Génova, 20 de junio de 1705. Los representantes catalanes Antoni de Peguera y Domènec Perera y el plenipotenciario inglés Mitford Crowe firmaban el Tratado de Génova; que inclinaría, definitivamente, Catalunya hacia la alianza internacional austriacista y la elevaría a la categoría de actor con nombre propio sobre el escenario del conflicto sucesorio hispánico (1701-1715). Pero, sorprendentemente, aquel trascendental tratado sería firmado por tres personalidades que, en aquel momento, tenían una relevancia política mínima: Peguera y Perera no pasaban de la categoría de dirigentes locales del partido austriacista catalán, y Crowe no sumaba más que una efímera experiencia en la Cámara de los Comunes inglesa.

Vista de Génova (1572). obra de Hohenberg. Font Università degli Studi di Genova

Vista de Génova (1572), obra de Hohenberg / Fuente: Università degli Studi di Genova

Mitford Crowe

El papel de Perera y Peguera explica que aquel tratado no lo firmó el Govern de Catalunya, sino una representación de la oposición austriacista catalana, mayoritaria pero clandestina y perseguida por el régimen borbónico. En cambio, el de Crowe resulta muy misterioso. Crowe, que llegaría acreditado con plenos poderes por la reina Ana de Inglaterra, había sido diputado del Partido Whig (liberal) —que, cuando se firmó el Tratado de Génova, ostentaba el gobierno de Inglaterra—, pero su experiencia política no trascendía de la efímera representación del condado de Hampshire (1701-1702) en la Cámara de los Comunes. A primera vista, el episodio clave de Génova tiene más pinta de película de espías que de otra cosa.

¿Qué relación tenía Crowe con Catalunya?

Tanto es así que Crowe aparece en la documentación de la oposición austriacista catalana con el nombre en clave "el pájaro". Ahora bien, la respuesta al interrogante del relevante papel de Crowe en aquel trascendental tratado se avista a partir del momento en que conocemos la vieja relación del inglés con Catalunya; y, sobre todo, con las clases mercantiles catalanas. Crowe, después de una exitosa carrera comercial en las Antillas inglesas, puso los pies en Catalunya hacia 1685, dos décadas antes de la firma del Tratado de Génova. Su nombre consta como uno de los cuatro fundadores de Heathecat & Crowe, la primera fábrica de aguardientes de Reus y de Catalunya, y una de las pioneras de este ramo en Europa.

El Pájaro en Catalunya

La relación de El Pájaro con Catalunya no se acaba en Reus. Ni siquiera en Génova. Sabemos, también, que Crowe residió en Barcelona durante dos largas etapas (1686-1701 y 1702-1707). Y que tuvo una intensa relación con las élites mercantiles catalanas, de ideología austriacista. Crowe vivió de primera mano, y se puede decir que en primera persona, el primer gran conflicto entre el nuevísimo régimen borbónico y las instituciones de gobierno catalanas (las políticas y las judiciales): la ley de prohibición de comercio con los países de la alianza austriacista (1702), principales socios comerciales de Catalunya, que culminaría con el intento de expulsión del comerciante catalán de origen neerlandés Arnold Jäger.

Vista de Barcelona (1696), obra de Nicolas de Fer. Fuente Cartoteca de Catalunya

Vista de Barcelona (1696), obra de Nicolas de Fer / Fuente: Cartoteca de Catalunya

El caso Jäger

El caso Jäger, que Catalunya ganaría al régimen borbónico en una dura y larga batalla judicial (1702-1704), marcaría un antes y un después. Las élites mercantiles catalanas, que en aquel momento —y en clarísima inferioridad de condiciones— se disputaban el poder político del país con el minoritario partido colaboracionista borbónico, ya no confiarían nunca más en el Borbón y en su régimen. A pesar de la incontestable victoria judicial, Catalunya se vería obligada a mantener sus canales comerciales en un frágil y amenazado limbo legal. Y Crowe, desde su posición de miembro destacado de las élites mercantiles catalanas, se convertiría en uno de los arquitectos de la respuesta política catalana.

Crowe, el enlace

Con todo eso, ya tenemos los elementos suficientes para perfilar la figura de El Pájaro, pero continúa vivo el interrogante de su relevante papel en Génova. Y la respuesta la tenemos cuando conocemos la gran importancia que tenían las importaciones catalanas de trapos y de alcoholes en Inglaterra. Tanto para los productores y exportadores catalanes, como para los importadores y distribuidores ingleses. Y eso explica el papel de Crowe no tan sólo en Barcelona, sino también en la ciudad portuaria y mercantil de Southampton (el distrito que, reveladoramente, Crowe había representado en la Cámara de los Comunes) y en Londres entre las élites del Partido Wigh, representantes de las ambiciones políticas de las clases mercantiles inglesas.

Anna de Inglaterra y Carles d'Habsburg. Font Viquipedia

Ana de Inglaterra y Carlos de Habsburgo

La naturaleza del tratado

Los pactos suscritos en Génova revelan que aquel tratado contenía una especie de "condición resolutoria", que le confería una naturaleza transitoria. Es decir, que no sería plenamente vigente hasta el cumplimiento de una serie de condiciones pactadas. Eso, también, explica —cuando menos, ayuda a entender— la participación de personalidades de una importancia política discreta en aquel trascendental acto. En Génova, los representantes catalanes se comprometieron a facilitar el desembarque de una fuerza aliada que sería complementada con un ejército catalán formado por seis mil efectivos. También a expulsar del poder la administración borbónica de Catalunya. Y a nombrar a Carlos de Habsburgo, conde de Barcelona, como primer paso para ser coronado rey de los estados hispánicos.

