pasa de la categoría de una accidentada huida. Pero, a partir de aquel momento, la historia de Santa Coloma adquiere, definitivamente, los tintes de una película de misterio. Según el Dietario de la Generalitat, cuando Santa Coloma alcanzó la playa de Montjuïc, los diputados que lo acompañaban “digueren a sa excel·lència que vés si volia que dits deputats restassen en sa companyia”; pero él respondió que “pux ell estava ja en la vora de la aygua, promptament se embarcaria y que se’n tornassen dits deputats per a aquietar la gent; y dits deputats se despediren de sa excel·lència, que eren entre una y duas horas passat migdie”. Oficialmente, nadie supo qué pasó, pero al cabo de unas horas, aparecía ―en aquel mismo lugar― el cadáver del virrey.
La investigación de la Generalitat
Pau Claris, presidente de la Generalitat, como había hecho después de la excarcelación de Tamarit, ordenó una investigación. Pero la autoría del crimen no se ha determinado nunca. La historiografía romántica catalana especulaba que el virrey había sido asesinado por un grupo de segadores, en la soledad de la playa y a la espera de la barquita. Sin embargo, en cambio, la documentación de la época apunta claramente que o lo asesinaron los mismos consejeros que le habían facilitado la huida, o lo asesinaron los Tercios de la barquita que había botado la galera de Álvarez de Toledo. En cualquier caso, se materializaba el propósito de Madrid: semanas antes que los representantes de Claris y de Richelieu firmaran el Pacto de Ceret (septiembre 1640), Felipe IV y Olivares le declaraban la guerra en Catalunya, entre otras cosas, "por haber dado muerte al virrey".
Vista de Barcelona (1645) / Fuente: Cartoteca de Catalunya
¿Quién es quién?
Álvarez de Toledo y Olivares no eran tan sólo dos poderosos personajes de la política hispánica. Eran parientes y elementos destacados del coto de las oligarquías latifundistas castellanas. Y este detalle es muy importante, porque explica que su poder político era consecuencia de su fuerza económica y de sus redes de alianzas familiares. Álvarez de Toledo había reunido dominios que abarcaban una extensión similar a Catalunya. Y Olivares tenía el control sobre el valle bajo del Guadalquivir, por donde circulaban todos los barcos que hacían el tráfico hacia América. En el punto culminante de la "crisis catalana" (enero de 1643), Felipe IV prescindía de Olivares y lo relevaría por Luis de Haro, sobrino del ministro cesado pero elemento del partido de Álvarez de Toledo, en una maniobra que evidencia una curiosísima alternancia. Se cierra el círculo.