Hay pocos lastres sociales que Javier Royo (Zaragoza, 1972) no se haya visto capaz de afrontar. La precariedad de un mundo capitalista que nos ahoga. La crisis de los refugiados o las consecuencias de la crisis climática de un mundo que se pudre. El machismo que vive en cada calle, en cada esquina, y que apuntala a las mujeres para que no escalen ni socialmente ni laboralmente. Incluso se atrevió a encararse con la yihad y le salió caro el susto: recibió amenazas de muerte que le obligaron a tomar medidas de seguridad angustiantes. Pero él sigue denunciando y señalando las termitas que se comen los pilares de esta sociedad nuestra, con su lápiz y su arte como escudo: con su agudeza sintética por bandera.

🟠 Cruïlla 2022 en Barcelona: todo lo que tienes que saber
 

Ilustrador, historietista, diseñador, profesor y abiertamente feminista. Sus reconocidísimas viñetas en las redes sociales —tiene más de 300.000 seguidores en Instagram— apoyan fervientemente la lucha por la igualdad de género, aunque Javirroyo —su apodo artístico— no se siente líder de nada: es consciente que vive en el privilegio del macho y que las mujeres deben tener las riendas, por eso defiende con modestia su prisma de hombre, hetero y blanco. Vete a saber, quizás algún otro ser masculino le tome en serio. Sus dos últimos libros, Homo machus (2020, Lumen) y Laborachismo (2021, Lumen) van en esa dirección, en la de criticar las grietas del patriarcado. Este fin de semana es uno de los cabezas de cartel del Cruïlla Arts —la vertiente del Festival Cruïlla que apuesta por otras disciplinas artistas— junto con otros miembros de El Estafador, el colectivo de dibujantes que fundó hace más de una década para que el humor gráfico no quede jamás en el olvido.

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Foto: Idoia García de Cortázar

Te toca dibujar en el Cruïlla este año.
Estaremos todo el colectivo de El Estafador. Yo participaré en un mural colectivo y luego voy a hacer una Dibujam —una sesión de dibujo en directo— en la que voy a trabajar una serie de cabezas de cartel musicales. Después participaré en una pelea de dibujantes. Creo que me toca dibujar contra la gran Mercrominah (ríe). Una gimcana, vamos.

¿Qué es El Estafador? 
Somos un colectivo de dibujantes de humor gráfico que nos reunimos todas las semanas para escribir e ilustrar acerca de un tema, que puede ser de actualidad o de lo que nos apetezca dibujar. Tenemos un grupo de Whatsapp muy activo donde se discuten los temas, y se comparten y comentan las viñetas antes de ser publicadas. Ahora somos más de treinta.

La unión hace la fuerza.
La idea me surgió en 2009, después de que muchos de los ilustradores que publicábamos en prensa de papel nos quedáramos sin poder hacerlo por culpa de la crisis de 2008. Yo dejé de publicar en Interviú (ilustraba el texto de Juanjo Millás) y entonces reuní a un grupo de dibujantes, entre los que se encontraban los grandes Liniers o Tute, y arrancamos el proyecto. Lo que empezó siendo un grupo de 5 o 6 personas, hoy es un grupo que dentro de poco alcanzará los 40 ilustradores e ilustradoras. ¡Ya hace casi 13 años de aquello!

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Ilustración: Javirroyo

Tu trabajo es una crítica constante a varios problemas estructurales de la sociedad. ¿Siempre tienes la necesidad de denunciar algo, cuando dibujas?
​No siempre. A veces apetece también dibujar sobre temas banales. Pero cuando dibujas sobre temas que te preocupan, la denuncia en la ilustración sale sola, como a borbotones.

¿Eres de los que ve el vaso medio lleno o medio vacío?
Medio lleno cuando dirijo un equipo y un proyecto, y medio vacío en soledad, para mejorar.

¿Es la sátira la mejor herramienta para señalar lo que no funciona?
No sé si es la mejor, pero desde luego una de las que mejor lo hacen sí, porque pone en evidencia la invisibilidad del traje del emperador. Nosotras, en El Estafador, nos dedicamos a ello: visibilizar trajes de emperador podría ser otro buen lema para el proyecto (ríe).

Cuesta que más de tres hombres juntos se pronuncien ante una machistada

Podríamos decir que en los últimos años te has enfocado mucho en criticar el machismo. ¿Hubo un momento en el que, como hombre, hiciste un clic?
Seguramente ese clic existió, pero no recuerdo cuando. Es cierto que vengo de una familia donde mi madre ejercía el feminismo de la forma que se ejercía en aquella época, que era teniendo su propio trabajo para ser independiente económicamente, y siempre lo fue, pero además se ocupaba de los hijos —o sea, trabajaba 24/7—. Al ser tres hermanos siempre nos inculcó que para ser realmente independientes y fuertes debíamos aprender a “valernos por nosotros mismos”, tal y como ella decía. Es decir: saber hacer todas las tareas de la casa y hacerlas desde pequeños. Es muy importante ese clic para poder empezar a ver la realidad desde otro punto de vista más igualitario y, aunque evidentemente nunca podremos sentir como viven el machismo las mujeres, si podemos empatizar con las desigualdades y actuar en consecuencia. No solo decir que eres feminista, sino actuar como tal. Es importante que los hombres pasemos a la acción en lo cotidiano.

