Chupa de piel cruzada y sombrero de fieltro cubriendo su cabellera, larga, ondulada y blanca. Javier Pérez Andújar es escritor. De hecho, creador de un cosmos literario que te atrapa como tiras de velcro para estrenar, es uno de nuestros escritores más interesantes, pero cuando llega a la sede de su editorial, Anagrama, recuerda más a un viejo rockero. Uno de aquellos músicos de la década de los setenta al frente de una banda de música progresiva y experimental (poco después me confesará que este, ser una estrella del rock, ha sido su gran sueño vital). Los príncipes valientes (Tusquets, 2007) fue su carta de presentación en el mundo literario, desde entonces este literato nacido en Sant Adrià de Besòs el año 1965 ha ampliado su bibliografía con obras del calado de Todo lo que se llevó el diablo (Tusquets, 2010), Catalanes todos (Tusquets, 2014).

Cuatro artistas de una generación sin suerte que han perdido sus sueños e ideales, se encuentran recluidos en un garaje donde un buen día aparece  una extraña criatura que les propone un pacto siniestro. Cuatro artistas que a su vez sueño los personajes de la nueva novela de Folke Ingo, un escritor finlandés fascinado con España. Esta, en pinceladas gruesas, es la sinopsis de El año del búfalo, ejercicio metaliterario que bascula con irreverencia entre aquello que algunos se empeñan en describir como alta y baja cultura, con la que Pérez Andújar ganó la última edición del premio Herralde de novela.

¿Escribir es un acto reflexivo o impulsivo?
En mi caso, totalmente impulsivo. En realidad, no soy nada reflexivo. Descubro lo que digo a medida que voy escribiendo. Incluso, si me descubro pensando, acabo escribiendo lo contrario de lo que realmente quería decir. Y me conformo, justamente porque lo he escrito. Pero le doy más razón en mis manos que a mi cabeza.

¿Posteriormente repasas, haces y deshaces lo que has escrito impulsivamente?
Lo primero, lo que me lleva a escribir, es el impulso artístico, el más visceral. Pero después hay una técnica, que surge cuando corriges y repasas. Primero escribo compulsivamente, pero sin perder el norte. Una primera fase en que me dejo llevar por el fraseado. El día siguiente es cuando corrijo en frío, pero sin traicionar lo que he hecho.

No sé si escribir te genera inseguridades o las personas inseguras necesitamos escribir

¿Hay una rutina como escritor?
Hay un horario. Me levanto un poco antes de las 8 y me pongo a escribir a las 9 y hasta las dos del mediodía. Escribir un oficio que se transmite y se transfiere. Yo cuando escribo percibo el oficio, toda la gente que ha escrito antes que yo.

¿Quién?
Todas las lecturas que te han acompañado a lo largo de la vida, pero también lo que tú crees que entiendes de los autores. Es así como notas la prisión de Cervantes, la fragilidad de Lorca, el resentimiento de Quevedo, la desesperación de Larra...

¿Qué te gustaría que los futuros escritores notaran de ti?
Tanto me da. Cada lector escoge sus referentes. Y de sus referentes escoge aquello que más le llega. Pero el que realmente elecciones, por encima de todo, es el oficio y cómo lo han vivido.

¿Lo disfrutas, el oficio?
Evidentemente, a pesar de que todos los oficias requieren de un esfuerzo físico, y el de escribir, también. De la misma manera que también requiere de un esfuerzo intelectual (que a la hora también desgasta físicamente). Eso no quiere decir que no disfrute el hecho de escribir. Un futbolista también acaba agotado.

¿Te gusta el fútbol?
No, era un símil que me servía para la respuesta. Todo lo contrario, el fútbol es un deporte que detesto. El fútbol en las plazas y los patios de los colegios está bien, pero cuando sale de estos espacios se empieza a depravar.

Me gusta más lo que escribo que lo que soy

¿Jugabas a fútbol, en el patio del colegio?
No, yo era de los que daba conversación al portero.

¿Le explicabas las novelas que leías?
No, porque de pequeño no leía mucho. Leía tebeos y veía mucha tele. Libros, no leía ni una a la semana, menos todavía, ni uno cada quince días. Recuerdo ciertos momentos relevantes en el descubrimiento de la literatura, como cuándo con 5 años mi madre me regaló Platero y yo de Juan Ramón Jiménez. Visto en perspectiva, aquello me marcó y despertó cierta sensibilidad literaria.

¿Había interés por la cultura, en casa?
Probablemente, había cierta sensibilidad, pero no había recursos económicos. Estaba la antigua aspiración de la clase obrera de prosperar a través de la cultura.

Javier Pérez Andújar Premio Herralde copy Johanna Marghella Editorial Anagrama
El año del búfalo es la última novela del escritor de Sant Adrià de Besòs Javier Pérez Andujar

¿Y es así?
Sí, pero se ha tergiversado. La cultura te ayuda a abrir puertas y ver el mundo de otra manera. Pasa que la gente ha confundido la cultura con los títulos y eso genera muchas frustraciones: soy licenciado pero tengo que trabajar de camarero. Si te pasa, es totalmente injusto, pero no tienes que olvidar que todo lo que has aprendido estudiando te ha enriquecido.

