La vida de la sufragista húngara Rosike Schwimmer y la de un escritor que se traslada a Nueva York para investigar sobre su vida. Sobre estos dos pilares está construida La vida anterior dels dofins (Edicions 62), la nueva novela del escritor vasco y Premio Nacional de Literatura Kirmen Uribe (Ondarroa, Vizcaya, 1970). Uribe la ha escrito gracias a una beca de la Biblioteca de Nueva York, que le ha permitido acceder a un archivo de más de 150 cajas con documentos sobre la vida de Schwimmer. El libro se desarrolla a través un juego de espejos entre identidades diferentes, entre la voz femenina y la masculina, entre el presente y el pasado. El autor dice que es un libro de un hombre que busca una nueva masculinidad, pero por sus páginas también desfilan la experiencia de migrar, el valor del pacifismo y la distancia como forma de reconciliarse con las raíces. "Los hombres tenemos que perder espacio y privilegios ahora", afirma convencido.

Entrevista KIRMEN URIBE - Foto: Montse Giralt
Foto: Montse Giralt

¿Cómo llegas a la vida de Rosike Schwimmer?
Me la encuentro por casualidad. Como todos los novelistas soy muy de buscar historias, tanto cuando hablo con alguien como en las bibliotecas o los archivos. Y esta vez fue por Internet. Estaba buscando historias de mujeres migrantes y de repente entré en los archivos de la biblioteca de Nueva York y me encontré con 176 cajas de documentos que contenían una vida, la de Rosike Schwimer.

¿Quién era ella?
Era una sufragista y pacifista húngara de principios del siglo XX que fue a Nueva York a vivir e intentó detener la Primera Guerra Mundial. Lo que más me llamó la atención, sin embargo, era que su amiga y secretaría había estado durante 40 años tratando de escribir su biografía y nunca la acabó. Y cuando lo supe dije: ¡qué historia! Entonces pedí la beca Cullman de la biblioteca de Nueva York para poder investigarla. En la novela no sólo quería hablar de Rosike sino también de todo lo que le pasa a un autor cuando descubre un tesoro como este. Y eso es lo que se explica.

Schwimmer es un personaje fascinante, rompe absolutamente con los moldes de la época.
SÍ, es una figura sobre todo muy valiente. Ella ya desde pequeña era muy diferente. Su madre la llevaba al teatro y a conciertos cuando entonces nadie lo hacía, cuando a los niños se los dejaba en casa. Fue una de las primeras mujeres en estudiar economía en Hungría y después empezó a trabajar y se implicó en el movimiento obrero y feminista. Siempre decía lo que pensaba y eso la llevó a Budapest, a Londres, donde le engancha la Primera Guerra Mundial, y finalmente a los Estados Unidos. Allí, empeñada en detener la guerra, hace muchos intentos de convencer al presidente Wilson e incluso colabora con Henry Ford. Con Ford monta una aventura completamente utópica que es un viaje transatlántico en barco para intentar promover la paz. Esta iniciativa fracasará pero su lucha no.

Se están escribiendo historias basadas en hechos reales para explicar lo que ha vivido cualquier identidad silenciada o comunidad que se haya visto oprimida

¿Porque te interesa recuperar vidas olvidadas como la de la Rosike para hacer ficción?
En el siglo XXI hay un gran cambio en la ficción, un cambio salvaje: se pasa de autores que se inventaban historias o mundos imaginarios a explicar historias reales, a explicar hechos que antes habían sido silenciados. Ahora mismo, autores como Emanuel Carrère en Francia, Sirio Husvedt en los Estados Unidos o Chimamanda Ngozi Adichie en África explican historias reales. Es una cosa que está pasando en todo el mundo con cualquier identidad silenciada o comunidad que se haya visto oprimida. Se están escribiendo historias basadas en hechos reales para explicar lo que han vivido.

