Hace días que pienso: no sé si escribir un artículo sobre esta cuestión es una buena idea. No sé si es la crisis de los casitrenta o bien es que me sale el flowerpower que como buena catalana hay dentro de mí. Sí, debe ser eso: me ha invadido este sentimiento de derrota posindepe y ya no tengo fuerza para combatir según qué batallas. La cosa es que noto que todo está muy polarizado y me da angustia dar mi opinión sobre algunos temas porque puedo prever el impacto. Como sociedad, nos hemos vuelto partidarios de blancos o negros y exigimos constantemente una opinión, una posición y una decisión sin grises, sin matices. Así que si finalmente escribo este artículo, me tendré que mojar y posicionar.

Exigimos constantemente una opinión, una posición y una decisión sin grises, sin matices

Sigo pensando que el artículo es demasiado arriesgado, pero intento estructurarlo... Podría introducir el tema aprovechando todo eso del 8 de marzo y también podría hacer un poco de cachondeo con las reacciones que causa esta cuestión en Twitter. Ya sabemos que cualquier opinión puede convertirse en un ataque, así que quizás es mejor que lo escriba sin mojarme demasiado y deje estar las bromitas del Twitter. Podría escribir que me parece bien que cuestionamos la lengua y que dinamitar el "porque toda la vida se ha hecho/dicho así" tampoco me parece una mala idea. También podría explicar que la lengua es materia identitaria y viva y que si la sociedad ha cambiado, es normal que en la lengua notemos cambios, pero quizás me contradiría porque después tendría que decir que la propuesta utilizar el femenino genérico tampoco me parece una solución coherente ni eficaz. Además, podría decir que me parece que es necesario que se hable, de todo eso, porque este debate demuestra que la lengua y las palabras nos importan y no está nada mal que, como comunidad lingüística, nos revisemos, nos cuestionemos y nos planteemos temas referentes al género.

Si la sociedad ha cambiado, es normal que en la lengua notemos cambios

Bien, si finalmente lo escribo y me posiciono en contra del uso del femenino genérico, tendré que dar buenos argumentos y citar a Carme Junyent o algunos de los artículos maravillosos de  Parla’m amb estil de Magí Camps. Si me mojo hacia el otro lado, tendré que citar a Bel Olid y buscar más referentes para dar cierta credibilidad al tema. Ahora bien, si no me mojo y tiro para el gris, no seré nada y mi opinión será tildada, como mínimo, de floja. Así que escriba lo que escriba, la cosa pinta mal. El artículo se acabará y el lector, que había escogido el artículo por la pregunta del título y esperaba una respuesta contundente, no tendrá ninguna respuesta. No ofreceré ningún remedio milagroso ni resolveré esta cuestión, aunque de alguna manera ya habré plasmado el dilema de la cosa y la complejidad del tema y sin querer habré hecho un Quim Monzó al estilo de su discurso de la Feria del Libro de Frankfurt.