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Foto: Alba Villalba

¿Cómo lo han percibido otros hombres? 
En general lo han percibido bien. Creo que hablo de algo que tiene que ver mucho con nuestro tiempo, y animo a otros hombres a perder el miedo a decir lo que se piensa. Conozco muchos hombres —y esto también hablado con sus parejas— que son feministas y conllevan las responsabilidades de la casa y de la relación de forma igualitaria, pero es cierto que cuando se juntan en grupos de más de tres hombres cuesta mucho que se pronuncien ante una machistada, por ejemplo. Creo que hay una gran mayoría de hombres feministas silenciosos.

Habrá algunos que se sientan atacados con lo que dices.
Pues también. Hay algunos grupos de hombres que están muy intoxicados con la masculinidad tradicional y heteropatriarcal que nos han inculcado desde pequeños, y están muy alejados de mis parámetros. Entonces, cuando un hombre habla de machismo, o de defender el feminismo, creen que es un ataque. Pero en cierto modo lo es, es un ataque a sus privilegios, a un modo de vida y de relación desigual e injusto. Así que sí, y es normal que se sientan atacados.

También hay algunas mujeres que podrían decir que te estás reapropiando de una lucha que no es la tuya o decir que eres un oportunista. 
En general siempre he recibido buenas críticas de las mujeres. Sí es cierto que algunas lo han enfocado como dices, y he recibido algunas críticas, pero son las que menos. Yo creo en el feminismo y en la igualdad desde hace muchos años. Para empezar diría que nunca me he sentido abanderado o adalid de ningún movimiento. Puedo apoyarlo, puedo opinar sobre ello, pero no me gusta ese papel, y menos en el feminismo, donde la lucha, el liderazgo y la relevancia, evidentemente, tiene que estar siempre en las mujeres.

Mi intención siempre es la de un hombre heterosexual blanco que opina sobre lo que le ocurre o lo que piensa y le habla a otros hombres

¿Y dónde queda la participación del hombre en la lucha?
El machismo es un problema social que afecta a mujeres y a hombres. De forma mucho más violenta a las mujeres, evidentemente, pero hay también mujeres que siguen perpetuando el machismo en la educación hacia sus hijos. Y hay hombres que han recibido una educación machista que también la siguen perpetuando y que les coloca en un punto muy frágil, ya que la violencia que ejercen este tipo de hombres, a parte de ser contra todo lo que les rodea, también es contra ellos mismos (el machismo produce muerte y destrucción, pero también una autodestrucción continua). Esto no podemos olvidarlo. También me gusta aclarar que mi intención siempre es la de un hombre heterosexual blanco que opina sobre lo que le ocurre o lo que piensa y le habla a otros hombres. Por suerte, hoy en día existen muchas mujeres feministas referentes a las que pueden seguir las niñas o jóvenes, pero existen muy pocos referentes de hombres feministas para los niños. Y esto debe ir cambiando. Cuántos más referentes de hombres feministas haya, creo que el mundo será mejor. Estamos aquí para luchar al lado de las mujeres, no delante ni detrás.

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Ilustración: Javirroyo

El otro día hablé con Marta Piedra sobre la desigualdad en vuestro sector, y me comentó que ella no había percibido diferencias entre hombres y mujeres. ¿Tú has tenido que mandar callar a alguien?
Creo que hay sectores con muchos más problemas de machismo que el nuestro, en eso estoy de acuerdo con Marta. Por ejemplo en los sectores tradicionales (pienso en la construcción, el transporte, etc.). Alguna vez, más que mandar callar, sí que me ha tocado expresar mi disconformidad y dar mi punto de vista en discusiones con otros hombres y mujeres. Pero es normal.

Imagino que tú también te has visto reproduciendo alguna machirulada en el pasado.
Creo que sí, que vamos puliéndolas, pero es que venimos de una educación machista y hay que estar aprendiendo y con el detector puesto siempre (ríe).

La presión estética, el síndrome del impostor o la precariedad laboral son recurrentes en tus viñetas. ¿Son temas que te han tocado de cerca, situaciones que has vivido en tus carnes?
La presión estética, sí. Creo que existe cierta gordofobia, por ejemplo, en la sociedad, y no se toma en serio a alguien con obesidad o, al menos, el trato es diferente. Del síndrome del impostor, creo que casi todos los que hacemos humor lo tenemos porque tenemos cierta tendencia a la autocrítica, a mirarnos siempre desde fuera. Y de la precariedad laboral, qué te voy a contar... por suerte yo no la he vivido, pero sí mucha gente de mi alrededor y es terrible.