Hablas, pues, de revisar el criterio con que se decidía qué experiencias había que explicar o qué voces valía la pena escuchar.
¡Claro! ¿Por qué se habla siempre de hombres blancos heterosexuales y occidentales? Todo este movimiento viene a llenar estos vacíos que ha habido durante muchos años en la historia. Ahora se explican historias de mujeres, de minorías y de gente que ha vivido en otras lenguas también. Vamos en esta dirección. A la vez, también se escriben novelas de nueva factura. Tú para escribir sobre una realidad silenciada no hace falta que lo hagas a la clásica. Formalmente también dices: ¿por qué tenemos que escribir el tipo de novela que se ha escrito hasta ahora? Planteémonos también la forma de una otro manera.

Entrevista KIRMEN URIBE - Foto: Montse Giralt
Foto: Montse Giralt

La vida anterior dels dofins tiene una forma innovadora en este sentido.
No quería sólo recuperar la historia de Rosike. No me llenaba eso. Me interesaba también al hecho de qué repercusión tiene en mi vida el hecho de abrir todas aquellas cajas con documentos, ir a vivir toda la familia a Nueva York, tener que hablar otro idioma, entender un nuevo código de conducta... Rosike se marchó de Europa a Estados Unidos y con mi familia hemos hecho el mismo camino. Quería hablar también de lo que ella sintió al desplazarse desde el punto de vista de nuestras vivencias.

Hay una conexión entre el personaje y otros episodios de lucha feminista de la historia como la de las mujeres de Basauri, en el País Vasco.
Sí, el libro es el de hombre que busca una nueva masculinidad, que es mi caso. Quiero reinventarme en este tema. Y todos tendríamos que hacerlo. La novela transcurre por varias vidas de mujeres y varios momentos en la lucha por la igualdad. Aparece el sufragismo pero también las abortistas de Bilbao, un macro-juicio que tuvo lugar en el País Vasco a principio de los 80 y que marcó mi infancia. Siempre he crecido rodeado de mujeres y quería hablar de la relación que tenía con ellas. Por eso en la primera parte del libro el narrador es Uri, el escritor, y en la segunda su mujer, Nora.

Perder privilegios es bueno y es lo que tendríamos que hacer los hombres

Hablas de una nueva masculinidad. ¿Qué podemos hacer para encontrarla?
¡Leer! (ríe) Escuchar, tratar de ponernos en la piel de cómo piensa una mujer y sobre todo darles espacio. Perder peso es bueno y perder privilegios también. Y es lo que tendríamos que hacer los hombres ahora. Tomarnos las cosas más tranquilamente. La masculinidad tradicional ha sido una tiranía que nos ha marcado, es horrible. Yo pienso en la figura de mi padre, que era pescador y estaba todo el día trabajando... Y cuando no trabajaba tenía que beber, ¡y eso estaba bien visto! No mostraba ningún sentimiento, así no podemos vivir. Tenemos que hacer un replanteamiento total de lo que es ser un hombre. A mí en realidad estas figuras muy masculinas siempre me han echado atrás y me han parecido muy agresivas y violentas, nunca he sido muy "hombre" en este sentido.

Otro de los temas de la novela es el de migrar. Dices que los migrantes, cuando se marchan, nunca encuentran aquello que esperan.
Sí, siempre es una cosa diferente. Eso está relacionado también con el título del libro y la historia de las lamias y las sirenas. El título viene de la leyenda vasca que dice que los delfines antes eran hombres y que se convirtieron en estos animales para poder ser amantes de las lamias, unas criaturas fantásticas marinas. Al migrante le pasa lo mismo: una vez has tomado la decisión de amar a una lamia, de ir a un país diferente, ya eres otra persona. Lo que encuentras nunca es lo mismo que has soñado. Algunos días es mejor y algunos peor pero sí que tenemos que tener claro que migrar es muy duro y ver así a los migrantes, como gente que ha tomado una decisión difícil.

Entrevista KIRMEN URIBE - Foto: Montse Giralt
Foto: Montse Giralt

¿Qué te sorprendió en tu caso de la vida en Nueva York?
Los inputs culturales son increíbles. Los artistas en los EE.UU. no tienen miedo al fracaso. Es otra manera de crear, están muy locos creando y eso se ve en todo. Te platean una película o una novela con una forma totalmente innovadora. No miran atrás sino que miran adelante.

