Lleida, 1938. Fuente Instituto de Estudios Ilerdencs. Fondos Llevan|Traen

Lleida, 1938 / Fuente: Instituto d'Estudis Ilerdencs. Fons Porta.

Lleida, 7 de enero de 1939. El ejército rebelde franquista, que había ocupado la ciudad nueve meses antes, rompía el frente del Segre y se posicionaba en la orilla izquierda del río. Un pelotón de falangistas que habían combatido con los ocupantes se dirigía al cementerio de la ciudad (situado donde, durante los nueve meses de frente de guerra, había sido zona republicana) y se entregaba a la profanación y destrucción de las tumbas rotuladas en catalán. Únicamente las rotuladas en catalán. Lleida sería la primera gran ciudad catalana ocupada (3 de abril de 1938) y sería, también, la primera en sufrir la destrucción feroz y sistemática de la simbología catalana y republicana. Una maniobra de terror, en forma de explosión de odio que abarcaría la totalidad del espacio público: calles, plazas, caminos, carreteras y cementerios. Los falangistas serían los comisionados por la Junta de Burgos —el gobierno formado por los rebeldes y dirigido por el general Franco— para "depurar" el espacio público de Catalunya.

Mural franquista (2). Fuente European Observatory donde|dónde Memories

Mural franquista / Fuente: European Observatory on Memories.

La bandera, la primera víctima de la 'limpieza' falangista

La bandera de Catalunya, el símbolo nacional de Catalunya, que ondeaba en todos los edificios públicos municipales y autonómicos, sería la primera víctima de la limpieza falangista. La ocupación militar del país (1938-1939) se plasmaba con la eliminación sistemática de la presencia de la bandera en el espacio público. La primera operación que llevaban a cabo los ocupantes era asaltar el ayuntamiento, símbolo del poder municipal, y retirar la bandera de Catalunya. Plantar la bandera franquista — convertida en bandera española después del decreto firmado por Franco y Serrano Suñer del 2 de febrero de 1938— en el asta de la balconada del ayuntamiento, era la culminación de un ritual que pretendía escenificar no tan solo la conquista militar, sino también poner de relieve el nuevo paisaje de dominación. Las fuentes gráficas revelan que la Falange, en su calidad de cuerpo paramilitar, jugaría un papel destacadísimo en la operación de asalto a los ayuntamientos, de eliminación de la bandera y de su sustitución por las banderas franquista y falangista.


Mural franquista / Fuente: Xtec

Otros símbolos catalanes víctimas de la 'limpieza' falangista

La segunda parte de la operación de limpieza pasaría por la sustitución del nomenclátor de calles, plazas y edificios que debían su nombre a la iniciativa de los ayuntamientos democráticos de la etapa republicana (1931-1939). No tan sólo desapareció cualquier referencia a la República y a los valores de la democracia, la libertad y la catalanidad; sino que también fueron ridículamente castellanizados los nombres históricos que hundían sus raíces en la época medieval. El nomenclátor de las calles catalanas se convirtió en un macabro homenaje a los militares golpistas más sanguinarios: Mola, Yagüe, Moscardó, Sanjurjo; y en la sublimación de las dos figuras mediáticas más relevantes del "Glorioso Alzamiento Nacional": Franco y Primo de Rivera. Y el rebautizo del calles de los núcleos históricos se convirtió en una funesta demostración de odio a la lengua catalana que superaba el ridículo más espantoso. En Tarragona, para poner un ejemplo, la calle del Llorer, lejos de llamarlo del Laurel fue convertido en la calle del Lloré (del verbo "llorar").

Reus, 1939. Fuente Fondo Fotografic del Ayuntamiento de Reus
Reus, 1939 / Fuente: Fons Fotogràfic de l'Ajuntament de Reus.

Lérida, Gerona, Villanueva y Geltrú, Seo de Urgel

Naturalmente la limpieza falangista no se detuvo en el nomenclátor de las calles. La cartelera de caminos, carreteras, vías férreas, ríos, canales, estaciones y puertos que contenían la forma catalana e histórica —recuperada durante la II República— de Lleida, Girona, Vilanova i la Geltrú o la Seu d'Urgell —para citar algunos ejemplos— fue literalmente arrasada y, acto seguido, sustituida por la forma castellana impuesta desde la Nueva Planta borbónica de 1717. También en este caso serían los falangistas, desde los ayuntamientos asaltados y ocupados, los responsables de una campaña de odio que asociaba directamente cualquier forma de expresión catalana con un desafío a los principios del régimen franquista. También la relación que empezó a generar la nueva administración franquista adaptó esta operación de depuración en su maquinaria: se destruyó toda la documentación que contenía impresos no tan solo símbolos catalanes y republicanos, sino también la que tenía editada la forma catalana de los pueblos y ciudades de Catalunya.

Silos, 1939. Serrano Suñer (conocido como el Cuñadísimo) libra en el general Yagüe (conocido como el carnicero de Badajoz) una bandera estelada|estrellas retirada del espacio public.
Sitges, 1939. Serrano Suñer (conocido como el Cuñadísimo) entrega al general Yagüe (conocido como el carnicero de Badajoz) una bandera estelada retirada del espacio público.

De toilettes a miccionarios

La tercera parte de la operación de limpieza entraría de lleno en el mundo privado. Las autoridades franquistas dictaron una serie de disposiciones (1938-1939) obligando a rotular los comercios y las fábricas exclusivamente en castellano. Quedaban terminantemente prohibidos —"so pena de severísimas sanciones"— no tan solo el uso del catalán sino también de cualquier otra lengua diferente al castellano. Rotulación externa, interna, documentación mercantil y publicidad. Después de una brutal y terrorífica campaña de inspecciones, no exenta de amenazas y de agresiones, los letreros de las lecherías, de las panaderías, de las bodegas o de los herreros, desaparecerían repentinamente del paisaje urbano de Catalunya. Y las tabernas y las cafeterías se encontrarían en la paradójica obligación de sustituir la universal "toilette" por el pintoresco "miccionario". También, de nuevo, serían los falangistas, la policía política y espiritual que actuaba impunemente al margen de cualquier ley, incluso de la franquista, los responsables de la extirpación de cualquier expresión catalana en el comercio de Catalunya.

Tarragona, 1939. Sustitución de la bandera por|para la bandera española. Fuente Alerta los pueblos. Vicente Rojo. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Tarragona, 1939. Sustitución de la senyera por la bandera española / Fuente: Alerta los pueblos. Vicente Rojo. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Club de Fútbol Barcelona, Lérida Balompié

La limpieza falangista culminaría con las entidades deportivas. No hay que decir que después de la Guerra Civil (1936-1939) buena parte del tejido deportivo del país había desaparecido. Muertos en el frente, asesinados en la retaguardia, forzados al exilio y represaliados que se pudrían, literalmente, en las mazmorras del régimen franquista. Sin embargo, incluso en aquel paisaje de terror, la actividad deportiva rebrotaba. La Falange, que a través de las delegaciones provinciales tenía encomendada la misión de controlar la actividad deportiva, se emplearía a fondo para depurar la cultura que restaba de la etapa catalana y republicana; y la primera medida que activaría sería la de españolizar los nombres de los clubs. No hace falta decir que la senyera y la megafonía en catalán serían proscritas, pero en cambio, las astas de los estadios se llenarían de banderas falangistas. Y la escenografía previa a los partidos sería convertida en un pretendido aparato de propaganda y de adoctrinamiento que, como una tenebrosa ventolera de otoño, se afanaba por barrer la democracia, la libertad, y la catalanidad: "limpiar" las calles de Catalunya.