¿Ahora qué te gustaría estudiar?
Todo. Todavía hay un montón de cosas que no sé, incluso de la carrera que estudié. Querría saber de todo. Ahora estoy fascinado con los romanos y la historia antigua.

¿Te ves escribiendo novela histórica?
No, me veo escribiendo libros. Yo no hago novelas. Me considero discípulo de una tradición que entra dentro de la novela porque no es nada del resto. Si no haces poesía o no haces ensayo, te acaban catalogando dentro de la novela. Yo me veo cerca de lo que hacían Ramón Gómez de la Serna, Valle-Inclán o Umbral. Un género que se basa en el movimiento reflejo de escribir sin ninguna otro patrón.

Más que una búsqueda interior, literatura es una huida de mí mismo

Eres una suma de muchas cosas, hijo de un lugar y un tiempo muy concretos: los últimos años del franquismo en una ciudad obrera del extrarradio de Barcelona como Sant Adrià de Besòs.
Pero eso es inevitable. Es cierto, sin embargo, que formo parte de un mundo que te da mucha libertad porque en realidad no pertenezco a nada. Mis padres venían del campo pero cuando yo nací ya se habían adaptado a una sociedad industrial. Pero su cultura, su forma de hablar, sus dichos y sus canciones seguían siendo los de sus orígenes, pero a mí ya no me interpelaban, todo aquello me resultaba extraño. No pude heredar el mundo de mis padres porque ni lo entendía ni me servía.

¿Cuál era tu mundo?
La vida de barrio. Pero era una vida de barrio que también estaba en proceso de transformación pasando del posfranquismo de finales de los setenta al posmodernismo de inicios de los ochenta.

¿Era dura la vida en el barrio?
Era dura e injusta, pero yo no la intuía así porque entonces era la única realidad que conocía.

¿La literatura te sirvió para escapar del barrio?
Me hice escritor para no tener que trabajar. No quería ser un obrero industrial. Todo mis respetos y toda mi admiración, pero yo soy demasiado vago por estos trabajos. No soporto tener horarios ni rutinas. Me gusta más leer. Siempre he intentado buscar excusas políticas, sociales y económicas a mi vocación, pero la verdad es que lo único que he querido hacer siempre es vivir rodeado de libros. Podría haber montado una librería, pero como no tenía pasta para hacerlo, me dediqué a escribir. Con todo, da igual si soy de Sant Adrià de Besòs, un lugar de donde se supone que no tienen que salir escritores, o que sea catalán y escriba en castellano. Todo eso es anecdótico, lo único que realmente importa es que escribo.

El año del búfalo es un libro enciclopédico rebosante de referentes culturales, desde los más cultos a los más populares, con el acierto que no resuena ni pretencioso ni empalagoso.
Es totalmente intencionado. En la misma librería que tengo los libros de Victor Hugo, Proust o James Joyce, tengo libros con las letras de Peter Hamil o Tom Waits.

Mi biblioteca es el reflejo perfecto de mi cabeza 

¿Cuántos libros tienes?
Tres o cuatro mil. Mi biblioteca es el reflejo perfecto de mi cabeza. De la misma manera que recuperando la serie de televisión Cannon acabo yendo a parar a los libros de Patrick Modiano. La sinapsis de la mente es la sinapsis de la vida. Escribo con lo que tengo y lo que tengo son todos estos referentes culturales.

El año del búfalo hace referencia a 1973.
El 73 fue el año de la crisis del petróleo. De repente, todo el optimismo del hipismo se esfumó. Como reacción a eso, aparecen movimientos terroristas en todos los países. Fue un año traspaso, en qué acabó una etapa y, consecuentemente, empezó una nueva en la que se consolidó el neoliberalismo de los antiguos hippies ahora yuppies y el neoconservadurismo de Reagan, Thatcher, el papa Wojtyla...

Es una 'novela' confinada: cuatro personajes cerrados en un espacio...
Es una 'novela' confinada porque la escribí durante el confinamiento, pero la idea hacía décadas que la tenía. La anoté en una libreta hace 25 años.

Presentaste la novela a concurso escondido tras el seudónimo de Folke Ingo, que al mismo tiempo es el nombre del escritor finlandés protagonista del relato.
Más que una búsqueda interior, en mi caso, la gran mayoría a veces la literatura es una huida de mí mismo. Me gusta más lo que escribo que lo que soy.

Qué importancia le da un autor a ganar un premio.
Para mí es lo máximo de lo máximo. Un reconocimiento como este es el certificado que no estás solo ni equivocado, que lo que tú crees que es una ida de olla también es literatura. Escribir es un hecho solitario que te genera inseguridades. Sin embargo... Si lo pienso, no sé si escribir te genera inseguridades o las personas inseguras necesitamos escribir.