Ar Baol-Skoubleg ―barrio de La Baule― (Bretaña-Francia), 13 de agosto de 1940. Habían pasado dieciocho meses desde que el president Companys se había exiliado, y hacía seis semanas que la Alemania nazi había completado la ocupación de Francia. Con la caída de París en manos de los nazis (25 de junio de 1940), el gobierno de Catalunya en el exilio se había desplazado a Londres. Pero el president, su esposa Carme Ballester y su sobrino Francesc Ballester se habían quedado en territorio ocupado intentando localizar al hijo de Companys (familiarmente Lluïset) que, cuando los nazis pusieron las garras sobre París, fue precipitadamente evacuado del centro hospitalario donde estaba ingresado y, en medio de aquel caos, se le perdió la pista. Con la desaparición de Lluïset empezaba la tragedia personal del president que culminaría con su detención, deportación y fusilamiento.

Companys, la bestia negra del franquismo

El president Companys se había convertido en el objetivo prioritario del SMPI (Servicio Militar y Político de Inteligencia) franquista, incluso antes de que iniciara el camino hacia el exilio. Companys, mucho antes de ser fusilado, ya era un mito. Su obra política ―marcada, a partes iguales, por grandes aciertos y por estrepitosos fracasos― quedaba oculta por su figura mítica, que simbolizaba la dignidad de Catalunya. Companys, condenado por la República española a treinta años de reclusión por los Hechos del Seis de Octubre (1934), había ganado ―desde la prisión― las elecciones generales de 1936, con el eslogan "Por la dignidad de Catalunya". Y amnistiado poco después y en el ejercicio de su cargo, había sido capaz de poner de acuerdo a independentistas, anarquistas y todas las fuerzas de seguridad de Catalunya para neutralizar el intento de golpe de estado del 19 de julio de 1936.

Ficha policial española del presidente Companys. Fuente Archivo de El Nacional

Ficha policial española del president Companys

Companys, refugiado político en la República francesa

Entre febrero de 1936 (el inicio del exilio) y junio de 1940 (la ocupación nazi de París y el traslado del gobierno de Catalunya a Londres), el SMPI franquista tuvo el president Companys en el punto de mira. La sede del Consell Nacional de Catalunya, en París (en la Rue de la Pépinière, 25) fue permanentemente espiada por el SMPI y por su jefe directo en la capital francesa, el embajador español José Félix de Lequerica, que, a la conclusión de la II Guerra Mundial (1945), se haría tristemente célebre como el jefe de una cadena delictiva que facilitaba la huida de criminales nazis franceses a la España franquista. Cuando el president Companys se exilió, la República francesa le había concedido el estatus de refugiado político y, a pesar de la estrecha vigilancia a la que fue sometido por el SIMP, mientras Francia fue un estado libre, el Gobierno nunca tramitó una petición de extradición.

Pero a partir del momento en que los nazis completaron la ocupación de Francia, se precipitaron los acontecimientos. Los servicios de seguridad de la embajada española habían seguido de cerca el traslado del president Companys a la Bretaña francesa. Los filonazis Lequerica y Serrano-Súñer (el superministro y cuñado de Franco, y conocido popularmente como "el cuñadísimo") pusieron en marcha ―y a la vez― la maquinaria policial del régimen en la Francia ocupada. Y el 13 de agosto, un pelotón de la Wehrmacht (el ejército alemán) se presentaba en la residencia de los Companys y detenía al president de Catalunya. En aquel operativo policial, participaron ―también― agentes de la Gestapo (la policía política del régimen nazi alemán) y un funcionario de la embajada española en París: el policía Pedro Urraca Randueles, que sería el que lo conduciría detenido a Madrid.

