Edimburgo, 11 de junio de 1560. Hace 462 años. María de Guisa, reina consorte de Escocia (1538-1542) y reina regente de Escocia (1554-1567), moría a la edad de cuarenta y cinco años, después de una ajetreada vida personal y política. María de Guisa había sido la madre de María Estuardo, la gran rival de Isabel Tudor en la disputa por el trono de Londres, en un conflicto que, con el pretexto recurrente de la religión, enfrentaría a todos los cuerpos sociales de las islas Británicas. Pero María de Guisa era algo más que un actor de aquel conflicto. Es uno de los pocos testimonios de la relación entre Escocia y Catalunya durante la edad media. María era una Bellónida, la dinastía catalana creada por el conde Wifredo el Velloso a finales del siglo IX. Y en uno de los cuarteles de su escudo de armas figuraba la bandera cuatribarrada. María de Guisa fue la reina catalana de Escocia.

Representación de Jaime V y Maria de Guisa. En el cuartel|barrio|cuarto derecho superior del escudo aparecen las barras catalanas. Fuente Wikimedia Commons
Representación de Jacobo V y María de Guisa. En el cuartel derecho superior del escudo aparecen las barras catalanas / Fuente: Wikimedia Commons

¿De dónde venía María de Guisa?

María de Guisa había nacido en 1515 en Bar-le-Duc (entonces ducado independiente de Lorena), aunque algunas fuentes la hacen nacer en un lugar perdido en medio del bosque. Y era hija de los condes Claudio y Antonieta. Claudio era bisnieto de la princesa Violante, hija de Juan I, el penúltimo Bellónida en el trono de Barcelona y tataranieto de Pedro III. Violante (Barcelona, 1384 – Sumur, reino de Francia, 1442) sería un personaje fundamental en la Guerra de los Cien Años (1337-1453). Sería quien fabricaría el mito Juana de Arco, que inclinaría, definitivamente, la victoria militar del eje Valois-Armañac-Anjou (el llamado "eje francés") sobre el eje Borgoña-Lancaster (el llamado "eje inglés"). Este detalle revela uno de los motivos que explicarían por qué, un siglo más tarde, su tataranieta María de Guisa se sentó en el trono de Edimburgo, rival tradicional del trono de Londres.

¿María de Guisa o María Bellónida?

Pero la importancia de Violante, y la de todos sus descendientes incluida María, no radicaba tan sólo en su protagonismo en aquella guerra y en el posterior ascenso social y político fruto del resultado de aquel conflicto. Violante había sido, también, una firme candidata al trono de Barcelona. A la muerte de Martín I, el último Bellónida en el trono de Barcelona, era la descendiente legítima superviviente de más edad de todos los hijos y nietos del conde-rey Pedro III (el padre de Juan I y de Martín I, y el abuelo paterno de Violante). Pero una vieja cultura patriarcal, secularmente instalada en la corte de Barcelona, que impedía coronar a una mujer como reina titular, no lo hizo posible. Y en 1412, las clases mercantiles de Barcelona y de Valencia importaban una estirpe extranjera —los Trastámara castellanos— que ponía fin a más de quinientos años de reinado Bellónida.

Mapa de las islas Británicas (1542). Fuente Cartoteca de Catalunya
Mapa de las islas Británicas (1542) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

El destino de María

Posiblemente, María de Guisa no habría sido nunca reina de los catalanes. María no ostentaba la primacía en la descendencia de aquella rama legitimista de los Bellónida. Pero, en cambio, su trayectoria personal y política revela que, siempre, fue una personalidad destacada en su mundo familiar. Cuando tenía catorce años (1529), sus tíos Antonio y Renata (duques independientes de Lorena) vieron en María cualidades para tener un papel como pieza relevante del gigantesco tablero de la política europea del momento. Y la prepararon para un matrimonio político. En este punto es importante destacar que, desde la llegada de Carlos de Gante al trono de la monarquía hispánica (1518), el ducado independiente de Lorena había quedado escondido entre las posesiones del Habsburgo de Toledo (Países Bajos, Borgoña) y las del Valois de París (Champaña).

María, en la órbita de Londres

Aquella situación, fruto del redibujo del mapa europeo de finales de la edad media, amenazaba la independencia secular de Lorena. Y eso marcó el destino de María. Sus tíos, que frecuentaban la corte de París, la introdujeron en aquellos cenáculos con grandes expectativas. Políticas, naturalmente. En la corte del Valois trabó amistad con Magdalena, hija del rey francés que, en el transcurso del tiempo, se convertiría en la primera esposa de Jacobo V de Escocia. Pero Magdalena moriría tan sólo unos meses después de llegar a Edimburgo (1537), oficialmente a causa de la tuberculosis. Y aquella inesperada muerte enturbió el tradicional acuerdo franco-escocés: la cancillería de Edimburgo se sintió estafada por la de París; y Enrique VIII de Inglaterra, atento a todos los movimientos que se producían, envió a unos emisarios a negociar el matrimonio con María.

Representación de Enrique VIII. Fuente Palazio Corsini. Roma
Representación de Enrique VIII / Fuente: Palazio Corsini, Roma

Los movimientos de Enrique VIII

En aquel momento (1537), Enrique VIII ya se había divorciado de Catalina de Aragón (1533) y de Ana Bolena (1536). Y ya había enviudado de Jane Seymour (1537). Y se fijó en María de Guisa (la amiga de la difunta reina Magdalena de Escocia) por varias razones. La primera, porque aquella unión matrimonial le permitiría intervenir en los asuntos internos de Lorena, con posibilidades de reeditar el eje Borgoña-Lancaster de la Guerra de los Cien Años. Este argumento, en un escenario complicado para Francia (inmersa en un largo conflicto con la monarquía hispánica por el dominio de la península italiana), tenía mucho sentido. Y la segunda, y tan importante como la primera, era que María era una princesa de la antigua casa real catalana, que había sido relevada del trono (incluso podríamos decir que usurpada) por la estirpe Trastámara, la de sus primeros suegros.

De París a Edimburgo

Las monarquías francesa e hispánica se aterraron. Leyeron a la perfección el plan de la cancillería de Londres. Cuando Enrique VIII se había divorciado de Catalina —una Trastámara por los dos lados—, proclamaba a el mundo que había decidido poner fin a la alianza hispano-inglesa (1499). Y cuando Enrique VIII negociaba el matrimonio con María de Guisa, proclamaba al mundo que su reino era una potencia emergente dispuesta a desafiar y disputar la primacía continental a las monarquías hispánica y francesa. Toledo y París reaccionaron con celeridad, y redirigieron a María —y las secretas y ambiciosas expectativas de los tíos Lorena— hacia Edimburgo, a tapar el agujero que había dejado Magdalena. Desde entonces, los vitrales de la catedral de Edimburgo lucen las armas de los Guisa, que en su cuartel superior derecho contienen la bandera cuatribarrada.