En Catalunya somos de hacer paralelismos constantemente. Quizás por este complejo que se ha impuesto en el imaginario colectivo, que nos emana desde los medios de comunicación y el mismo gobierno que nos recuerdan que somos un país pequeño, necesitamos aplicar el mantra de "no somos grandes pero lo tenemos todo".

Y es bien cierto: no tenemos los Alpes pero podemos ir al Montseny, no tenemos Playa Bávaro pero podemos bañarnos en la cala del Puerto Pelegrí de Calella, no tenemos el hospital Sinaí de Nueva York pero sí el Can Ruti con Bonaventura Clotet liderando la investigación contra el sida. Y de estas tres comparativas fáciles y una pizca 'randoms', me resultan adecuados para decir que en Catalunya, por Navidad, también hacemos especiales musicales con solistas pop conocidos por el gran público.

A expensas que en TV3 hagan un especial apostante por|para la música como lo hace el NBC a los Estados Unidos, aquí tenemos que encontrar la salida a los teatros y las salas musicales. La televisión pública catalana cada vez está más desmantelada y está en los pequeños espacios privados donde encontramos aquello que el/la catalán/ana anhela: cantar villancicos. Y por eso, contamos con nuestro Michael Bublé catalán, Joan Dausà. Ayer, con dos sesiones de tarde y noche previa al toque de queda, pudimos disfrutar de uno especial desde el Coliseum de Barcelona.

Sinceramente, valió la pena. De entrada porque los especiales de Navidad tienen este carácter único, son conciertos que cambian el repertorio habitual y hacen que el público se sienta especial para disfrutar de aquel momento. Joan empezó con un villancico acompañado de sus tres hermanos. También brindaba con cava de vez en cuando. Quizás fueron las dos cosas que más me sobraban. Quería transmitir calor pero el ambiente ya era lo bastante acogedor para añadir un 'tuning' extra. En cambio, la decoración, las lucecitas blancas reproduciendo un árbol de Navidad por detrás y la nieve que cayó al final, sí fueron de agradecer.

Como buen Michael Bublé catalán, en Dausà (iré diciendo Joan o Dausà de forma aleatoria para no repetirme tanto), también contó con colaboraciones de lujo. La Suu, para aportar el toque de canciones en castellano que ahora ha decidido incorporar en su último disco, y Sara Pi para tener un momento 'gallina de piel'.

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Pero este concierto especial también me sirvió para ver las pequeñas evoluciones que va haciendo Joan encima del escenario. Ya ha dejado la etapa extremadamente monologuista: tiene bastante repertorio, está más seguro de él mismo y no lo justifica todo. Creo que el tema monólogo hacía mucha gracia hace unos años, con Els Amics de les Arts o los Manel siendo a los abanderados. En cambio ahora, se agradece pero en la justa mide. Y otro cambio o mensaje a favor que lanzo para|por Dausà es que ramplón tiene muy poco. En sus mensajes o tono de voz, denotas calidez pero también un punto picante, canalla, que lo hacen más desvergonzado y próximo.

No me olvido de la Covid. La salud mental, como concepto, está de moda: por suerte y por desgracia. A mí el concierto de ayer me resultó liberador. Y no tanto por|para los confinamientos que vivimos, las restricciones o la Ómicron. Sino por|para todos aquellos que en una sociedad de un país desarrollado del siglo XXI se dedican a quejarse las 24 horas, de la mierda de vida que tienen para tener que comer los canelones con cinco miembros de la familia, en vez de veinte. Ayer, gracias a Joan, pude liberarme de los tuits, las conversaciones y los whatsapps de este grupo de mimados que han hecho de su lamento una manera de vivir desde marzo del 2019.

 

Fotografía de portada:imatge de Joan Dausà ayer en el Coliseum de Barcelona