Franco i Hitler a la conferencia de Hendaia, pocos días después del fusilamiento de Companys. Font The Guardian

La detención del president Companys

El diario manuscrito de Carme Ballester, la esposa del president Companys, que relata con una claridad diáfana y con crudeza desoladora el momento de la detención y las horas inmediatamente posteriores, dice: "Dos hombres vestidos de civil y cuatro con uniforme de soldados alemanes (además, no hablaban otra lengua que la alemana) entraron en la casa con las metralletas en la mano. Y apuntando a mi marido y a mí misma, nos hicieron un registro personal (...) encima no llevábamos nada, entonces desordenaron toda la casa y todo lo dejaron revuelto (...) los soldados apuntando a mi marido, sentado en una silla, y yo tenía que conducir a los dos hombres de civil, diciéndoles dónde estaban las cosas, pero siempre sintiendo un revólver que me apoyaban en la espalda (...). ¡Acabada la operación, los cuatro soldados se llevaron custodiado al president de Catalunya!".

La comisión de los nazis: el saqueo del president Companys

No obstante, los detalles de aquel registro revelan que, mientras el régimen franquista estaba obsesionado con la persona del president de Catalunya, el interés de los nazis no iba más allá del saqueo a beneficio personal. Carme Ballester explica que: "Por fin encontraron dentro de un cajón nuestro capital, 70.000 francos (el equivalente a 100.000 euros); entonces ya empezaron a estar contentos del hallazgo; en seguida se lo pusieron en el bolsillo, también se llevaron todos los documentos que encontraron, incluso nuestras cartas de identidad y los pasaportes diplomáticos, como también entre los papeles había títulos como el de abogado que mi marido quería conservar". La misma Carme Ballester confirma que pasado un tiempo sólo le devolvieron cinco mil. Los sesenta y cinco mil restantes no los recuperaría nunca; ni siquiera después del conflicto mundial y de la liberación de Francia (1945).

Tarradellas, Ballestero y Compañeros en el exilio. Fuente Archivo Fotografic de Catalunya. Fondo Lluís Companys

Tarradellas, Ballester y Companys en el exilio / Fuente: Arxiu Fotogràfic de Catalunya. Fons Lluís Companys

"Me sacaron casi a patadas"

Aquel mismo día, el president Companys fue conducido a Ville Caroline, una casa de campo de La Baule, confiscada y convertida en un cuartel alemán; y al día siguiente sería secretamente trasladado a París. Sería entonces, de una manera fugaz, la última vez que vería a su marido. No lo vería nunca más, ni vivo ni muerto: "La villa estaba rodeada de soldados. No me dejaban pasar. Además, no me entendían tampoco (...). Como me vieron decidida, cuando se dieron cuenta yo ya me había metido dentro (...). Solamente oía voces de gente que hablaban en alemán (...) entró un oficial (...) me pregunta qué hacía allí. Yo le respondo que quería ver a mi marido, y saber el por qué lo habían detenido con tantas malas maneras (...) me sacaron casi a patadas (...) pero al salir a la puerta, veo que cuatro soldados con cascos, en medio había mi marido, que lo trasladaron a otro lugar".

"Solamente grité: ¡Lluís!"

"Solamente grité: ¡Lluís! Él se giró hacia mí y me hizo un signo con la mano queriendo decir: '¡huye de aquí!'. Ya no lo vi más". El resto de la historia es sobradamente conocida: en la prisión de La Santé ―de París―, fue entregado a la embajada española, y el policía Urraca lo condujo esposado hasta la sede del SIMP, en Madrid. En aquel operativo, los regímenes nazi y franquista se saltaron todos los protocolos policiales, judiciales y de extradición. Hitler y Franco secuestraron, saquearon, torturaron, condenaron y fusilaron a la figura y la persona que simbolizaba la dignidad de Catalunya. Después de cuarenta y un años de régimen constitucional, muy reveladoramente, el estado español todavía se niega a anular la detención, juicio y condena del único presidente europeo elegido democráticamente, que ha sido secuestrado, saqueado, torturado, condenado y fusilado.