A las personas con obesidad no se las toma en serio

Tiene que ser difícil que uno mismo valore su trabajo cuando una gran parte de la sociedad no está acostumbrada a pagar por consumir arte.
Creo que nosotros tenemos que valorar nuestro trabajo más allá de lo económico. Para mí el ilustrar y expresarme con dibujos es como respirar, vital y necesario. Y como tal lo tengo en la cumbre de mi escala de “valoraciones”. Evidentemente, a partir de ahí es muy importante valorar tu trabajo, claro, y tener muy claro que tiene también un valor económico.

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Foto: Alba Villalba

En ese sentido, muchos os veis abocados a mostrar vuestro trabajo en las redes sociales. Tú denuncias el capitalismo y la obligatoriedad de la productividad, pero ahí estás. ¿Cómo llevas la contradicción?
Asumiendo que soy un esclavo (ríe). Bueno, es que es así, estamos dentro de un sistema capitalista, y para trabajar has de formar parte de él. Para no hacerlo deberías de ir a un pueblo —que existen— muy muy aislado, por ejemplo en Perú, donde mi pareja estuvo recientemente, y me contaba que aún funcionaba el trueque como sistema económico. Pero ¿quién me iba a cambiar un dibujo por un plato de alubias cada día? Sí, soy un esclavo del capitalismo que se queja del capitalismo. Como el 99% de la gente que conozco.

¿Te comparas con otros ilustradores? 
No. Si algo tiene nuestra profesión es que nace muy del yo personal. Quiero decir, que es muy difícil dibujar igual que otro ilustrador porque, al igual que pasa en la caligrafía, lo que hacemos no deja de ser una huella sismográfica de cómo somos. Yo contaré una serie de cosas que me preocupan, pero también haré un trazo más grueso o no, o una curva en función de mi fuerza al dibujar, la presión, el cómo haga esa curva, etc. Para nada. Cero presión. Y al que le guste y con quien conecte perfecto, y al que no, pues nada, no le vas a gustar nunca a todo el mundo (ríe).

¿Se puede hacer humor de todo o hay líneas rojas?
Se puede hacer humor de todo. Las líneas rojas las establecemos cada uno de los humoristas. Y además van cambiando. Se llama autocensura.

Soy un esclavo del capitalismo que se queja del capitalismo, como el 99% de la gente que conozco

A ti te amenazaron de muerte por unas viñetas que hiciste tras los atentados terroristas de París.
Sí, y esta es una de mis líneas rojas. Hice una viñeta sobre el atentado de la sala Bataclan. Era muy inocente. En realidad eran las palabras Liberté, égalité, fraternité —libertad, igualdad, fraternidad, en francés— y una mancha de sangre derramándose sobre ellas, encima de lo que para los franceses es la base de su estado y valores democráticos. Y de repente, tras publicarla en Facebook, aparecieron unas fotografías con gente con kalashnikovs y demás símbolos yihadistas. Lo denuncié a la policía y en un minuto se activó el protocolo antiterrorista, la policía eliminó las fotografías de mi perfil e investigaron si se trataba de alguien cercano o de países lejanos. La verdad es que lo pasé mal una temporada, porque me dieron unas pautas de mirar a ambos lados cuando saliera a la calle, de mirar debajo del coche… En fin, me habían metido en una guerra que no es la mía, en una realidad violenta muy jodida. Por suerte solo quedó en un susto.

Cartell CruillaArts
Foto: Instagram

¿Te autocensuras, desde entonces? 
Por supuesto. Odio el papel del héroe y del valiente. Lo hago con ese tema, y luego con temas que creo que son sensibles para no atacar a colectivos que considero vulnerables. Pero como te decía, eso puede cambiar, porque va cambiando constantemente.

Se puede hacer humor de todo; las líneas rojas las establecemos cada uno

¿Se puede ver luz, cuando uno se pasa el día denunciando cosas y se da cuenta que vivimos en un mundo de mierda?
Por supuesto. Yo soy alguien con mucha energía y muy positivo e intento trasmitir eso a la gente que tengo alrededor. Da igual que el mundo sea una mierda. Hay veces que sí me ha pesado, no te voy a engañar, pero de momento lo voy sobrellevando bien. Creo que la verdadera forma de cambiarlo es en lo cotidiano y en el corto con la gente que tienes alrededor. Quien se crea un superhéroe que mueve montañas es un ególatra, un narcisista y un gilipollas —y en mi profesión hay unos cuantos, y no miro a nadie (ríe)—. Lo demás son cantos de sirena. Incluidas todas las viñetas del universo. Y las mías, of course. No nos pongamos trascendentales (ríe).