¿Aquí estamos más limitados?
SÍ, aquí es como la masculinidad (ríe). No nos enseñan a ser valientes y a pensar en hacer cosas nuevas. A mí me gusta pensar así, imaginarme una novela completamente diferente, que desobedezca las normas que nos han enseñado de "la novela es eso" o "la poesía es eso". ¡No! Por eso me gusta escribir libros de género fluido, que van de la no ficción a la ficción pasando por la poesía.

Si tú tienes una lengua pequeña, háblala; es tan importante como la lengua más grande del mundo

Cuando migramos y nos marchamos, tampoco podemos volver al mismo lugar, ¿no?
La percepción del pasado y de nuestro país cambia. Al principio un migrante lo que quiere es olvidarse, mirar al futuro. Pero después las raíces y el pasado siempre vuelven. Lo que aprendemos cuando migramos es a portarnos bien con el pasado. Y la novela también es un relato de eso, de cómo reconciliarte con él. Por otra parte, la distancia también nos ayuda artísticamente. Todos los poetas románticos ingleses iban a Roma y a Grecia y después escribían como escribían. Velázquez pasó por Italia para estudiar a Caravaggio y su pintura cambió completamente. Entonces, eso de marcharse fuera y enriquecerte con los nuevos inputs artísticos que tienes ayuda. Y también empiezas a mirar tu propio país de manera diferente y a valorarlo más.

La cultura vasca también tiene una presencia importante en el libro. Está la paradoja que es precisamente el euskera que le abre las puertas al narrador y le permite viajar.
Yo siempre lo digo: la beca Cullman me la han dado para escribir en euskera. Una lengua minorizada no tiene porque ser sinónimo de no ser publicado, traducido o no viajar. Mi tía siempre me decía "¡has estudiado filología vasca y ahora no viajarás y te quedarás en tu pueblo!" Y todo lo contrario. El euskera me ha hecho como persona y me ha ayudado en mi trayectoria. Es todo lo contrario de lo que se pensaba antes, que era necesario escribir en una lengua dominante. Un escritor es más honesto y auténtico si escribe en su lengua. También me importa por diversidad idiomática y cultural del planeta. Antes hablar el euskera se vinculaba con el nacionalismo, pero yo lo vinculo con la pluralidad, la diversidad y la libertad. Si tú tienes una lengua pequeña, háblala. Es tan importante como la lengua más grande del mundo".

Entrevista KIRMEN URIBE - Foto: Montse Giralt
Entrevista KIRMEN URIBE - Foto: Montse Giralt

La historia de Rosike Schwimmer también se conecta con la lucha por la paz.
Rosike era pacifista y yo también fui insumiso. Hay un juego de espejos con mi propia vida y con mi propia generación. Ha sido una casualidad la guerra de Ucrania pero de repente todas estas ideas se vuelven muy vigentes. El pacifismo y el antimilitarismo se han puesto sobre la mesa inesperadamente otra vez, ante el rearme que se está planteando. Las dos cosas pensábamos que estaban superadas pero no. Es una locura. La lucha antimilitarista todavía es necesaria y hay que reanimarla, volver a salir con la pancarta.

La lucha antimilitarista todavía es necesaria y hay que volver a salir con la pancarta

A Schwimmer también se la acusó de ingenua por luchar por la paz, como se hace ahora contra muchas voces que cuestionan la escalada militar en Europa.
Todas las luchas son ingenuas al principio. Cuando Rosike empezó con la lucha sufragista, el hecho de que las mujeres lucharan era una cosa sin sentido. Es lo que pensaba la sociedad en aquel momento. Y poco a poco se consiguió el voto femenino. Las utopías nos sirven para andar, para ir mejorando y siempre hay que plantearlas. Una sociedad sin utopías se va a la mierda. La justicia social es una cosa que tarda en llegar, pero al final llega. La dirección de la historia es así. No tenemos que olvidar las utopías, no para conseguirlas ahora mismo, sino para intentar ir en aquella dirección.