Madrid, 25 de octubre de 1924. Hace 99 años. Los dirigentes socialistas Julián Besteiro (que, poco después, sucedería a Pablo Iglesias al frente del PSOE), Francisco Largo Caballero y Andrés Saborit celebraban que las bases habían decidido la colaboración del partido con el régimen dictatorial de Primo de Rivera (1923-1930/31). Los argumentos que habían blandido estos dirigentes para obtener la conformidad de las bases habían sido diversos. Y el PSOE sería el único partido de tradición democrática que colaboraría con el régimen dictatorial que había intervenido y desmantelado la Mancomunitat de Catalunya, proscrito la lengua catalana, ilegalizado partidos y sindicatos (menos el PSOE), clausurado ateneos y asociaciones culturales y prohibido la exhibición de los símbolos de Catalunya. El PSOE se convertía en el aliado estratégico de la derecha cavernaria más anticatalana.

Las razones de Besteiro, Largo Caballero y Saborit; y las contra-razones de Prieto y Giner
Los dirigentes socialistas justificaron aquella escandalosa colaboración argumentando razones de estrategia política. Besteiro, Largo Caballero y Saborit, pesos pesados de la ejecutiva socialista, proclamaron que la democracia era una responsabilidad de la clase burguesa y que el PSOE tenía que estar en el gobierno, tanto en un régimen constitucional como en un régimen dictatorial. Con estos argumentos, los socialistas y ugetistas Besteiro y Largo Caballero aceptaron formar parte del Consejo de Estado. Pero esta estrategia no les salió gratis. Indalecio Prieto (retengamos este nombre) y Fernando Giner de los Ríos, pesos pesados del partido, se opusieron porque entendían que ensuciaba el prestigio de los socialistas. En cambio y, sorprendentemente, ni a Prieto ni a Giiner la tolerancia del régimen dictatorial con el PSOE les pareció escandalosa.

El cierre de Les Corts
Ocho meses más tarde, el 14 de junio de 1925, se celebraba un partido de fútbol amistoso, entre el FC Barcelona y el Club Deportivo Júpiter, en homenaje al Orfeó Català (una de las entidades más vigiladas y perseguidas por el régimen dictatorial). En los prolegómenos del partido, la banda musical interpretó la Marcha Real y los 12.000 aficionados de los dos equipos que llenaban el estadio ensordecieron el himno español con una sonora y espectacular pitada. Y acto seguido, cuando la misma banda interpretó el God save the King, se produjo una gran ovación. Aquella manifestación de rechazo a la monarquía española y al régimen dictatorial de Primo de Rivera se traduciría en una intensificación de la represión: docenas de detenidos y clausura del estadio de Les Corts, el coliseo blaugrana. Ningún dirigente socialista, ni los colaboracionistas ni los críticos, protestó.
El Pacto de San Sebastián
El año 1930 el régimen dictatorial no había conseguido ninguno de los objetivos que habían impulsado el golpe de estado (septiembre, 1923): enderezamiento económico, paz social, liquidación del "problema catalán". Alfonso XIII, que había dado apoyo entusiástico al golpe de estado y a la dictadura, temía que el desprestigio del régimen lo arrastrara a la ruina y abandonó al general Primo de Rivera a su suerte. Por este motivo, los militares golpistas de 1936 nunca quisieron tratos con los Borbones, a quienes consideraban unos traidores. Antes, sin embargo, cuando los partidos republicanos españoles se reunieron en Donostia (agosto, 1930) para pactar que, si ganaban los primeros comicios que se convocaran, impulsarían un cambio de régimen (de una monarquía dictatorial a una república constitucional); el PSOE, como la Corona o como el régimen dictatorial, estaba totalmente dividido y desprestigiado.

La Conjunción Radical-Socialista
Esta división y desprestigio era, especialmente, acusado en Catalunya. Al inicio de la etapa dictatorial (1923), los críticos con la estrategia colaboracionista —Rafael Campalans, Joan Comorera o Gabriel Alomar— se habían ido para crear la Unió Socialista de Catalunya. En las elecciones municipales de 1931, la desprestigiada Federación Catalana del PSOE no se podía plantear concurrir en solitario y buscó alianzas para colocar a sus dirigentes en los ayuntamientos catalanes. En aquella desesperada carrera, no tuvieron ninguna objeción para presentarse en las mismas listas que los candidatos del Partido Republicano Radical, el partido creado por Alejandro Lerroux que, durante su corta historia, había hecho un curioso viaje ideológico desde la izquierda obrerista anticatalanista hacia la derecha liberal españolista. Sería la Conjunción Radical-Socialista.
El Banco de Reus
El 14 de abril de 1931, Francesc Macià ganaba las elecciones y proclamaba la restauración del autogobierno de Catalunya, liquidado a sangre y fuego después de la ocupación borbónica de 1714. El president Macià entendió que la autonomía política (la que tenía que conducir a la independencia) no era posible sin una autonomía financiera (la llave del cajón). Y con Evarist Fàbregas, presidente del Banco de Reus (en aquel momento uno de los tres grandes bancos españoles), proyectaron convertir la entidad reusense en el banco público de Catalunya. Cuando el socialista Indalecio Prieto, ministro de Hacienda de la República (antes pedía que retuvieran este nombre), tuvo noticias de esta negociación, maniobró y, con la inestimable colaboración del poder económico vasco y madrileño, provocó la quiebra y desaparición del banco (julio, 1931).

El socialista Negrín y la Leva del Biberón
El 15 de abril de 1938, en plena Guerra Civil (1936-1939), el ejército rebelde alcanzaba las playas del Baix Maestrat valenciano y dividía la zona republicana en dos. Catalunya quedaba aislada, y el general Franco ordenaba concentrar 80.000 efectivos en el Ebro para librar la "madre de todas las batallas". La ocurrencia del socialista Juan Negrín, presidente del gobierno de la República, fue ordenar la leva forzosa de todos los chicos catalanes nacidos entre 1920 y 1923, ambos incluidos. La Leva del Biberón, como la bautizó la exministra cenetista Federica Montseny (que se oponía radicalmente), fue una brutal carnicería de chicos (muchos menores de dieciocho años y todos exclusivamente catalanes), a manos del ejército nacionalista español. El ejército del pensador falangista Ernesto Giménez Caballero, que clamaba: “Cataluña, te maté porque eras mía”.