Se mueven las primeras piezas del tablero

La facción más activa del partido austriacista catalán, conocida como "els vigatans", preparó el terreno: el 22 de agosto (un mes después de la firma del tratado), un grupo de 180 barcos de la coalición internacional austriacista, comandado por Lord Peterborough, desembarcaba sin oposición 10.000 efectivos ingleses, neerlandeses, austríacos y catalano-valencianos en las playas de Montgat y de Badalona. Acto seguido, se sumaban 2.000 efectivos catalanes armados por "els vigatans" y denominados Compañía de Osona. Y el 13 de septiembre, también sin ningún tipo de oposición, ponían sitio en Barcelona. Mientras tanto, Carlos de Habsburgo esperaba impaciente que los austriacistas de la capital catalana sublevaran la ciudad y le abrieran las puertas.

Mapa de Inglaterra y Gales (1700). Anonim. Fuente Cartoteca de Catalunya

Mapa de Inglaterra y Gales (1700), anónimo / Fuente: Cartoteca de Catalunya

El titubeo catalán

La oposición austriacista en Catalunya era absolutamente mayoritaria. Incluso, estaba discretamente infiltrada en algunos lugares clave del poder. Pero a la hora de la verdad, el atávico titubeo catalán hizo acto de presencia. Y las élites mercantiles barcelonesas —inmersas en un debate clandestino sobre las consecuencias de un éxito o de un fracaso de aquella operación— secundaron, inicialmente, la resistencia ordenada por las autoridades locales, del partido borbónico, naturalmente. Tendría que ser Jerònima Peiró, una vecina anónima del barrio del Born, la que iniciaría la revuelta. La Peiró, su marido Tomàs y los hijos de la pareja emboscaron, desarmaron y encarcelaron a una compañía de 70 Tercios hispánicos.

Se consolida el tratado

La acción de la familia Peiró fue la chispa que hizo estallar la revuelta. Finalmente, el 22 de octubre, el partido austriacista se hacía con el poder y abría las puertas de la ciudad al ejército aliado. En este impasse revolucionario, Girona, Lleida y Tarragona ya se habían declarado —pública y oficialmente— austriacistas. Y el 7 de noviembre, el nuevo gobierno catalán ratificaba los acuerdos de Génova, Carlos de Habsburgo juraba las Constituciones Catalanas y las Cortes lo proclamaban conde de Barcelona. De esta manera se completaban las condiciones de Génova y desaparecía la "condición resolutoria" que había mantenido aquel acuerdo en una especie de limbo político.

Mapa de Catalunya (1707), obra de Ioan Baptista Norimberge. Fuente Cartoteca de Catalunya

Mapa de Catalunya (1707), obra de Ioan Baptista Norimberge / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿Qué nos explica aquel tratado?

La historiografía nacionalista española ha insistido mucho en rebajar la categoría del tratado a la de un simple pacto casero. Pero, en cambio, los actores, el escenario y las consecuencias revelan y prueban claramente dos detalles importantísimos. El primero, la arquitectura confederal y asimétrica de la monarquía hispánica. Y el segundo, que en Génova, el reino de Inglaterra y, por extensión, el resto de socios de la alianza austriacista (los reinos de los Países Bajos y de Portugal, el archiducado independiente de Austria y el ducado independiente de Saboya) le reconocían a Catalunya la categoría de sujeto político, perfectamente legitimada para decidir su futuro, por ejemplo, a través de acuerdos internacionales.

Otros falsos mitos de aquel tratado

No obstante, aquel tratado no quería ser una declaración de independencia. Para ninguno de los bandos. Más bien al contrario. La ambición política de las clases mercantiles catalanas pasaba por reforzar la arquitectura foral del edificio político hispánico con el propósito de descabalgar del poder a las corruptas oligarquías castellanas que habían provocado la quiebra y la pérdida de liderazgo de la monarquía hispánica. Y la de los aliados —y, naturalmente, la de El Pájaro— era evitar un eje borbónico París-Madrid, totalmente controlado desde Versalles (como acabaría pasando) que rompía el equilibrio europeo certificado después de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648); y, de paso, liquidar el monopolio castellano de América, para abrir los puertos coloniales hispánicos al comercio internacional.

Portada de las Constituciones de Catalunya de 1705. Font Viquipedia

Portada de las Constituciones de Catalunya de 1705

"Por la libertad de los pueblos de España"

Esta proclama de Rafael Casanova —presidente de la Junta de Guerra de Catalunya, el gobierno de facto durante la última fase del conflicto (1713-1714)—, en la defensa de Barcelona (11 de septiembre de 1714), es uno de los elementos que mejor explican el espíritu de aquel tratado y de la ideología de las clases mercantiles catalanas e inglesas. La figura de Rafael Casanova que, actualmente y a través de su proclama, es objeto de un espurio intento de apropiación del unionismo, está a las antípodas del franquista "Una, grande y libre", o del constitucionalista "A por ellos, oé". El papel de El Pájaro, el Tratado de Génova y la proclama de Casanova representan el espíritu de unas Españas que no pudieron ser.

 

Imagen principal: Retrato de Mitford Crowe (1703), obra de John Smith a partir de un dibujo anterior de Thomas Murray / Fuente: National Portrait Gallery